Ignacio Morchón, el señor de los crematorios en Valladolid, observa desde una celda como su imperio está a punto de hacerse cenizas. El emprendedor de Torrelobatón, el magnate de las funerarias, está hoy junto a su hijo, un prisión preventiva. Ambos están imputados junto a 16 personas más por delitos de organización criminal, fraude a la hacienda pública, estafa continuada y blanqueo de capitales.
La historia, cuyo final empezó a escribirse el pasado 31 enero con la Operación Ignis, arranca en una tierra dura, enclavada en los Montes Torozos, una de las zonas más fotogénicas de Valladolid. El castillo de Torrelobatón, símbolo de la lucha de los comuneros, se recorta en su horizonte. Allí se rodó El Cid, con Sofía Loren y Charlton Heston. Fuera de sus picos turísticos, la labranza es lo que mantiene a sus poco más de 400 habitantes. No hay mucha oportunidad de negocio allí. Morchón y su mujer empezaron con una modesta pescadería.
Por aquellos tiempos se ganó el apodo de “el minuto”, porque siempre pedía un minuto para atender a los clientes. El negocio daba para sobrevivir, pero él tenía otras miras más altas. Morchón era un tiburón de secano y tenía ojo para saber cómo hacer dinero. Su pueblo quedaba a poca distancia de la A-62, la gran arteria siempre copada de coches y camiones, la ruta más utilizada por los portugueses emigrados que iban y volvían a casa. Los accidentes eran muy frecuentes y allí vio “el minuto” su oportunidad empresarial. Montó una pequeña funeraria en los 80, trasladando en furgoneta a Portugal los cadáveres de los que se habían dejado la vida en la carretera.
No le fue mal, siempre era el primero en llegar al lugar del siniestro. Dio el salto a Valladolid en 1986 con la Agencia Funeraria Castellana. De complexión fuerte aunque no demasiado alto, era aficionado al rugby, un deporte de moda con muchos adeptos en la ciudad y con un equipo también estrella, El Salvador. Ese fue el nombre de su primer tanatorio y del grupo empresarial con el que no ha dejado de expandirse por toda la provincia. Tiene hasta un cementerio privado. El negocio tan próspero que reinvertía ganancias en bloques enteros de edificios en el centro de Valladolid, en polígonos industriales o en terrenos de poblaciones en expansión como Arroyo de la Encomienda, conocida también por sus ilegalidades urbanísticas de la mano de políticos locales.
Morchón abarcaba todo: subastas, embargos... Cuando compró el edificio de la sede central de su grupo, en la calle Angustias, al lado de los juzgados, aún se recuerdan los pasquines que inundaron la zona. Los inquilinos de renta antigua quisieron plantarle cara. Implacable con los negocios pero generoso con los suyos, es difícil encontrar a quien hable mal de él en Torrelobatón: si había que aportar dinero para una iniciativa local, lo hacía, si había que patrocinar camisetas para un equipo de fútbol, él tampoco regateaba.
Más allá de los coches de alta gama que tiene toda su familia, no hace ostentación de su alto nivel económico. En el pueblo su casa es la misma de siempre, grande, pero no suntuosa, ubicada en el mismo edificio donde décadas atrás vendió pescado.
Morchón aprendió rápido. Su funeraria y sus tanatorios son los más publicitados: pagaba suplementos en los periódicos, ponía anuncios donde hiciese falta. ¿De dónde salía tanto dinero? La investigación realizada durante más de un año lo sitúa al frente de una organización criminal, uno de los cuatro delitos que le imputa la juez instructora. Los informes policiales señalan que desde que abrió su primer crematorio, en 1995, y hasta 2015, incineró cadáveres en féretros de bajo coste, sacando los cuerpos antes de meterlos en el horno. Algunos ni siquiera fueron reubicados, se cubrieron bajo una tapa, según la investigación que arrancó de la denuncia de un extrabajador enfadado. Los ataúdes más caros se vendían una y otra vez. Miles de euros que se pagaban por nada. Con las flores se hicieron prácticas similares, pasaban de un fallecido a otro hasta que se marchitaban.
Se calcula que se cremaron unos 6.000 cadáveres de forma irregular y que la estafa continuada asciende a varios millones de euros.
Después de años acumulando poder y relaciones nunca pudo imaginar que se le iba a investigar y eso que algunas pistas debieron hacerlo sospechar. Él mismo abrió la espita. En 2016, uno de sus empleados recién jubilado empezó a pedirle dinero. No estaba de acuerdo con la jubilación que le había quedado, así que le amenazó con denunciar todas las irregularidades cometidas a lo largo de 20 años. En principio sólo tenía dos salidas, o pagar, o esperar la denuncia. Tiró por la calle del medio y denunció al extorsionador, que se libró de la cárcel por carecer de antecedentes, aunque le cayó una condena de un año. Pero la Justicia tiró del hilo y descubrió que el exempleado condenado no mentía. Tenía pruebas y eran claras.
A la vez que estaban instruyendo la causa contra el por extorsionar, se abrió una pieza separada con todo su material que se declaró bajo secreto. Los documentos y las fotografías constituían indicios muy sólidos. Mostraban a los muertos fuera de sus ataúdes, reubicados en otros más baratos. De la laboriosa investigación tan sólo estaban al tanto unos cuantos funcionarios policiales y judiciales, no hubo fugas. La mañana en que detuvieron a media familia de Morchón, este tenía en su casa casi un millón de euros en efectivo.
Según ha podido saber eldiario.es, no era la primera vez que trampeaba. Años antes Hacienda le abrió un expediente porque no declaraba correctamente los ingresos del bar del tanatorio, una falta nimia comparada con todo lo que se encontraron los policías y los funcionarios de vigilancia aduanera en pasado 31 de enero. Tuvieron que llevar cuatro máquinas para contar el dinero.
En estos nueve días, Morchón ha pasado por momentos muy duros, pero sin duda el peor golpe llegó este viernes, con la detención de su hija menor. La mujer, de 33 años, era la directora gerente del Tanatorio El Salvador. Fue ella quien atendió a la decena de policías que pusieron el velatorio patas arriba el día que reventó la investigación. Con el gesto desencajado, al conocer la detención de sus padres, hermanos y otros familiares que trabajaban para ellos, siguió llevando el negocio familiar.
Varios agentes la interceptaron este viernes cuando iba a las oficinas, le comunicaron la detención y pasó a disposición judicial. No quiso declarar. Ahora está en el Centro de Penitenciario de Valladolid. Al igual que su hermano, si quiere salir tiene que aportar una fianza de 800.000 euros. Mientras la fortuna de los Morchón arde, los posibles afectados quieren saber si son sus muertos los que fueron quemados fuera de sus féretros y los bufetes de abogados se frotan las manos. La Policía sigue trabajando en el caso. “Quedan varias fases”, advierten.