Hay fechas que están marcadas en rojo en Moncloa y una de ellas es el pasado 7 de abril. El rey de Marruecos invitó a Pedro Sánchez a una cena muy simbólica que suponía la ruptura del ayuno del Ramadán, pero sobre todo fue la foto de la recuperación de las relaciones diplomáticas entre España y el reino alauí desde que Mohamed VI las diera por rotas en mayo de 2021 como consecuencia de la acogida humanitaria del líder del Frente Polisario, Brahim Galli, a la que respondió con la entrada masiva de más de 10.000 personas en Ceuta en menos de 36 horas.
En esa cita se sentaron las bases de lo que el Gobierno denomina una “relación del siglo XXI”, que han empezado a ver sus frutos en los últimos días. El Ejecutivo español ha ignorado las sospechas por el espionaje conocido ahora a Sánchez, Margarita Robles y Fernando Grande-Marlaska –y la entonces ministra de Exteriores, Arancha González Laya–, que se produjo coincidiendo con el estallido de la crisis entre los dos países, y se centra en la recomposición de las relaciones, al igual que Francia calificó la vigilancia a Emmanuel Macron como “muy grave” sin que hubiera ninguna repercusión.
“Las relaciones internacionales se basan en hechos, no en conjeturas”, repitió hasta en cuatro ocasiones el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, interrogado por si el espionaje había sido objeto de conversación, aunque fuera informal, en alguno de sus encuentros con su homólogo, Naser Bourita, en el marco de la reunión de coalición global contra el Daesh. El Gobierno evita señalar a Marruecos en el ataque con Pegasus al teléfono del presidente y varios ministros, a pesar de los indicios: la fecha (coincidió con la crisis), en aquel momento se detectó un 'hackeo' al dispositivo de la jefa de la diplomacia, Arancha González Laya, y dos meses después se conoció que el reino alauí estaba detrás del espionaje a Macron. De hecho, uno de los motivos que llamaron la atención de que Moncloa revelara el espionaje es que pudiera debilitar la relación con Marruecos, pero no ha sido así.
Los dos gobiernos han ido avanzando en las bases de la normalización de las relaciones que Sánchez y Mohamed VI sellaron en su cena en Rabat. Entre las primeras muestras estuvo la recuperación de los ferris entre los dos países, que se inició con condiciones –primero solo pasajeros sin vehículos– y que se ha ido ampliando para que la reapertura de las fronteras sea “gradual y ordenada” y no se produzcan avalanchas tras dos años de cierre, que comenzó con la pandemia y siguió con la crisis diplomática. Los pasos fronterizos de las ciudades de Ceuta y Melilla se reabrirán el próximo martes 17 de mayo.
Marruecos dejó a España fuera de la Operación Paso del Estrecho, que no se realiza desde los puertos españoles desde 2019. Se trata de un proceso migratorio de retorno en vacaciones importante económicamente para los puertos españoles, que este año volverán a estar operativos para albergarla. Normalmente se pone en marcha a mediados de junio y la reunión preparatoria –se requiere un dispositivo policial especial– se celebró en Rabat el pasado 5 de mayo. Un día después se produjo el encuentro del Grupo Permanente Hispano-Marroquí sobre Migraciones en el que participan los ministerios que dirigen Albares, Marlaska y José Luis Escrivá. No se producía una cita de ese nivel desde hace dos años.
A pesar de que en el tiempo que duró la crisis con Marruecos el Gobierno sostenía que seguía habiendo “colaboración” en materia migratoria, el jefe de la diplomacia española puso en valor su mejora a medida que se acercaron las posiciones. Albares destacó en su viaje a Marrakech la “sensible disminución de llegadas de migrantes a Canarias y la península” por la ruta marroquí al comparar enero y febrero con marzo y abril: “Han caído un 70% las llegadas irregulares”.
El siguiente grupo de trabajo que está previsto que se reúna es el de la delimitación de los espacios marítimos. La cita está prevista para el mes de junio tras quince años sin reunirse. Lo que Albares enfrió más al salir de su segundo encuentro con su homólogo marroquí fue la posibilidad de abordar la entrada de Ceuta y Melilla en el espacio Schengen. Las ciudades autónomas tienen un estatus especial para facilitar el paso fronterizo con Marruecos. Sin embargo, la crisis diplomática llevó a España a plantearse modificar esa situación para evitar una futura asfixia de los dos territorios. “Todo eso es una reflexión que tiene distintos actores en distintas vertientes”, contestó Albares.
El Gobierno se da por satisfecho con la reconducción de las relaciones con un país al que otorga la máxima relevancia, y más en un momento de retirada de las tropas de la zona del Sahel. “Se está desarrollando sin urgencias, pero sin pausa”, expresó Albares este miércoles durante una visita en la que volvió a reiterar que España ve en la propuesta marroquí de autonomía del Sáhara la propuesta “más sólida, seria y realista” para resolver el conflicto, a pesar de que ni el socio minoritario de la coalición ni los aliados parlamentarios suscriben un giro que el PP ha criticado especialmente por las formas.