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Las posturas de PSOE y Podemos abocarían a un bloqueo si ninguno se mueve: segunda investidura o elecciones

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias firman el acuerdo para los Presupuestos de 2019, el pasado octubre.

José Precedo / Irene Castro

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, es desde este jueves además candidato a una investidura para la que todavía no hay fecha. Lo propuso el jefe del Estado, Felipe VI, a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, tras la visita de rigor al Palacio de la Zarzuela y Sánchez aceptó el encargo.

Será Batet la encargada de fijar día y hora para la votación en la Cámara Baja para el debate que desembocará en la votación del próximo presidente. Cuarenta días después de las elecciones generales, el candidato del PSOE no tiene un voto más de los que cosechó la noche del 28 de abril, que en el cuartel general socialista se celebró con un triunfo rotundo: el partido había doblado en escaños al PP, hundido en el peor resultado de sus tres décadas de historia. Esa noche las bases gritaron “con Rivera no” en la explanada ante Ferraz.

Cuarenta días después, el PSOE tiene 123 votos asegurados para investir a Sánchez. Le faltan 50 para imponerse. Previsiblemente con 173 bastarán para reelegirlo presidente en segunda votación −la primera requiere de una mayoría absoluta que prácticamente se da por descartada− después de que JxCat anunciase este jueves que sus tres diputados presos no renunciarán a sus actas. Así que el recuento arrancará con tres abstenciones y 123 votos a favor. Ciudadanos y el Partido Popular afrontaron este jueves el trámite de contar al rey que no favorecerán por activa ni por pasiva la presidencia de Sánchez.

Los socialistas habían anunciado semanas atrás por boca de su secretario de organización, José Luis Ábalos, que su socio prioritario será Unidas Podemos. La coalición que lidera Pablo Iglesias tiene 42 escaños y entre la fontanería del PSOE se da por hecho que si se consigue el 'sí' de Unidas Podemos el resto será coser, cantar y hacer alguna cesión al PNV, que tiene otros seis, a Compromís que tiene uno y al PRC de Miguel Ángel Revilla, que tiene otro.

Pero Pablo Iglesias ya ha dicho que solo dará el apoyo a los socialistas si se firma un gobierno de coalición y entran dirigentes de Unidas Podemos en los ministerios. Y cuentan quienes hablan estos días con el líder de la coalición −herida tras los sucesivos batacazos electorales− que no es retórica para negociar, que Iglesias va a por todas, que apenas le queda oposición interna y que su liderazgo pasa por escenificar la fuerza de su grupo parlamentario menguante desde dentro del Gobierno, y por gestionar ministerios por primera vez. Lo dijo en el minuto de oro, que en realidad fueron 44 segundos, del debate de Televisión Española: “Y lo que quiero pedir a esa gente que piensa que la política no sirve para nada es una oportunidad, una sola, estar en un gobierno cuatro años y si después de esos cuatro años no hemos conseguido cambiar nada, no nos voten nunca más”.

El núcleo duro de Iglesias repite en público y en privado que no temen una repetición electoral y que Sánchez debe elegir entre gobernar junto a Unidas Podemos o hacerlo con Ciudadanos. Que la garantía, insiste, de que haya un gobierno de izquierdas en España es que Unidas Podemos pueda vigilar el cumplimiento del programa desde el Consejo de Ministros.

A la vuelta de Zarzuela, tras reunirse con Felipe VI, Iglesias insistió en que es Albert Rivera y no Sánchez quien frustra el pacto del PSOE y Ciudadanos y dejó otra advertencia: no concibe que el candidato socialista vaya a una investidura sin los apoyos garantizados. Los suyos de momento no los tiene y la semana que viene Pedro Sánchez empezará la ronda de llamadas.

El presidente en funciones se vio con Iglesias hace tres semanas y ambos salieron del encuentro exhibiendo optimismo. Pero por el medio se celebraron elecciones autonómicas, municipales y europeas, donde Podemos ha vuelto a hundirse, con un papel testimonial en autonomías y capitales de provincia. Aunque no hay unanimidad en el PSOE, la tesis que de momento se ha impuesto es que no habrá coalición ni ministros de Podemos en el futuro Gobierno. Dirigentes socialistas no descartan un pacto programático con la coalición que lidera Iglesias pero nunca a costa de reservarles ministerios. En el PSOE se ha impuesto la tesis de que Podemos no está en condiciones de exigir tras su calamitoso resultado del 26 de mayo, aunque algunas voces recuerdan que más vale dejar una salida al líder de un partido herido.

Ambas formaciones, según las fuentes consultadas, están dispuestas a jugar con el miedo del otro. El PSOE, con la idea de que otras elecciones podrían ser letales para Podemos y su líder que ha recibido duras críticas durante la última semana de dirigentes como el alcalde de Cádiz, Kichi, o su exsecretario general, Ramón Espinar.

Mientras en Podemos se insiste en que es Sánchez quien puede jugarse el gobierno a una repetición electoral agitando el espantajo del pacto con Ciudadanos. Esa especie de ruleta rusa puede dirimir la presidencia en unas semanas.

Con tono grave, Sánchez salió anoche a pedir ante las cámaras “altura de miras” a Partido Popular, Ciudadanos y Unidas Podemos en una de sus primeras comparecencias con preguntas −aceptó dos− tras su éxito en las generales.

“Las cuatro fuerzas tenemos que encontrar ese punto de equilibrio para facilitar la formación de ese gobierno y echar a andar”, dijo el candidato socialista metiendo al resto de partidos −a Vox no lo considera− en el mismo saco.

La semana próxima se acelerarán los contactos en medio de la barahúnda de negociaciones cruzadas que están siendo las negociaciones en las comunidades y ayuntamientos. Paradójicamente, quienes dan por hecho el Gobierno son quienes más tienen que perder: el líder del PP, Pablo Casado, y el de Ciudadanos, Albert Rivera, quienes este jueves descartaron cualquier posibilidad de abstenerse para que Sánchez sea presidente.

El PSOE necesita para que Sánchez repita en la Moncloa 176 votos en la primera votación o más 'síes' que 'noes' en la segunda durante la sesión de investidura. De lo contrario se pondría en marcha el reloj de la democracia, como en 2016, y habría dos meses de margen para lograr el acuerdo y una segunda investidura, con el rey de nuevo proponiendo candidato antes de disolver Las Cortes y convocar unas nuevas elecciones 54 días más tarde.

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