Feijóo escora su discurso a la derecha y recurre a Aznar y Rajoy ante unas inciertas elecciones

Aitor Riveiro

14 de mayo de 2023 23:21 h

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“Solo tenemos seguro Madrid y Murcia”. La frase la pronunció uno de los principales dirigentes del PP a dos días de arrancar la campaña electoral del 28M y pone de evidencia lo incierto del resultado de una cita que repartirá buena parte del poder territorial de España y que servirá de lanzamiento de las generales previstas para diciembre. El líder del partido, Alberto Núñez Feijóo, anticipó una presencia limitada para asistir finalmente a decenas de actos en las próximas dos semanas. El éxito o el fracaso en las urnas dependerá de un puñado de votos. Para disputar los de Ciudadanos y Vox, el PP recurre a los clásicos: escorar su discurso a la derecha y movilizar a dos de sus iconos, José María Aznar y Mariano Rajoy.

Con las expectativas rebajadas, en el partido de Alberto Núñez Feijóo dudan entre poner el foco en la noche electoral, en la que confían imponerse en las elecciones municipales y tener un mapa de España casi completamente azul, o en los gobiernos que se logren tras las ineludibles negociaciones que depararán la casi total ausencia de mayorías absolutas. 

El propio Feijóo ha terciado en la soterrada disputa interna con una frase categórica pronunciada en el penúltimo acto de precampaña, celebrado el jueves en Valencia. “Nosotros no vamos a gobernar perdiendo. Solo vamos a gobernar ganando”, dijo. 

“”Hay algunos que no les importa ganar“, siguió en Valencia, donde criticó a quienes asumen que van ”a perder“, pero se conforman con ”poder gobernar“. 

La afirmación llegó casi a la vez que el CIS preelectoral. Y supuso un jarro de agua fría para quienes aspiran a gobernar con el apoyo de otros, como Vox, aún quedando segundos. Es el caso de Paco Núñez en Castilla-La Mancha, o de María José Guardiola en Extremadura, a donde se fue Feijóo por la tarde a la tradicional pegada de carteles. 

Le pasó en 2019 al PP en multitud de sitios. A Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida en Madrid, por ejemplo. O a Juan Manuel Moreno un año antes, en Andalucía. Los principales centros de poder de Feijóo lo son tras sus tan criticados “pactos de perdedores”. De hecho, el propio Feijóo prefirió darle la capital de Ourense al tercer partido antes que al PSOE, ganador en las urnas. A cambio el PP retuvo la Diputación. El alcalde de Ourense ha sido grabado hablando de blanquear dinero, y el presidente provincial, José Manuel Baltar, irá a juicio por conducir a 215 por hora un coche oficial un domingo por Zamora camino no se sabe muy bien hacia dónde.

La encuesta más la tesis de Feijóo limitan las opciones del PP de robar gobiernos autonómicos, el objetivo que se marcó la propia dirección del partido. Y pone en duda algunas ciudades, incluida la capital de España.

Agricultores vs ecologismo, okupación y ETA

Las encuestas previas al lanzamiento formal de la campaña, no solo la del CIS, han limitado la euforia en la sede nacional de la madrileña calle de Génova. El trasvase de votos desde el PSOE al PP se ha contenido, e incluso reducido. El propio Feijóo reconoció en una reunión ante la Junta Directiva que los socialistas iban a aguantar mejor de lo previsto este 28M.

Uno de los motivos está en la resistencia de los candidatos municipales, lo que ayuda también a los autonómicos. En Madrid, por ejemplo, las huestes de Ayuso han dado ya por imposible algunos bastiones rojos del sur y del este de la región, cuando hace un año se aventuraban a anunciar el asalto de Fuenlabrada e incluso Rivas, dos iconos de la izquierda madrileña. Otro ejemplo es Sevilla, en Andalucía. O Toledo y Cuenca, en Castilla-La Mancha. Grandes ciudades que el PP suspiraba con ganar, pero que se escapan entre los dedos.

El problema es que hay demasiadas plazas que se decidirán por un puñado de votos. Dependerán de la participación, de si Podemos e IU logran superar los umbrales y obtener representación en determinados municipios y comunidades autónomas o de errores de última hora. 

El equipo de Feijóo ha optado por afrontar la campaña con un endurecimiento de su discurso. Lo hizo recientemente con el CGPJ, aunque para ello tuvo que contradecir al comisario de Justicia de la UE, Didier, Reynders, a quien el PP ha intentado mimar en los últimos años al ser lo único parecido a un aliado que le queda en el Ejecutivo comunitario.

Pero ha sido el recurso de ETA el que ha confirmado el giro estratégico del PP. La inclusión de  una cuarentena de exterroristas en las listas municipales de EH Bildu ha motivado la indignación de la derecha, y una competición entre Vox y el PP por ver quién muestra más desazón con un hecho que, además, ambos imputan al Gobierno.

Este viernes, en el acto de lanzamiento de la campaña en Toledo, Feijóo pidió expresamente a los afiliados y cargos socialistas que dejaran su militancia en el PSOE por las listas electorales de EH Bildu. “No he visto a ningún candidato levantar el teléfono y decirle que ya está bien de desmanes y despropósitos. No he visto a ninguno levantar la mano en el Comité Ejecutivo Federal del PSOE y decir, ”esto no lo voy a aceptar“, dijo el líder del PP pocas horas después de que el candidato del PSOE en la región, Emiliano García Page, mostrara su rechazo al hecho denunciado.

Y eso que hay dirigentes del PP que sostienen que ETA ya no mueve un solo voto. Pero en este caso la disputa no es tanto entre bloques como dentro del propio bloque de la derecha. Y ahí sí puede haber una transferencia que recibir… o que intentar detener.

El pasado lunes, el portavoz del PP, Borja Sémper, no quiso responder a preguntas sobre las palabras en Durango (Bilbao) del director de Gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, quien dijo en un acto de su candidatura (cierra la lista local): “En el País Vasco hay un ambiente irrespirable, sin libertad ni democracia”.

“No voy a comentar las frases de un director de gabinete”, dijo el portavoz. El quiebro de Sémper fue respondido por la propia Ayuso, quien dijo que EH Bildu quiere “instalar una dictadura de ultra izquierda” en Euskadi y “expandirse a otras provincias”.

Pese a las reticencias de alguien que ha hecho política en Euskadi durante décadas, y cuando ETA existía y mataba, Feijóo ha asumido más el discurso de Ayuso que el de Sémper. El jueves en Valencia, el líder del PP recurrió a la memoria de la fallecida Rita Barberá para pedir el voto a su partido ya que una de las exetarras integrantes de las listas de EH Bildu fue detenida por supuestamente planear un atentado contra la entonces alcaldesa de la ciudad.

“Por eso, solo por eso, les pido que no voten al PSOE”, dijo. Inmediatamente después sacó otro tema que el PP de repente ha situado en el centro de su discurso electoral: la ocupación. Aunque la derecha siempre ha hecho un uso propagandístico de este problema minoritario, según todos los datos, ahora Feijóo acusa directamente al Gobierno de coalición de “fomentar la okupación ilegal” y de “empezar a hablar de la expropiación de viviendas”.

Este ha sido en los últimos años un tema enarbolado por la ultraderecha de Vox, que ha hecho apología de organizaciones como Desokupa, algunos de cuyos miembros participaron al grito de “puta Ada Colau” en el intento de incendiar un conflicto en un barrio de Barcelona a pocas horas del inicio de la campaña. Entre otras perlas que han dejado los primeros actos de campaña, Feijóo ha dicho que el Gobierno de coalición “castiga más la violencia animal que la violencia de género” o que se ha “apropiado de las instituciones”.

A por el voto de Vox (y lo que queda de Ciudadanos)

En los últimos mítines, con un marcado carácter nacional y centrado en el mantra “derogar el 'sanchismo'”, el PP ha optado por lanzar mensajes duros que han rozado en algún momento el uso de bulos ya desmontados, como cuando Feijóo dejó caer en Badajoz que el Gobierno de coalición se dedica a demoler presas hidráulicas por toda España. Precisamente la sequía es uno de los grandes temas de la campaña, en buena parte por culpa del propio PP y de uno de los principales aliados de Feijóo: el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, y su ley para legalizar regadíos en Doñana.

Tras pasar de puntillas por el tema y desmentir a su propio portavoz, Borja Sémper, sobre una conversación que mantuvo con la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, el PP ha pasado al ataque y ha convertido el gravísimo problema del agua en una dicotomía entre agricultores y ecologistas, obviando que abril ha sido el mes más seco y caluroso desde que hay registros.

El candidato castellanomanchego, Paco Núñez, lo dijo en un acto informativo en Madrid el pasado martes claramente: “Entre los ecologistas y los agricultores, me quedo con los agricultores”. Como si ambas fueran incompatibles. Sus palabras no gustaron en Génova. Pero han sido adoptadas como parte del discurso de Feijóo. En Valencia, en Badajoz y en Toledo, el líder del PP planteó la cuestión de la sequía en España como un asunto solo de índole económica y referida a la agricultura y la ganadería.

Ni una palabra sobre la emergencia climática. Nada sobre el uso ilegal de un bien tan preciado como el agua. Ausencia total de referencias a posibles problemas en el suministro a los hogares para el consumo humano al que se enfrentan amplias zonas de España.

No. A dos semanas de las elecciones, el agua es para el PP un asunto de ganaderos y agricultores. “El problema es que llevamos cinco años utilizando la ideología por encima de la tecnología”, lanzó Feijóo, quien acusó al Gobierno “de provocar el colapso de la agricultura española”.

El líder del PP prometió invertir entre 40.000 y 50.000 millones de euros en medidas destinadas a garantizar el riego del campo. “Respeto el campo español. A los productores no se les engatusa con ayudas, se le tiene que tener más respeto que acordarse el día del arranque de la campaña”, dijo tras hacer sus promesas en el arranque de la campaña. “Me dedicaré en cuerpo y alma al agua durante cuatro años. El campo no quiere que se riegue con ayudas, quiere regar sus tierras para producir y vender. El campo merece un respeto”, concluyó.

La disputa por el voto rural es otra muestra de las dudas de Génova y de cómo la competición con Vox será clave en este proceso electoral. En la sede nacional del PP creen que Ciudadanos ya está amortizado y que ya han recibido todo el trasvase de voto posible. Salvo excepciones, casi nadie cree que el partido que una vez fue el tercero más votado de España resista el 28M. 

Pero la ultraderecha tiene un suelo firme, en parte con exvotantes del PP que no tienen intención de volver, al menos de momento. Aunque su implantación municipal es leve y no alcanza a presentarse en toda España, Vox será determinante en muchos sitios para formar gobiernos, tanto locales como autonómicos.

En el PP no quieren abrir ese melón antes de que los ciudadanos vayan a las urnas. De momento están centrados en intentar no dejar ese flanco descubierto. Contra sus supuestos aliados en la derecha también ha tenido mensajes Feijóo en este arranque de campaña. Y no precisamente amables.

El PP ha recuperado además a dos de sus viejas glorias para esta campaña. José María Aznar intentará pescar en la derecha más enardecida, y Mariano Rajoy en espacios más sosegados. Ambos expresidentes participarán en diversos actos de campaña con líderes regionales como Ayuso o Fernando López Miras (Murcia). Feijóo coincidirá con ellos, como ya hizo en febrero pasado en la Intermunicipal del partido.

Entonces, la ausencia de Pablo Casado enturbió un poco la fiesta. En el PP lo arreglaron con una comida entre ambos presuntamente secreta que acabó publicada en la prensa. Casado dijo que su nueva actividad económica es incompatible con la política. Y fin de la polémica.

Feijóo, que intentó crecer moderando el discurso del partido cuando llegó a Madrid en abril de 2022, ha recaído en campaña en la derechización de su mensaje. Hace un año trató de ofrecer una imagen de hombre de Estado, centrado en la gestión y no en las batallas culturales. Luego la realidad se impuso, con desplantes ante la Comisión Europea y el uso de la Política Exterior como arma electoral o la estrategia de azuzar una crisis económica que, pese a las complicaciones reales provocadas por la pandemia y la guerra de Ucrania, nunca ha terminado de llegar.

El líder del PP tendió la mano al (hipotético) votante socialista desencantado con Pedro Sánchez y sus alianzas parlamentarias, las leyes trans y del solo sí es sí, o la reforma de la sedición y la malversación, que les sirvió de excusa para no renovar el CGPJ.

Con el arranque de 2023, Feijóo fichó a Borja Sémper e intentó recuperar ese perfil centrista y transversal que se había dejado en el cierre del año. Cinco meses después, ha vuelto a la casilla de salida.