Feijóo activa la cuenta atrás de Casado
Se abre el telón y aparece un exultante Alberto Núñez Feijóo y un cariacontecido Pablo Casado. No es 12 de julio ni tampoco 2020. Imaginen la escena dentro de un par de años o tres, quizá unos meses antes de las próximas generales. Una apuesta fallida frente a un líder aclamado por cuadros y bases. Esta es la resultante. Al menos la que vislumbran algunos cuadros del PP a medio plazo, tras las elecciones gallegas y vascas. No será pronto ni fácil, y es probable que tampoco en un congreso extraordinario.
Paso a paso. Pablo Casado intentará ahora afrontar todos los congresos provinciales para amarrar a sus huestes en los territorios y, en teoría, debería convocar un congreso ordinario antes de febrero de 2021. Así que Feijóo se dedicará ahora sólo aparentemente a la Xunta. Se dejará querer y esperará. Cuando desembarque en Madrid, si lo hace como pronostican algunos de sus correligionarios, será mediante una operación rápida, quirúrgica y con el aval de una cuarta mayoría absoluta en Galicia. “La suya será una elección por aclamación y no por elección”, sostienen los críticos de Casado. Son los que ya ven la sombra del gallego proyectada sobre la calle Génova. Más que nunca.
Y es que sin siglas, sin gaviota y sin más presencia de la dirección nacional en su campaña que la estrictamente necesaria del líder popular, el gallego se erige en referente indiscutible de un partido que no ha atinado con el rumbo a seguir desde que salió del Gobierno. Feijóo se ha impuesto en las elecciones del 12J, pero gana también en su apuesta de una derecha moderada, sin estridencias y alejada del discurso exaltado de VOX, el que ha emulado Pablo Casado desde las últimas elecciones generales de la mano de los restos del “aznarismo”.
El presidente de la Xunta, aunque Génova se resista, acaba de activar con su incuestionable victoria la cuenta atrás de Casado, que al triunfo del PP de Feijóo añade esta noche el fracaso de los resultados en Euskadi de “España Suma”, su gran apuesta para la refundación de la derecha española. Más que sumar, la alianza con Ciudadanos en Euskadi, ha restado al PP tres de los nueve diputados que obtuvo hace cuatro años y ha permitido, además, que VOX obtenga un parlamentario por Álava. Ahí es nada. Abascal ya puede empezar a decir que es profeta en su tierra gracias a Pablo Casado. Feijóo crece con el 12J en la misma proporción que mengua el liderazgo de quien hoy aún es presidente de los populares.
Así que hoy mismo empezará otra vez el debate sobre el rumbo que ha de tomar el partido. Al fin y a la postre, Carlos Iturgáiz, el candidato de Euskadi, fue una apuesta personal del líder del PP y ha sido un rotundo fracaso, pese a que en la dirección nacional sostienen, para consolarse, que ha frenado la tendencia a la baja de Alfonso Alonso. Sin embargo, precisamente VOX ha irrumpido por primera vez en la Cámara de Vitoria con un parlamentario obtenido en el feudo de Alonso, que dimitió por negarse a encabezar la coalición con Ciudadanos y por el rumbo que había trazado Casado en el partido, junto a García Egea y Álvarez de Toledo, en el Congreso.
Casado se resistirá al debate e intentará camuflar su fracaso con los resultados de sus competidores, especialmente de PSOE y Podemos. No en vano, en Galicia los socialistas han sido sorpassados por el BNG y los morados y las mareas se han quedado sin representación en el Parlamento por sus peleas internas, tras haber sido segunda fuerza en 2016 con 14 diputados.
Es cierto que Iglesias se ha convertido en compañero de drama de Casado en unas elecciones que, dicho sea de paso, han arrojado pocas sorpresas sobre lo que pronosticaban las encuestas respecto al signo de los gobiernos y el retroceso de la izquierda.
Los morados no rentabilizan su presencia en el Gobierno. Más bien lo contrario. Pagan un alto precio tal vez por ello y seguro que por carecer de un partido organizativamente estructurado, más allá de la camarilla que rodea a Iglesias, que tendrá que hacerse mirar detenidamente la debacle a la que llevado a la marca que irrumpió con fuerza en la escena nacional hace apenas seis años. El resultado del PSOE, por su parte, tampoco es para tirar cohetes ni para que Pedro Sánchez saque pecho. En Euskadi suma un diputado más a los 9 que ya tenía, por lo que no saca rédito de la entente con el nacionalismo vasco en Vitoria, y en Galicia se queda como estaba, aunque con casi 10.000 votos menos y sin recoger nada de la hecatombe de las llamadas mareas.
Los partidos del viejo partidismo no tienen mucho de qué presumir porque en el PP la estrategia la marca Casado y de todos es sabido que Feijóo no ha hecho de su discurso una marca nacional, por mucho que anoche el secretario general del PP, Teodoro García Egea viniese a decir que lo de Galicia es una victoria del tándem Casado-Feijóo sobre el que forman Sánchez e Iglesias. El de Feijóo, como lo fue el de Manuel Fraga, es un proyecto adaptado en términos de identidad, el galleguismo que tanto explotó el presidente fundador para combatir su temor de que Galicia, como el resto de las Comunidades históricas, se echase en manos del nacionalismo, de derechas o de izquierdas pero nacionalismo. Y Casado sigue sin enterarse de nada. Así le ha ido.
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