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Altos mandos crean una asociación para defender “los valores del militar” en el Ejército y cargar contra la conciliación

El Ejército ha vivido este marzo uno de esos pequeños cambios con un profundo calado para la institución. Por primera vez, una asociación militar compuesta únicamente de oficiales e impulsada por altos mandos ha tomado la palabra en el Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas (Coperfas). Es el órgano donde el Ministerio de Defensa debate cuestiones laborales con estas asociaciones, la única figura disponible para que los militares, que tienen prohibido sindicarse, defiendan sus derechos colectivamente. Desde 2012, cuando se celebró su primera reunión, las discusiones han estado copadas por los generales del Ministerio frente a los soldados, cabos y sargentos representantes de las asociaciones. Aunque entre los miembros de algunas de ellas también hay oficiales, la tropa o los suboficiales eran mayoritarios en todas ellas. Hasta ahora.

El pasado viernes, una comandante tomó la palabra en nombre de Aprofas, una asociación reservada solo a oficiales. Se rompía así una exclusión de 12 años, más elegida que impuesta. “Los oficiales siempre hemos sido muy reticentes a las asociaciones y a este tipo de conductos para manifestar una opinión. Siempre hemos creído que nuestra asociación son nuestros propios jefes. Pero es verdad que hoy en día ese no es el único canal”, explica Ángel Descalzo, coronel y presidente de Aprofas, en conversación con eldiario.es.

En la carta de presentación que hicieron llegar a los oficiales, la asociación anunció un compromiso de “defender los valores del militar”. Preguntado a este respecto, su presidente cita “el compañerismo, la lealtad, la disciplina” y “anteponer los intereses de la institución a los intereses particulares”. Para Descalzo, muchos militares han perdido estas convicciones y “no se creen su Ejército”, algo que también ocurre en el resto de la sociedad y en la clase política.

“Hay mucha gente en la sociedad española que no se cree su Ejército. Que dicen bueno, están ahí. Hay políticos que no se creen el Ejército. Piensan que con tener 2.500 personas que poder desplegar en Afganistán, Líbano o Malí, les sobra. El resto, lo que estén haciendo las unidades aquí, les trae sin cuidado”, denuncia.

Contra las medidas de conciliación

Prueba de esta pérdida de valores es el aumento de las medidas de conciliación en el cuerpo, expone Descalzo: “Hay profesiones en las que no ocurre eso, pero consideramos que la nuestra es diferente. Aquí un día te van a decir: prepara tu equipaje que mañana estás en Kabul o Bamako. Creemos que para estar ahí y hacer un buen trabajo es necesario olvidarte de tus intereses particulares, ponerlos en un segundo plano”.

Para el coronel, una “política de máximos” en conciliación “va en contra de potenciar la operatividad de las unidades”. Una de las medidas que cita es la ampliación del cupo de militares que podrán quedar exentos de guardias y cometidos especiales para cuidar de menores a su cargo. Hasta ahora, tenían derecho a esta conciliación aquellos con hijos menores de cuatro años, edad que ha crecido hasta los doce. “Si esto no tiene un límite al final los únicos disponibles serán los soldados solteros y sin compromiso. Los demás estarán a parte porque no harán guardias, no harán servicios, no saldrán de maniobras o no desplegarán en operaciones por una serie de medidas de conciliación”, manifiesta el coronel.

Como modelo a seguir, Descalzo señala las Fuerzas Armadas de EEUU: “En el Ejército norteamericano las medidas de conciliación son las 16 semanas de después del parto. Punto. No hay más. No hay horas de lactancia, no hay horario flexible de entrada y de salida. No hay absolutamente nada más. Es verdad, les tienen que poner una salita a las madres para que puedan dar el pecho a sus hijos o sacarse la leche. Pero esa hora, hora y media que tarden, luego la recuperan con una jornada más larga. Esa es su medida de conciliación. ¿Por qué? Porque los americanos se creen su Ejército. Lo utilizan, saben de la necesidad de estar bien preparado”.

“Aquí en España, por desgracia, mucha gente no se cree lo del Ejército. Los militares se lo tienen que creer. Si no tienes a la gente disponible, no participa en ejercicios, no sale de maniobras, no vas a tener una unidad cohesionada y preparada para el despliegue. Desplegar 3.000 soldados requiere tener 12.000 con capacidad de desplegar”, glosa.

“Consideramos que las medidas de conciliación son totalmente necesarias y que estamos llegando a comprender mucho las situaciones para que la gente pueda dar el máximo rendimiento de una forma más flexible”, aclara Descalzo, “pero es verdad que tienen que tener un límite. Cuidar a la gente es importante pero en ciertos momentos es secundario con respecto a otras cosas”.

Reticencias por parte de los oficiales

Las reticencias con las asociaciones militares por parte de la escala de oficiales han sido patentes desde su legalización en 2007. Llegaron al punto de que, en el Ejército, el calificativo “sindicalista” ha sido usado peyorativamente para apuntar a los soldados que las representan. “A mí me han llamado sindicalista y rojo. Me han dicho que me voy a cargar el Ejército y, por la otra parte, me han dicho que somos una correa de transmisión del propio mando que me ha incrustado ahí como un caballo de Troya. Me han criticado por los dos extremos”, revela Descalzo.

Según ha podido comprobar este medio, el resto de asociaciones también recelan de la nueva asociación de oficiales. Excepto una, que representa a los suboficiales, la escala de Tropa y Marinería es la mayoritaria en las demás. Varias fuentes advierten de la cercanía de los miembros de Aprofas con la cúpula de Defensa. El propio Descalzo ocupa el puesto de Secretario Técnico de la Dirección de Personal del Ministerio. Junto a la comandante que tomó la palabra en el Coperfas, un teniente coronel completa la dirección de la asociación.

Durante la conversación con eldiario.es, el presidente de Aprofas afirma que ningún partido político se ha puesto en contacto con la asociación, lanzada a finales de 2018. También niega que la voluntad de entrar a las instituciones esté motivada por el contexto político actual: “No hablamos de política en los cuarteles. No hablamos casi ni de fútbol”.