La oficialidad del catalán, el gallego y el euskera en la UE seguirá, en principio, en el congelador. Hungría, que es el país al que corresponde asumir la presidencia rotatoria del Consejo el próximo semestre y, por tanto, organizar el trabajo interno de los 27, no tiene perspectivas de retomar el asunto, que se quedó prácticamente en standby después de que España cediera el testigo a Bélgica.
“No hay la intención”, ha respondido el embajador húngaro en la UE, Bálint Ódor, a la pregunta sobre si pretende introducir el asunto en el orden del día de próximas reuniones del Consejo de Asuntos Generales, incluso para su votación. Lo que sí ha puntualizado es que, “si hay una necesidad de debatirlo”, se introducirá en la agenda.
España planteó la oficialidad de esas tres lenguas en la UE en el mes de agosto a raíz de las negociaciones con las fuerzas independentistas para la investidura de Pedro Sánchez. Hacer oficial en catalán en la UE fue uno de los compromisos. A partir de ahí, lo introdujo en todas las reuniones de los responsables de Asuntos Europeos, a pesar de que varios países mostraron sus reticencias a dar ese paso, que requiere de la unanimidad de los 27 para aprobarse.
Entre las dudas que han expresado algunos de los países está la necesidad de presentar un informe sobre las implicaciones legales y económicas de hacer esas tres lenguas oficiales. Y lo que esperan es que se ponga una propuesta más clara sobre la mesa por parte de España, pero aún no ha llegado. La Comisión Europea realizó un informe preliminar sobre los costes, que cifraba en 132 millones anuales hacer oficiales las tres lenguas. España siempre ha dicho que asumiría los gastos.
Lo último que presentó el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, fue un documento en el que expresaba la singularidad de las lenguas oficiales españolas para incluirse en el catálogo de la UE. Además de que son lenguas con reconocimiento constitucional y que se hablan ya en el Parlamento nacional, lo que esgrime el Gobierno es que se trata de una cuestión de “identidad nacional”. Con esos argumentos, el Gobierno pretende convencer a los socios europeos de que no habrá después una reacción en cadena de otras lenguas minoritarias para reclamar la oficialidad en la UE.
Pero desde marzo no ha habido más movimientos y la intención de Hungría es mantener el asunto en el cajón, a la espera de que España vuelva a mover ficha.