Atención. Breaking News. Urgente. La cuenta de Twitter de La Razón anuncia una noticia de impacto: “Última hora: la Tierra no es plana”. La derecha está tan confusa y airada que necesita certidumbres a las que atarse en estos momentos aciagos. Ante el nombramiento de la exministra Dolores Delgado como fiscal general, José Antonio Zarzalejos clama que Pedro Sánchez “ha alterado los paradigmas de la política en España”. Ni que fuera Pericles. “El sistema democrático español camina hacia la perversión del iliberalismo”, continúa, refiriéndose a las ideas antiliberales de los gobiernos reaccionarios de Polonia y Hungría.
Nada de camina. Ya hemos llegado allí. Arcadi Espada sostiene que en España ya se ha producido la misma agresión a la independencia judicial que en esos dos países con Orbán y Kaczynski (parece olvidar que en España es la derecha la que controla los nombramientos judiciales en el CGPJ). El presidente “está elaborado con el mismo material psíquico del que están hechos los autócratas”, escribe el astrólogo Jorge Bustos. “Estamos solo ante la primera ofensiva para colonizar la Administración de Justicia”, dice Ignacio Camacho.
¡Mayday! ¡Mayday! ¡Mayday!
La Bestia del Apocalipsis tenía convocada una rueda de prensa para este martes, la primera en Moncloa desde su reelección. La Ramera de Babilonia a lomos de la bestia de siete cabezas se presentó ante los periodistas para hacer ostentación de su perversión, idolatría y desenfreno.
La verdad es que todo fue bastante aburrido. Si esto es el Apocalipsis, los efectos especiales dejan mucho que desear. Lo más dramáticamente llamativo fue que Sánchez fue puntual, una costumbre que nunca ha llegado a probar de forma continuada. Quizá fue un artero intento de sorprender a los periodistas y pillarlos con la guardia baja para poder administrarles sus fabulaciones diabólicas.
La jornada del primer Consejo de Ministros (o Consejo de Ministras para que rabie la RAE) se inició con una sesión de coaching parecida a la del Gobierno anterior con una carta enviada por Sánchez a todos sus ministros. Sed buenos. Sed un Gobierno. Sed útiles a la sociedad. Y, muy importante, sed rápidos. “España necesita un Gobierno de acción, un Gobierno que actúe, que se ponga manos a la obra sin perder tiempo”, dice la carta.
En la rueda de prensa, Sánchez recetó más dosis de urgencia: “Os puedo garantizar que no va a haber ni un momento de descanso” (hay que suponer que al menos librarán los domingos y que por las noches podrán relajarse viendo una serie o leyendo un libro de Lenin). “El objetivo de este Gobierno es ir por delante de los problemas, y no por detrás”, siguió, ya definitivamente en el territorio de los sueños. Eso es lo que pretenden todos los gobiernos, y luego acaban con la lengua fuera corriendo detrás de la realidad, que tiene las patas muy largas.
No es que hubiera muchas proteínas en el menú del primer día del Gobierno, excepto la subida de las pensiones en un 0,9% con efectos retroactivos al 1 de enero, como se había prometido en campaña, y toda una serie de nombramientos del segundo escalón del poder ejecutivo.
Se anunció uno de esos cambios que no alterarán la vida de los ciudadanos, pero que pueden tener efectos políticos relevantes. El Gobierno no se reunirá los viernes –cerrando la semana política–, sino los martes, lo que hará que los ministros tengan la capacidad de marcar la agenda de los temas que condicionan a políticos y periodistas. Está por ver cómo afectará eso a la labor de control del Gobierno por el Congreso y Senado, con su propio calendario semanal concentrado entre el martes y el jueves.
Sánchez siempre enfoca sus intervenciones para parecer lo más moderado posible, y esta vez ocurrió lo mismo. Ninguna disrupción. Ninguna apuesta arriesgada. Sólo la normalidad de un Gobierno que cumple con su deber intentando hacer lo mejor. Los votantes no deben alarmarse. Valium en vena. Es un poco la marca de la casa de todos los gobiernos socialistas, que ahora se traslada al Gobierno de coalición, donde el otro socio, más inquieto, deberá intentar acomodarse a otra forma de vida.
En la carta, hasta hay una frase de ciertas resonancias suaristas (por Adolfo Suárez): “Una política que, sencillamente, practique en las instituciones lo que los ciudadanos hacen cada día en sus hogares, en sus trabajos, en sus vecindarios; expresar con libertad y respeto sus preferencias, dialogar sobre las diferencias y acordar” (“elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es plenamente normal”, dijo Suárez en un célebre discurso).
Muy poco de lo que ocurre con Catalunya es percibido como normal por la opinión pública. El presidente anunció que se reunirá “cuanto antes” con Quim Torra. “Creo que a día de hoy el presidente de la Generalitat de Cataluña es Torra, ¿no?”, dijo. Los periodistas podrían haberle respondido: es complicado. Más motivos para que la derecha llene de carbón la caldera.
La prioridad de Sánchez es conocida: “Dejar atrás lo que es la vía judicial que desgraciadamente ha dominado la crisis catalana desde hace mucho tiempo”. Sonó a recomendación a la nueva fiscal general.
Mientras el Gobierno sonreía, se hacía fotos y estrenaba su nueva alineación, al otro lado el PP descubría que no resultará tan sencillo eso de ser radical y moderado al mismo tiempo. ¿Cómo reaccionarán los populares cuando lean en los medios que les son favorables que la democracia está a punto de desaparecer en España? “Yo no voy a liderar un PP ni desestabilizador, ni bronco, ni que pierda de vista sus obligaciones institucionales y de Estado, ni que haga escraches a nadie”, había dicho Pablo Casado el día anterior para tranquilizar a sus barones.
El martes, la primera en la frente. Ya es tarde para convencer a algunos. Borja Sémper anunció que deja la política. El que es en cierto modo un símbolo del PP vasco alejado del discurso duro de Casado no dio el portazo, pero no ocultó que lo que ve ahora no es un gran incentivo para continuar: “El clima político en general que hay no es el clima en el que a mí me gustaría que estuviera la política”. Se refería al “enfrentamiento gratuito, la bronca y la política de trinchera”.
El PP de Casado tiene muchas ganas de bronca y ya ha cavado trincheras muy profundas, como se vio en el debate de investidura. Tendrá muchas oportunidades de demostrarlo, y siempre se verá ante el mismo problema, el de competir con Vox en un juego de golpes y mandobles y vivas a la Guardia Civil en el que la ultraderecha se siente cómoda.
Ahí al Gobierno del PSOE y Podemos no le servirá el toque zen del primer día en que todos estaban encantados de conocerse. Tocará bajar a las trincheras y ahí la carta de Sánchez llena de buenos sentimientos no les servirá de mucho. Siempre pueden ponerla en un marco para convencer a los visitantes de que no están poseídos por el Maligno.