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Los inciertos efectos electorales de la división de la izquierda

Candidaturas izquierda

Alberto Ortiz / Ana Ordaz

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La división del espacio a la izquierda del PSOE puede condicionar mayorías en las elecciones del próximo domingo. Las últimas encuestas aventuran que la entrada o no de las fuerzas englobadas bajo el término Unidas Podemos –principalmente, la suma de Podemos, IU y Alianza Verde– en plazas como les Corts Valencianes, la Asamblea de Madrid o los ayuntamientos de Madrid y Valencia puede decantar que en esos lugares gobierne la derecha o la izquierda. Y eso que, en territorio valenciano, el espacio a la izquierda del PSOE lo conforman también fuerzas como Compromís y, en Madrid, Más Madrid. Además, las dos son candidaturas que, en ambos casos y, siempre según los sondeos, se sitúan por encima de Unidas Podemos en intención de voto. Pero esos estudios apuntan también a que todo dependerá de que el grupo confederal alcance o no el umbral mínimo de representación, que la ley establece en esos territorios en el 5%.

Con todo, al margen de este proceso electoral concreto, la conclusión sobre si a la izquierda le conviene concurrir a las urnas en una, dos o tres candidaturas, a luz de los datos y expertos consultados, es definitiva: depende.

“Hay que distinguir dos maneras de abordar esto: la más mecánica, de hacer números y ver cómo funciona la traslación de votos en escaños, y las operaciones derivadas del sistema electoral y otra de corte psicológico”, explica el politólogo y profesor de la Universidad Carlos III, Lluís Orriols. Esa cuestión mecánica defiende que la fragmentación en varios partidos penaliza más en las generales, en circunscripciones medias y pequeñas, que en las autonómicas y municipales, siempre y cuando no exista el riesgo de que una de las formaciones caiga del umbral del 5% que garantiza la representación, como podría ocurrir con Unidas Podemos en Madrid o Valencia estas elecciones. 

Pero luego está esa segunda parte psicológica. “La experiencia es que hay sumas que restan. Hay un componente importante de cómo se escenifica la unión, el elector tiene que percibir que no es solo una unión estratégica sino que es creíble, que hay una voluntad y un programa conjunto”, completa José Pablo Ferrándiz, doctor en Sociología y director de Opinión Pública y Estudios Políticos en la consultora Ipsos. 



La fotografía general que sale de los resultados electorales de las autonómicas de 2019 es que la falta de unidad de las fuerzas a la izquierda del PSOE no perjudicó demasiado al espectro progresista a la hora de construir mayorías absolutas, aunque podría haberlo hecho con escenarios más ajustados. De las nueve autonomías en las que las izquierdas concurrieron de forma separada ese año, en seis la unidad habría garantizado al menos un escaño más. En Asturias y Aragón, una única lista habría optimizado las posibilidades de la izquierda con tres diputados más en cada autonomía. Curiosamente, son esas dos comunidades las únicas en las que Podemos e Izquierda Unida han sido ahora incapaces de llegar a un acuerdo de confluencia

En Asturias, Podemos e Izquierda Unida nunca han llegado a un acuerdo. En 2019, la suma de las dos candidaturas arrojó seis escaños, cuatro para los primeros y dos para los segundos. Con la calculadora en la mano, esas dos candidaturas habrían obtenido con una lista de unidad hasta nueve escaños, lo que habría quizás facilitado la investidura del socialista Adrián Barbón. En aquel momento, el candidato del PSOE pudo convertirse en presidente del Principado gracias a los dos escaños de Izquierda Unida, ya que Podemos prefirió no apoyar su elección. En esta ocasión, Podemos vuelve a concurrir en solitario mientras que Izquierda Unida se ha aliado con la marca regional de Más País. Las encuestas indican que ambas formaciones volverán a ser determinantes para que Barbón mantenga su puesto. 



En Aragón la situación es parecida. Hace cuatro años, una candidatura de confluencia con Podemos, Izquierda Unida y la Chunta Aragonesista habría sumado tres escaños a los nueve que consiguieron por separado. El socialista Javier Lambán logró su investidura con un pacto de Gobierno con consejeros no solo de su partido, de la CHA y de Podemos. También tuvo que incluir a un miembro del Partido Aragonés en su gabinete. La unidad, por tanto, y siempre a priori, habría evitado que el candidato del PSOE tuviera que recurrir a un partido de corte más conservador para garantizarse la presidencia. En esta ocasión, Podemos, Izquierda Unida y la CHA vuelven a recorrer caminos electorales separados. 



En la Comunidad de Madrid, con los resultados en la mano y haciendo una lectura a posteriori, la fractura de la izquierda a la izquierda del PSOE en dos (Más Madrid y Unidas Podemos) no supuso una pérdida de escaños en 2019 y solo un diputado dos años después, en las anticipadas del 4 de mayo. Pero en esta ocasión, lo que ocurrió previamente pone un asterisco a los datos. El entonces vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, decidió presentarse como candidato de Unidas Podemos a esas elecciones ante el miedo de que la candidatura no rebasase el 5%. Obtuvo finalmente un 7% de los votos y diez escaños, pero hasta siete diputados se habrían esfumado si la coalición no hubiese amarrado ese umbral. 

Es algo que podría ocurrir ahora tanto en la región como en el Ayuntamiento de Madrid. “La primera pregunta a la hora de decidir sobre la unidad es pasar por la fase mecánica. Si hay un partido que está por debajo del umbral, no hay que pasar a lo psicológico”, explica Orriols. “En 2021, cuando se presenta Iglesias tenemos la certeza de que va a superar el 5%. Y entonces, ¿de qué sirve la unidad? Pero ahora no está Pablo Iglesias”, añade. Por este u otro razonamiento Podemos ofreció meses antes de esta campaña –y también en la de 2021– un acuerdo de confluencia a todas las fuerzas de izquierda, al que se adhirieron Izquierda Unida y Alianza Verde pero no Más Madrid, que entendía que una coalición más amplia podía lastrar su marca. 

En la Comunidad de Madrid, en el Ayuntamiento (y también en la Comunitat Valenciana) se da una situación paradójica que desafía los debates sobre la unidad. Si Unidas Podemos no entra en Cibeles, por ejemplo, la izquierda perderá tres o cuatro escaños esenciales para arrebatar el Gobierno a José Luis Martínez-Almeida, y por lo tanto la ausencia de unidad habrá sido un error. Pero si por el contrario entra, la existencia de tres partidos con representación podría dar opciones a la izquierda de ganar el Consistorio y de esa manera la fragmentación habrá sido una estrategia acertada. 



Es un escenario parecido al que se dará en la Comunitat Valenciana, con la salvedad de que en este caso el riesgo es doble: si Unidas Podemos sale de las Corts, el Govern pasará de la izquierda a una previsible coalición de PP con Vox. En 2019, la suma de Compromís y Unides Podem (18+8) habría sido la misma en caso de concurrir por separado, pero en este caso, si la candidatura que lidera Héctor Illueca no consigue entrar, la pérdida puede ser de hasta siete escaños. Si esa lista se quedase a pocas décimas del umbral, el coste podría ser de hasta 100.000 votos. 

Al igual que ocurrió con Más Madrid, en esta ocasión fue Compromís quien rechazó concurrir junto a Unides Podem en esta plaza, bajo el argumento de que la coalición valenciana es un espacio bien asentado en el electorado de la región, con una identidad también diferenciada: un espacio de izquierdas pero con mirada valenciana. Volviendo al esquema de Orriols: si hay riesgo de que uno de los partidos no pase del umbral, pasar al análisis psicológico no tiene sentido. Según las últimas encuestas, Unides Podem mantendría su presencia con cinco escaños y un 6,7% de los votos. 



El 28M hay más plazas interesantes para la izquierda, no solo para comprobar el estado de forma de cada una de las fuerzas de ese espacio, sino porque esa primera premisa decidirá si varios gobiernos pasan a manos de la derecha. El escenario está ajustado, por ejemplo, en Canarias, Baleares o Navarra, donde el PSOE gobierna en coalición bien con Podemos en solitario o con los partidos con los que se presentó en 2019. 

Uno de los escenarios más ajustados es el canario. La encuesta de Simple Lógica para elDiario.es arroja una victoria para las formaciones de izquierda similar a la actual: 36 o 37 escaños, uno o dos por encima de la mayoría absoluta. La fórmula de la izquierda a la izquierda del PSOE en esta ocasión difiere de la que se fraguó hace cuatro años. En esta ocasión, Podemos sí concurre con Izquierda Unida y con Sí se puede, frente al nuevo partido de Alberto Rodríguez, Drago, que va en coalición con Verdes Equo y Los Verdes-Federación Verde, al que las encuestas no le otorgan representación. Si en 2019 Izquierda Unida se hubiera sumado a Podemos, Sí se puede y Equo, la fórmula habría tenido un escaño más. 9.000 votantes de Izquierda Unida, además, habrían obtenido representación. 



Otro de los gobiernos que está en juego en estas elecciones es el de Navarra. Allí también el sistema electoral penalizó la división de la izquierda con un escaño y quizás por eso en esa región se ha gestado uno de los proyectos de unidad más amplios de toda la izquierda independentista. La candidatura Contigo Navarra, que lidera Begoña Alfaro, engloba a Podemos, Izquierda Unida, Batzarre, Alianza Verde, Verdes Equo y a una agrupación de independientes. 

Hace cuatro años, Podemos e Izquierda Unida consiguieron tres escaños (2 y 1), que podrían haber pasado a cuatro con una lista de unidad. Una legislatura después, la candidatura unitaria retendría esos tres escaños, según las encuestas, y permitirá a la socialista María Chivite reeditar el pacto de Gobierno con Podemos (al que en esta ocasión se sumarían también el resto de fuerzas). 



La división afecta más en las generales 

A la luz de estos datos, parece fácil esgrimir que la división no penaliza demasiado a la izquierda, siempre que no haya el riesgo de que una de las fuerzas en liza quede por debajo del umbral de representación (el 3% o el 5% en función de las autonomías y el 5% para todos los ayuntamientos de España). Pero el debate se enciende en plena reconfiguración de la izquierda a nivel nacional bajo el paraguas de Sumar, la plataforma que diseña Yolanda Díaz para aspirar a convertirse en presidenta. Y en este caso, opinan los expertos, la unidad tiene mucho más sentido. 

“En las nacionales se supone que los proyectos políticos son más generales [que en autonómicas y municipales, donde pueden surgir fuerzas más localistas] y el sistema electoral perjudica mucho la fragmentación”, apunta Ferrándiz. “En las circunscripciones pequeñas y medianas, el umbral es del 3% pero en muchos casos el umbral real asciende al 17%”, añade sobre las circunscripciones que se disputan pocos escaños y donde el coste de cada diputado es mucho más alto para cada formación. “Los dos pueden tener representación pero que no les va a servir para nada, están condenados a entenderse”, opina. 

La última encuesta arroja un 10,7% para Sumar y un 7,3% para Podemos. Aunque a priori, volviendo al mantra, uno más uno no son dos en política, casi un 18% la tercera plaza estaría más que asegurada, pero la pérdida en escaños por ir separados podría ser terminal para las opciones de un gobierno de coalición. “Cuanto más pequeño es el tamaño del distrito, más presión hay hacia el sistema mecánico. El sistema español fomenta el bipartidismo: o los partidos se coordinan en una sola plataforma o ya me encargaré de que uno de ellos muera”, sintetiza Orriols. “Esa unidad que es tan importante en generales no lo es tanto en municipales y autonómicas”, completa. 

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