La 'Operación Illa' no es nueva. No es la primera vez que un partido aprovecha el tirón que otorga sentarse en el Consejo de Ministros para tratar de atraer votos en unas elecciones. Es una práctica que vienen desempeñando desde hace décadas PP y PSOE: designar ministros como candidatos. Las marchas se han resuelto con crisis de gobierno, relevos puntuales en las carteras o incluso temporales porque el Gobierno ya estaba en funciones. Tampoco es una novedad que el ministro en cuestión se quede en el cargo tiempo después de haber sido anunciada su candidatura —como por ahora está haciendo el titular de Sanidad—, aunque sí es inusual.
Lo normal es abandonar el cargo de manera casi inmediata, aunque el socialista Juan Fernando López Aguilar permaneció cuatro meses al frente de Justicia, pese a que ya era candidato a la presidencia de Canarias. La oposición reprocha, además, que Salvador Illa compagine su precandidatura con el ministerio más sensible en plena pandemia. No obstante, su intención es seguir al frente de Sanidad hasta que empiece formalmente la campaña electoral, por lo que podría quedarse en el ministerio más tiempo en caso de que la situación epidemiológica obligue a aplazar las elecciones.
Illa tampoco es el primero que abandona Madrid para pelear por la Generalitat de Catalunya. Lo hicieron con distinto éxito Josep Piqué y José Montilla. El primero abandonó la cartera de Ciencia y Tecnología en septiembre de 2003 para encabezar la candidatura del PP el 16 de noviembre de ese mismo año. El mismo BOE publicó también el cese de Mariano Rajoy como vicepresidente primero y ministro de la Presidencia para competir en las generales que se celebrarían seis meses después. Piqué obtuvo 15 escaños, muy lejos de los cuatro de los últimos comicios, y lideró el partido en Catalunya hasta 2007. A partir de ahí funcionaron las puertas giratorias: presidió Vueling, fue consejero delegado de OHL, es consejero de Seat y Rajoy le nombró representante del Estado en Airbus. El que también había sido ministro de Exteriores e Industria ha dedicado buena parte de su carrera profesional al sector aeronáutico —fue consejero de Aena—, aunque también ha ocupado cargos en empresas como Abengoa.
Piqué compitió en 2006 con Montilla, aunque al cabeza de lista del PSC le fue mejor. Salió del Ministerio de Industria el 7 de septiembre de 2006 y, pese a perder varios escaños y quedar por detrás de Artur Mas, logró ser president del tripartito junto a ERC e ICV, una experiencia de la que aún se lamentan muchos socialistas y de la que tampoco tienen buen recuerdo los republicanos. Cuatro años después el PSC se desplomó y Montilla abandonó el liderazgo del partido. No obstante, fue nombrado senador por designación autonómica y mantuvo un escaño en el Senado hasta 2019. Al abandonar la política le fichó como consejero la empresa gasista Enagás, para la que trabaja desde su oficina de expresidente de la Generalitat.
Para esos comicios de 2010 también dejó su cargo otro ministro, Celestino Corbacho, entonces titular de Trabajo, aunque en su caso no fue para encabezar la candidatura. A pesar de que los socialistas vendieron su marcha como un refuerzo para el PSC, los resultados no les acompañaron. Corbacho se dio de baja de militancia de PSC en enero de 2018, justo después de las últimas elecciones catalanas. El que había sido uno de los alcaldes socialistas más emblemáticos del 'cinturón rojo' fichó por la candidatura que encabezó en las municipales Manuel Valls y actualmente es concejal independiente de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Barcelona, donde gobiernan en coalición comunes y socialistas.
Para las elecciones en Euskadi también ha habido fichajes en los consejos de ministros. Aznar colocó a un peso pesado en 2003 al situar al entonces titular de Interior, Jaime Mayor Oreja, como candidato con el objetivo de que el hoy autodenominado 'constitucionalismo' venciera a los nacionalistas vascos tras una dura campaña. Mayor Oreja era el ministro mejor valorado del gabinete en plena batalla contra ETA, pero su tándem con el socialista Nicolás Redondo no logró el objetivo y Juan José Ibarretxe siguió como lehendakari. Mayor Oreja se quedó en el Parlamento vasco hasta 2004, cuando Aznar le designó como cabeza de lista para las europeas. Repitió en 2009 y fue europarlamentario dos legislaturas. Allí fundó la federación europea One Of Us, que promueve los “valores basados en raíces judeocristianas”, como el rechazo al aborto o al matrimonio igualitario.
Frente al conservadurismo de Mayor Oreja, Rajoy optó por otro ministro para encabezar el cartel en Euskadi en 2016: Alfonso Alonso, que era entonces titular de Sanidad. El Gobierno estaba en funciones tras la repetición electoral y a la espera de que pasaran las elecciones vascas y gallegas para que el PSOE desbloqueara la situación mediante su abstención. Alonso, que ya lideraba el PP vasco, anunció su propia candidatura para las elecciones del 25 de septiembre el 1 de agosto y 15 días después se publicó su cese en el BOE. Alonso mantuvo la tendencia a la baja del PP, pero el batacazo del PSE camufló su caída. Cuatro años después Pablo Casado le fulminó como candidato y optó por un perfil duro, el de Carlos Iturgaiz, a las puertas de los comicios en los que los conservadores se hundieron hasta los seis escaños, pese a la entente con Ciudadanos. Alonso abandonó el liderazgo del PP vasco tras esa maniobra y le fichó el exministro socialista José Blanco para su consultora.
Las listas de las elecciones europeas suelen ser un buen refugio para quienes abandonan la primera línea en España, pero también los partidos han optado por ministros al frente para aprovechar el tirón. Rajoy colocó a Miguel Arias Cañete como cabeza de lista en los comicios del 25 de mayo de 2014. El anuncio se produjo el 9 de abril y Cañete siguió sentado en el Consejo de Ministros hasta el 28 de ese mes. Entonces el PP defendía que no era incompatible la candidatura con la cartera de Agricultura y Pesca. “Me parece mal que Cañete sea ministro por la mañana y candidato por la tarde”, criticaba el entonces líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. Los papeles ahora se han intercambiado. El bipartidismo se hundió en aquellas elecciones en las que el PP quedó en primera posición. Cañete, que protagonizó polémicas por conflictos de intereses así como por participar en el Consejo de Ministros que aprobó la amnistía fiscal a la que se acogió una empresa de su esposa, fue designado Comisario de Energía y Clima, un puesto que ocupó hasta 2019.
Pedro Sánchez aprovechó el arrastre de Josep Borrell, que encabezó la lista de los socialistas en las últimas europeas pese a mantener la cartera de Asuntos Exteriores, que tenía en funciones desde la celebración de las generales un mes antes. Borrell se quedó en el ministerio y ni siquiera recogió su acta como eurodiputado bajo el pretexto de “la incertidumbre de la investidura” de Sánchez. La interinidad se prolongó hasta principios de diciembre de 2019, cuando fue nombrado Alto Representante de la UE.
Durante las décadas en las que PP y PSOE han resituado fichas entre los ministerios o altos cargos y las papeletas electorales, también ha habido caminos de ida y vuelta. Es el caso de Manuel Chaves, que fue ministro de Trabajo con Felipe González, un puesto en el que cesó dos meses antes de las elecciones que lo catapultaron a la presidencia de la Junta de Andalucía en 1990. De ese puesto salió 19 años después hacia otro ministerio: el de Política Territorial. José Luis Rodríguez Zapatero justificó su nombramiento por su capacidad de “diálogo” con las comunidades autónomas. Los primeros coletazos de lo que más tarde sería la causa de los ERE habían empezado a ver la luz. Cuando el PSOE perdió las elecciones, Chaves mantuvo su escaño en el Congreso hasta que el Supremo le imputó en ese caso en 2015. Cuatro años después fue condenado por la Audiencia de Sevilla a nueve años de inhabilitación por prevaricación.
Más graves aún fueron las penas de Jaume Matas, que pasó de la presidencia de Baleares al Ministerio de Medioambiente con Aznar en el año 2000. De Madrid volvió a las islas como candidato del PP en 2003 —el cargo lo dejó tres meses antes— y se impuso con holgura en las urnas. Aguantó una legislatura como presidente pero los socialistas le arrebataron de nuevo el poder en las siguientes elecciones. A partir de ahí comenzaron distintos procesos judiciales, como el caso Nóos o el Palma Arena, que acabaron con múltiples multas y penas de cárcel. El pasado mes de agosto obtuvo el tercer grado al cumplir la mitad de los cuatro años y tres meses de prisión por los casos Nóos y Ópera.