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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Iglesias y Mélenchon preparan una alianza en las próximas elecciones europeas “para detener los monstruos del fascismo y la xenofobia”

El Bella Ciao ahora es una canción tarareada en muchos institutos españoles gracias a La Casa de Papel. Aquel himno partisano italiano, de resistencia y lucha contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial cobra sentido en estos días de auge de la extrema derecha europea más allá de la serie de Netflix.

Pero el Bella Ciao no es el único himno partisano. En Francia, cantan Motivé, una canción que anima a ponerse en pie ante las injusticias. Y Motivé fue la banda sonora del acto madrileño en el que los líderes de Podemos y la Francia Insumisa presentaron en sociedad su alianza europea “para detener a los monstruos del fascismo y la xenofobia”.

“Este canto”, explicaba Jean Luc Mélenchon, “es un canto de resistencia en contra de los nazis. En Francia lo cantaban de una manera dramática, y ahora se canta algo más tranquilo, porque sabemos que nosotros hemos vencido. Y esto importa”.

En Hungría gobierna Victor Orbán, ultraderechista que pertenece al Partido Popular Europeo; en Italia, la Liga Norte de Matteo Salvini con el M5S; y en Polonia, la extrema derecha de Ley y Justicia. Y, para 2019, se prevé un potente grupo de extrema derecha en el Parlamento Europeo.

Frente a ello y para combatir a esos “monstruos” y plantear otro modelo de construcción europea alternativo al existente y opuesto al de la extrema derecha, Podemos, la Francia Insumisa y el Bloco de Esquerda portugués han lanzado una alianza internacional con el manifiesto “Ahora el Pueblo”, al que se ha sumado el irlandés Sinn Féin, el Vosemmisto finlandés, el Vanterpartiet sueco –han mejorado sus resultados en las elecciones de este domingo– y el Enhehsliste danés.

“Este monstruo es hijo del liberalismo”, explicaba Mélenchon, , “es la hora negra del fascismo, del racismo, de la xenofobia y al final esto acaba siempre igual: con regímenes dictatoriales y guerra. Hay que dar la voz de alarma”.

Pablo Iglesias reivindica la herencia de la revolución francesa: “Libertad, igualdad y fraternidad; valores de los revolucionarios franceses para hacer frente a los reaccionarios y los fascistas. Nos confabulamos para detener el fascismo en Europa: no vamos a consentir la guerra del penúltimo contra el último. Los enemigos son los que tienen cuentas en Suiza, los que roban, los que mienten, los que privatizan, los que controlan lo que vemos y escuchamos”.

“Nos reconocemos de izquierdas”, explica Iglesias, “pero si los que nos llamamos de izquierdas no llenamos el significante con políticas sociales abrimos la puerta a la extrema derecha. Y asumir el reto de los significantes es hablar de seguridad: no tiene nada que ver con antidisturbios ni concertinas ni vallas, sino escuela pública y gratuita, salarios, seguridad para los autónomos, ley de dependencia, sanidad pública.... El problema de la UE es que dejó de ofrecer seguridad. El significado de la victoria antifascista era un programa entre socialdemócratas y democristianos: estado del bienestar. Esa era la diferencia europea. Y cuando no hay seguridad, llegan los monstruos del fascismo, la extrema derecha y la xenofobia. Y hemos de dar seguridad hablando de derechos sociales”.

Iglesias, además de reclamar seguridad para los derechos sociales, reclama recuperar soberanía: “Ser europeístas no es contradictorio con ser soberanistas: no quiere decir independizarse, sino respetar la palabra del pueblo”. En ese sentido, el líder de Podemos reclama pensar Europa en un sentido geoestratégico y superar la estructura de la OTAN: “¿Tiene sentido que haya bases militares cuyo comandante en jefe sea Donald Trump?”, se pregunta.

“El problema de las instituciones europeas es que no las vota nadie. Sólo pedimos democracia, no puede ser que el BCE no tenga control democrático. Pedimos democratizar, eso es defender la soberanía”, abunda Iglesias.

“La UE es la propiedad privada de los liberales”, proseguía, “y dicen que no hay democracia fuera de los tratados, cuando la democracia precisamente consiste en cambiar las reglas, las leyes y las normas. Hay que salir de los tratados que nos obligan a vivir en lucha unos contra otros, sin preocuparse en primer lugar de la naturaleza y la armonía con ella”.

Mélenchon también señala las migraciones: “¿Cómo voy a dejarte morir en el mar? La gente no se va de su patria para hacer turismo social, se van como se fueron 500.000 jóvenes españoles porque el exilio es una violencia, y lo hemos conocido aquí con nuestros hijos que se van y no vuelven a casa y no vemos a los nietos. Son seres humanos, no cifras. En todas las guerras las naciones de Europa tienen metidas las manos, se van por la miseria. Es culpa de este sistema nuestro”.

“Tenemos un punto de apoyo”, explica el líder de la Francia Insumisa, “el movimiento Ahora el Pueblo; una bandera común, el interés general humano; una doctrina, el nuevo humanismo, y un espacio de fuerza: nuestras patrias y el mar Mediterráneo”.

La alianza, de momento, no parece tener traslaciones orgánicas: el Bloco seguirá en el Partido de la Izquierda Europea –el PIE, donde están, por ejemplo, Syriza e IU, que concurrirá con Podemos a las europeas–; y el GUE –grupo del Parlamento Europeo de izquierdas donde están Podemos, IU, Bloco, insumisos, Syriza, entre otros– de momento no parece alterarse, aunque según como sea el reparto de escaños en mayo de 2019 podría haber algún tipo de modificación.

Algunos, tanto en el GUE como en los Verdes, apuestan por un grupo que supere al GUE y unifique a los ecologistas de izquierdas y con parte del GUE –excluyendo, quizás, a partidos comunistas más ortodoxos–. De alguna manera, sería una traslación en grupo parlamentario de lo que puede significar una lista electoral como la de Unidos Podemos sin necesidad de repartirse entre diferentes grupos tras las elecciones.

En todo caso, dirigentes de los partidos que conforman Unidos Podemos apuestan, de momento, por esperar a los resultados electorales; ver cómo quedan GUE, Verdes, S&D y, en último término, por sumar más que por escindir.

¿Para qué? Para, como quienes cantaban el Bella Ciao en Italia y el Motivé en Francia, “detener los monstruos del fascismo y la xenofobia”.