Toda Europa es populista, menos Arrimadas
Quién iba a decir que Mario Draghi era un cachondo. Con esos trajes y esa mirada de zorro astuto. En la noche del martes, contó un chiste en la cena de la Asociación de Corresponsales Extranjeros. Un hombre necesita un trasplante de corazón y los médicos le dan a elegir entre el corazón de un joven de 25 años con buena salud y el de un alto cargo de un banco central de 86 años. El paciente no duda y escoge el segundo. ¿Por qué? Porque en realidad el banquero nunca ha usado su corazón. Está nuevo y para estrenar. Ja, ja, ja. A sus 74 años, el primer ministro italiano aún tiene tiempo para una (breve) carrera en la 'stand up comedy'.
Draghi sabe algo de banqueros centrales y de banqueros en general. Fue presidente del Banco Central Europeo, gobernador del Banco de Italia y vicepresidente de Goldman Sachs para Europa. En su época en Goldman, el cuarto banco del mundo, la entidad colaboró con el Gobierno conservador griego cuando este ocultó el verdadero estado de las finanzas públicas. Es posible que el corazón de Draghi esté en perfecto estado, quizá un poco gastado por la edad. A lo largo de su dilatada carrera, sólo lo ha usado cuando ha sido imprescindible.
No suele haber una gran competición para profesar amor eterno a los banqueros. Es posible que los narcotraficantes tengan peor imagen, pero en una encuesta sobre la reputación de las profesiones hay que ir a la parte baja del ranking para encontrarlos. Y esto es así más o menos desde la Edad Media.
Ahora no vivimos en una época en que las compañías eléctricas y petrolíferas cuenten con muchos fans. No desde luego cuando los ciudadanos ponen combustible en el coche o cuando les llega a casa la factura de la luz del último mes. Toda la inmensa creatividad del idioma castellano con los insultos se pone a prueba en esos momentos.
Veinticuatro horas después de que Pedro Sánchez anunciara un impuesto especial sobre los cuantiosos beneficios de eléctricas, petrolíferas y bancos, se pudo comprobar otra vez que políticamente se trata de una carta ganadora para el Gobierno. En términos fiscales, ya se verá, porque los gobiernos suelen ser demasiado optimistas en sus previsiones de ingresos con nuevos impuestos.
El Partido Popular continúa calibrando qué respuesta dar. Cuca Gamarra prefirió hablar el martes de ETA antes que mencionar las propuestas concretas que había hecho Sánchez. Alberto Núñez Feijóo tampoco es que se haya matado para dar su opinión.
En la escuela de verano del PP en El Escorial, Feijóo mantuvo el miércoles una cierta ambigüedad sobre el asunto fiscal. Lo que no quiso fue definirse, porque cree que eso sería como caer en la trampa que le ha tendido el presidente. “Es imposible estar en contra de algo que no se conoce”, dijo, dejando claro que se tomará su tiempo antes de que la propuesta llegue al Congreso en forma de proposición de ley.
Para no aparecer como defensor de banqueros y eléctricas, un título que no te va a hacer ganar un concurso de popularidad, se preocupó por el posible efecto de esos nuevos tributos en el bolsillo de los usuarios. “¿Tenemos la seguridad de que esto no va a repercutir en los recibos?”, se preguntó de forma nada inocente con una mención también a las comisiones que cobran los bancos.
Plantear que los bancos puedan subir las comisiones o incluso despedir gente requiere una amnesia muy oportuna si se pretende que parezca un argumento serio, como olvidar que las entidades financieras llevaron a cabo 19.000 despidos en 2021 o que han subido las comisiones un 10,6% en doce meses. Da la impresión de que los bancos no necesitan muchos incentivos externos para tomar esas decisiones.
Feijóo intenta no aparecer en esa mala compañía si se opone a la subida fiscal. El Gobierno se ocupará de colocarle en el mismo bando de esas grandes corporaciones cuando toque votar en el Congreso.
En la segunda jornada del debate del estado de la nación, Inés Arrimadas no hizo uso de la cautela con que ha reaccionado el PP. La presidenta de Ciudadanos es más de escandalizarse desde el primer minuto y luego ya se verá. Ella siempre está entre indignada y perpleja y no da crédito a tanta villanía. “Estas medidas generan inseguridad jurídica”, dijo. “Dan la imagen de que esto es un país bananero”. Países tan bananeros como Italia y Reino Unido tienen previsto aplicar impuestos similares a las empresas energéticas.
Sánchez le recordó que el Gobierno de coalición belga prepara una medida parecida, y está presidido por un político liberal. La presidenta de Ciudadanos respondió con la fotocopia de una noticia que cuenta que el Gobierno de Draghi ha aprobado reducciones fiscales. Para Arrimadas, estos impuestos extraordinarios sobre beneficios millonarios forman parte del “manual del buen populista”.
Algo de populismo había en su propuesta de que el Gobierno adelgace para combatir la inflación. El Gobierno de coalición cuenta con muchos ministerios y altos cargos, pero resulta difícil saber cómo afecta eso al precio de los combustibles y los alimentos. “Usted personalmente, ¿qué esfuerzo hace? ¿Qué asesor se ha quitado?”, preguntó a Sánchez. Lo mismo las empresas están más preocupadas por sus beneficios que por el número de asesores de Moncloa.
Según el baremo con que se mueve Arrimadas, el populismo se habría hecho también con el control de la Comisión Europea, que en marzo –mucho antes de que Sánchez se atreviera a dar este paso– recomendó a los gobiernos que contemplaran impuestos extraordinarios y temporales sobre los beneficios de las empresas energéticas para “capturar una parte de esos beneficios en orden a redistribuirlos a los consumidores”.
La mayoría de los comisarios del Ejecutivo europeo son conservadores o liberales. Hay días en que parece que toda Europa es populista, menos Arrimadas.
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