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Y de repente una importante dirigente del Partido Popular dio una lección sobre Sanidad y autonomías a las representantes de Ciudadanos y Vox. Fue un momento singular en la política española del último año en la que la política de bloques lo tapa todo, incluidas las ideas de cada partido y su gestión en instituciones.
“Hay personas que se nota que no han gestionado nunca nada”, dijo Ana Pastor, exministra de Sanidad y Fomento en gobiernos del PP, en el debate televisado del jueves. Era el típico detalle habitual en estos duelos, donde siempre hay alguien que dice que los demás no saben de lo que están hablando. Pero resulta que luego explicó a qué se refería. No antes de que Inés Arrimadas, que pareció sentirse aludida, le interrumpiera y dijera: “Y que no han robado nada”. Era una imputación directa que la candidata de Ciudadanos se vio obligada a retirar de inmediato (“ya sabe que a usted le tengo mucho respeto”), pero en un debate hay que esperar que Arrimadas hable primero y luego recoja velas o se envuelva en ellas.
Pastor quiso referirse a las constantes críticas que Ciudadanos y Vox hacen a las autonomías a las que presentan como un nido de despilfarro y corrupción. “El Estado de las autonomías es lo mejor que nos ha podido pasar a los españoles. Acercar la gestión mejora sustancialmente la vida de los ciudadanos”, dijo. Se refirió también a los años anteriores a las autonomías –es decir, la época del Estado centralizado– cuando la atención sanitaria fuera de las grandes ciudades era pésima o inexistente.
Fue un momento singular, porque el Partido Popular no cesa de lanzar propuestas para que el Gobierno central recupere competencias cedidas a las comunidades autónomas. Ciudadanos está en la misma línea y Vox sencillamente quiere acabar con todas y volver a la organización territorial que existía en el franquismo.
En las encuestas del CIS, se suele preguntar sobre “la organización territorial del Estado”. Los que responden a favor de la opción de “un Estado con un único Gobierno central sin autonomías” suelen estar en torno al 20%, un porcentaje significativo, pero minoritario. Los que quieren menos competencias para las autonomías están habitualmente algo por encima del 10%.
El mensaje habitual en los tres partidos de derechas y muchos medios de comunicación da a entender que la mayoría de los españoles quiere que Madrid –no sus habitantes, sino el Gobierno central– vuelva a atar en corto al resto de España. Da la impresión de que no es cierto y que Pastor lo sabe.
“Tenemos 17 mercaditos distintos. Yo defiendo el mercado único europeo”, le respondió Rocío Monasterio, de Vox. La respuesta de Pastor fue sencilla y efectiva: “Usted no defiende Europa”.
Pastor tuvo otra oportunidad de dar la razón a los que apostaron por ella para este debate, protagonizado sólo por mujeres, en vez de Cayetana Álvarez de Toledo. Le preguntaron sobre el consentimiento en las relaciones sexuales. Tampoco dudó: “Cuando no hay consentimiento, hay agresión sexual y hay violación”. La socialista Maria Jesús Montero le recordó intervenciones muy diferentes de Toledo en otros debates. Pastor dijo que la suya es la posición del PP “y de todas las personas de bien”.
No había espacio en este momento para las referencias sarcásticas al consentimiento en las relaciones sexuales que han hecho conocida a Álvarez de Toledo. Por alguna razón, el gran fichaje de Pablo Casado para las elecciones de abril cree que ese es un tema del que se pueden hacer chistes (“¿De verdad van diciendo ustedes 'sí, sí, sí' hasta el final?”). Por lo que dijo el jueves, no le hicieron mucha gracia a Ana Pastor.
Para el tema que de verdad preocupa a la gente, el debate fue tan baldío como el del lunes. Fue imposible saber si habrá un Gobierno después de estas elecciones. María Jesús Montero confirmó que el PSOE aspira a gobernar en solitario, aunque se quede a 50 escaños de la mayoría absoluta. “Cuando no hay mayoría absoluta, la solución es la coalición”, dijo Irene Montero, de Podemos. Las diferencias entre las dos Montero no parecieron tan profundas como las que se vieron entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias hace unos días, pero es difícil saber si eso tendrá alguna consecuencia.
María Jesús Montero se distinguió de Sánchez en su actitud agresiva contra la extrema derecha. Desde el primer momento, interpeló directamente a Monasterio por los vetos de Vox a los medios o por presentarse ante un centro de acogida de menores inmigrantes en Sevilla para hacer campaña contra la inmigración. Montero sí tenía algo personal contra los ultras, una sensación que nunca se apreció con Sánchez en el debate anterior más allá de utilizar a Vox para criticar al PP y Cs.
Al otro lado, no hubo grandes novedades. Está ya sellado que las tres derechas pactarán si alcanzan la mayoría absoluta. Lo malo para ellas es que ninguna encuesta les concede esa posibilidad. Es probable que nos quedemos sin saber cómo se hace eso de bajar todos los impuestos en un país con una deuda cercana al 100% del PIB y mantener la inversión pública. Fue Monasterio quien elevó el nivel de magia hasta extremos difíciles de superar. Afirmó que con recortes en el “gasto político ineficaz” se podrá destinar los fondos necesarios para pagar la educación, la sanidad y las pensiones. Viniendo de una arquitecta que diseñaba lofts que eran vendidos de forma ilegal, es un plan que se entiende perfectamente.
Lo que aún no se ha entendido es por qué hay que volver a votar y por qué no es seguro que pueda haber un Gobierno en noviembre. Ningún debate ha servido para explicar ese enigma y era mucho pedir que la cita del jueves tuviera alguna utilidad. Toca seguir sufriendo.
Corrección: una edición anterior de este artículo decía que María Jesús Montero se había mostrado a favor de un impuesto a la banca, como el que reclamaba Irene Montero. No es cierto. Lo que la representante socialista defendió es un tipo mínimo del impuesto de sociedades –que grava los beneficios– a los bancos.
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