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Crónica

La intrahistoria de la moción de censura murciana que fracasó

14 de marzo de 2021 10:12 h

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Se ha escrito, también en este medio, que son tres los tránsfugas de Ciudadanos con los que el PP se ha blindado de la moción de censura que amenazaba en Murcia su poder. Es un dato incompleto. Son tres diputados y un reserva, por lo que pudiera pasar. Además de Isabel Franco, Paco Álvarez y Valle Miguélez, el Partido Popular ha dado otra consejería en su Gobierno de Murcia a un cuarto político de Ciudadanos: Antonio Sánchez Lorente

Sánchez Lorente es el séptimo en la lista de Ciudadanos a las elecciones autonómicas de Murcia –el partido sacó solo seis escaños–. El siguiente que entraría a votar la moción de censura si alguno de los tres tránsfugas decidiera presentar la dimisión.

Sánchez Lorente, el cuarto tránsfuga en la recámara del PP, es el nuevo consejero de “Transparencia”, en un sarcasmo más. Y lo de mirar la lista para ver quién entra si alguien dimite no es tampoco novedad. Es lo mismo que ya pasó en Santa Cruz de Tenerife hace muy poco, en otro episodio de transfuguismo. Es parte del manual. 

El PP lleva en Murcia un cuarto de siglo en el poder. En todos los ámbitos: el político, el económico, el mediático y el judicial. Entre otros motivos, por detalles así: por no dejar ni un fleco al azar. La intrahistoria de cómo nació y fracasó la moción de censura murciana habla mucho de esas miserias, de esos resortes, y de la situación de un partido, Ciudadanos, que afronta una crisis existencial. También de la falta de escrúpulos de la derecha cuando ve peligrar su poder.

Una moción que nació en Murcia 

Los primeros contactos que desembocaron en el acuerdo entre PSOE y Ciudadanos empezaron con una reunión entre la coordinadora de Ciudadanos en Murcia, Ana Martínez Vidal, y José Vélez, delegado del Gobierno en Murcia y uno de los principales dirigentes del PSOE regional. Hace algo menos de un mes. “Esta región necesita un cambio urgente”, acordaron los dos. De fondo, el escándalo de las vacunas VIP de Murcia: la sospecha, más que fundada, de que el PP había colado a un montón de asesores y cargos políticos del partido en la lista de vacunados. 

Volvieron a verse, pocos días después y ahí, de forma discreta, empezaron los contactos. Se abrió otra vía de comunicación en Murcia entre José Gabriel Sánchez Torregrosa –número dos de Ana Martínez Vidal– y Jordi Arce –secretario de organización del PSOE de Murcia–. Y cuando la conversación estuvo más avanzada, a finales de febrero entraron en danza los negociadores nacionales de los partidos, que se reunieron con los de Murcia a finales de febrero en Madrid. Por parte de Ciudadanos, la mano derecha de Inés Arrimadas: Carlos Cuadrado. Por el PSOE, el ministro y secretario de organización José Luis Ábalos, el Secretario de Coordinación Territorial Santos Cerdán y el secretario general de la Presidencia, Félix Bolaños.

Ciudadanos puso en esa reunión en Madrid de finales de febrero su primera gran condición: ellos solo pactarían las mociones de censura si presidían la comunidad autónoma y el PSOE se conformaba con la alcaldía de la ciudad. En aquel momento, los socialistas dijeron que no: que no era aceptable esa proposición. Pero quedaron en mantener las conversaciones abiertas y pensárselo los dos.

Era un precio alto. Ciudadanos tiene seis diputados en la Asamblea Regional de Murcia frente a 17 de los socialistas. Pero para el PSOE de Murcia, el acuerdo suponía la oportunidad histórica de acabar con 26 años de gobiernos ininterrumpidos del PP. 

Ambos partidos tenían claro algo: solo podía salir adelante hilando muy fino, y desde la más absoluta discreción. 

Un vicealcalde espiado

La primera semana de marzo, con los contactos ya en marcha, la presión desde Murcia a la dirección nacional de Ciudadanos aumentó. La chispa que enciende del todo el polvorín salta en el Ayuntamiento. El 2 de marzo, el PP anuncia una querella criminal pidiendo cárcel contra el vicealcalde de Murcia, Mario Gómez, por el delito de “revelación de secretos”. Esto, después de que el PP supiera que Gómez se había presentado ante la UDEF con tres gigas de información, acusando a sus socios en el Ayuntamiento de Murcia de corrupción. Una noticia que el jueves 4 de marzo desvela una investigación de elDiario.es

Entre otros asuntos feos, Gómez denunció a la Policía que se estaban amañando las adjudicaciones públicas del Ayuntamiento para favorecer a varias empresas, cercanas al Partido Popular. Que le hacían seguimientos y le grababan en vídeo, que le acosaban en su casa… 

La propia querella contra Mario Gómez es una prueba de esos seguimientos, según denuncia el vicealcalde. Que se encontró por la calle a una periodista ese lunes 1 de marzo y habló con ella, y le enseñó una carpeta con documentos de su denuncia. Ese momento fue grabado en vídeo con una cámara desde un coche que simulaba estar aparcado. Pocas horas más tarde, ese vídeo lo tenía el PP: era la supuesta prueba de esa “revelación de secretos” de la que le quieren acusar.

El viernes 5 de marzo, Mario Gómez telefoneó a Carlos Cuadrado diciéndole que él y sus concejales ya no aguantaban más. Que la situación era insostenible. Cuadrado le pidió calma. Que se lo pensara el fin de semana. Y el lunes 8 de marzo, los cuatro ediles de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Murcia –unos en persona, otros por videoconferencia– se reunieron con Cuadrado en Madrid. 

Cuadrado habló primero con los cuatro concejales por separado, para comprobar que todos compartían la decisión. Después con todos juntos. Llevaban un montón de pruebas de sus muchas sospechas de corrupción. Y al día siguiente, el martes 9 de marzo, Cuadrado viajó a Murcia para terminar de negociar las dos mociones de censura que los principales dirigentes de su partido en la región, tanto en el ayuntamiento como en la comunidad, le planteaban afrontar.

Ese martes, por la tarde, se cierra con el PSOE la moción. Y a pesar de que el líder del PSOE murciano, Diego Conesa, había sido el candidato más votado en las últimas autonómicas, finalmente aceptó dejar la presidencia a Ciudadanos. 

Más tarde, Conesa también cedió ante otra petición de Ciudadanos: renunciar a ser vicepresidente hasta que no se archivara una investigación judicial que tiene abierta por una sanción a un edil de Izquierda Unida que no tramitó cuando era alcalde de Alhama.

A pesar de todo, los socialistas creían que era un buen acuerdo, que serviría para dar una patada al tablero político nacional. Nadie entonces calculaba hasta dónde llegaría la onda expansiva que iba a provocar esa moción.

Una reunión con diez firmas a favor

El nudo de esta historia, que ninguno de sus asistentes jamás olvidará, fue el martes 9 de marzo, a las ocho de la tarde, en el edificio Centrofama, la sede de Ciudadanos en Murcia. 

Si fuera un cuadro, se llamaría la última cena de Ciudadanos en Murcia, aunque allí nadie profetizó una traición.

El número dos del partido, Carlos Cuadrado, había viajado desde Madrid para unas gestiones que solo podían hacerse en persona. Tras verse con el PSOE, convocó a todos los cargos del partido afectados directamente por el pacto que acababa de cerrar.

En esta cita clave, además de Cuadrado y una persona de su equipo, Lorena Tejero, estuvieron los diez cargos que tenían que votar ambas mociones: los cuatro concejales de Ciudadanos en Murcia y los seis diputados del parlamento regional. Y también José Gabriel Sánchez Torregrosa, el número dos regional. La última cena. Trece personas en total. 

Solo una parte de los convocados sabían en detalle para qué era la reunión. Dos de los hoy tránsfugas –Isabel Franco y Paco Álvarez– habían hablado el lunes con Cuadrado y se habían citado con él ese martes en Murcia para cenar. Ya tenían una reserva hecha en una terraza de la ciudad. A última hora, les convocaron en la sede del partido. “Venid un momento, que os quiero comentar un tema”, les dijo Cuadrado, “y luego nos vamos a cenar”. Una cena que nunca llegó. 

Carlos Cuadrado, en la sede del partido, anunció a todos los presentes el acuerdo que acababa de cerrar. “Creemos que la situación es insostenible, sobre todo con lo que está ocurriendo en el Ayuntamiento de Murcia”, explicó. 

“El partido no va a apoyar las mociones de censura desde la nacional si vosotros no estáis de acuerdo. Todos vosotros, no la mayoría. Es una decisión vuestra, pero tiene que ser por unanimidad”, dijo Cuadrado a todos los convocados en la reunión.

–Haremos lo que el partido diga– fue la primera reacción.

 –No, lo que el partido diga no. Lo que digáis vosotros: o estamos todos de acuerdo, o no se hace– insistió Cuadrado.

Sobre la mesa, dos documentos. Dos mociones de censura: la del Ayuntamiento y la de la Comunidad. “Si hay un acuerdo unánime, se firmarán”, repetía Cuadrado. “Y si no estáis de acuerdo no hay problema, seguimos trabajando y aquí no ha pasado nada”.

No solo era una condición de Cuadrado, en nombre de toda la dirección del partido. También del PSOE, que temía que la división interna en el grupo de Ciudadanos en el parlamento murciano diera al traste con la operación. 

elDiario.es ha podido recabar la versión de los hechos de cuatro de las trece personas que estuvieron presentes en esta reunión clave. Son explicaciones en algunos aspectos contradictorias. En los días siguientes, no todos tomaron la misma decisión.

Los hoy tránsfugas aseguran que sí pusieron objeciones en esa misma reunión a la moción. Que no lo vieron claro desde el primer momento. Que dijeron que “no había un casus belli para justificar la moción”. Que uno de ellos –Valle Miguélez– avisó de que las encuestas que elabora la Asamblea Regional de Murcia dan una buena valoración a la gestión de la pandemia del gobierno autonómico, y mala a la que ha hecho Pedro Sánchez.  

Otras dos fuentes aseguran que ninguno de los tres tránsfugas puso peros a la operación: ni a la estrategia ni a las firmas ni a la decisión. El debate fue largo –la reunión se prolongó hasta casi las diez de la noche–, pero por otra cuestión: la resistencia inicial del vicealcalde Mario Gómez a que el Ayuntamiento quedara en manos del PSOE. 

Todas las fuentes consultadas sí confirman lo fundamental: que Cuadrado subrayó que podían decir que no y que la moción solo se plantearía si había unanimidad. También lo refrendan los documentos: todos los cargos convocados, incluidos los tres diputados tránsfugas, firmaron la moción. 

“Si ellos nos dicen que no, no pasa nada, no hacemos la moción”, asegura una de las personas presentes en la reunión. “Pero tenían ganas de jodernos, no hay otra explicación”. 

Nadie planteó en ese momento el miedo a una traición. Nadie la verbalizó. Pero esa amenaza hacía tiempo que estaba presente en un grupo parlamentario roto por las peleas de poder.

Ciudadanos y la lucha de clases

En la fotografía, las dos protagonistas de esa fractura interna en Ciudadanos que el PP supo aprovechar. A la izquierda, Ana Martínez Vidal, la Rafael Simancas de este nuevo tamayazo; la mujer que pudo reinar. A la derecha, Isabel Franco, la vicepresidenta tránsfuga, uno de los tres diputados que ha hecho naufragar la misma moción que ella firmó.

Sin el abierto enfrentamiento entre estas dos políticas no se entiende en gran medida lo que ha pasado en Murcia. Tampoco sin sus orígenes, biografía y trayectoria, tan diferentes entre sí. “Es una cuestión de clase social”, asegura una fuente que conoce bien a las dos. “Ambas llegaron al mismo sitio, a pelear por el liderazgo del partido, pero el camino no ha sido igual para las dos”. 

Ana Martínez Vidal, la candidata propuesta por Ciudadanos y PSOE para la moción, militó varios años en el Partido Popular. Es ingeniera de Caminos, como su padre, y proviene de una familia acomodada. Con estudios, segura de sí misma, popular desde el colegio. Fue concejal por el PP en el Ayuntamiento de Murcia entre 2011 y 2015, pero no repitió en las listas en las siguientes elecciones. En el PP murciano, muy conservador, aseguran que le pasó factura su vida personal; se ha casado dos veces, se ha separado otras dos –algo imperdonable para algunos sectores de la derecha murciana en una mujer–.

En 2018, el partido en Murcia descubrió que Ana Martínez Vidal se había afiliado a Ciudadanos en esas fechas en las que la formación liderada por Albert Rivera cotizaba al alza en las encuestas y presumía de robar candidatos al PSOE y al PP.  Según ella misma reveló en una entrevista, le ofrecieron ser la cabeza de lista por Murcia en las autonómicas de 2019, una oferta que rechazó porque estaba preparando una oposición. Sí aceptó ir de número 3. Pero su puesto en los carteles lo ocupó la que acabaría siendo su gran rival, Isabel Franco. 

La historia personal de Isabel Franco es casi opuesta a la de Martínez Vidal. Nació y creció en un barrio humilde de Murcia, en San Antolín. No tuvo una infancia fácil. Su padre abandonó a la familia. Su madre, sola, tuvo que sacar adelante a sus tres hijos trabajando como limpiadora. Estudió en la Escuela de Turismo de Murcia, pero lo dejó para trabajar en un pequeño negocio que fue mal; un restaurante que abrió con los pocos ahorros de su madre y que al poco tiempo tuvo que cerrar. 

Con 19 años, Isabel Franco empezó a colaborar en distintos medios como periodista, en puestos muy menores. Durante un tiempo se ocupó de los publirreportajes, en la sección de “especiales”, de La Verdad de Murcia. Más tarde se pasó a la comunicación, como jefa de prensa del entonces alcalde del PP en Alcantarilla. Acabó mal con él. 

En 2008, Isabel Franco tuvo cáncer de pecho. Superó la enfermedad, que cambió su vida. No solo por la experiencia, también en un sentido profesional. Durante esos años, puso en marcha un blog en La Verdad de Murcia, ‘Yo también tengo cáncer’, que le dio cierta popularidad en la ciudad. Ganó un premio en un concurso de blogs que organizaba el periódico 20 Minutos. Y más tarde montó una empresa de comunicación cuyo principal cliente era la denominación de origen de los vinos de Jumilla.

En la campaña de 2019, con Isabel Franco como cabeza de lista, Ciudadanos apostó claramente por no permitir un nuevo mandato con el PP. Por un pacto con el PSOE. Por la regeneración en una autonomía salpicada por varios escándalos de corrupción y donde gobierna el mismo partido desde finales del siglo pasado. 

Tras las elecciones, la coalición PSOE-Ciudadanos parecía el gobierno más natural. Juntos sumaban la mayoría absoluta, sin necesidad de nadie más. Isabel Franco insistió en repetidas ocasiones a la dirección nacional del partido, entonces en manos de Albert Rivera, que había que desalojar al PP del Gobierno de Murcia. Pero Rivera se negó. 

Hoy Isabel Franco es vicepresidenta en un Gobierno del PP del que Ciudadanos ya no forma parte. Este sábado, la dirección ha expulsado del partido a todos los diputados tránsfugas

–¿Por qué este cambio de posición?

–Isabel Franco: Si a mí, hace dos años, alguien me dice que yo voy a presentarme en una campaña electoral y voy a terminar pactando con el PP en Murcia yo no habría dado el paso en ese momento. Pero de ese momento hace dos años. Porque en ese momento nosotros estábamos teniendo un discurso distinto en Murcia. Y el PSOE también tenía un discurso diferente, en Murcia y en España“. 

Isabel Franco, a preguntas de elDiario.es, explica más razones por las que cree que ese acuerdo con el PP al que ella se opuso fue, en el fondo, una buena decisión. “He agradecido que nos tocara gestionar esta pandemia con un socio que tenía experiencia de Gobierno. Porque si esta situación nos llega con un partido sin experiencia, Murcia podría haber sido un caos. Habría costado vidas humanas”.

Desde 2019, Isabel Franco es vicepresidenta y consejera de Mujer, Igualdad, LGTBI, Familias y Política Social. Un puesto que ahora tiene asegurado pero que, en los últimos meses, ha estado muy cerca de perder.

Su candidatura por Ciudadanos llegó después de una de esas primarias del partido que supuestamente se amañaron. Franco era la candidata elegida por la dirección del partido y arrasó en la votación. Hoy esas primarias que ganó están siendo investigadas por la justicia. 

El escándalo de las primarias en Murcia le pasó factura. Y en septiembre de 2020, la dirección nacional de Ciudadanos –ya con Inés Arrimadas al frente– apostó por Ana Martínez Vidal como nueva líder regional. Hace meses que Ciudadanos insistía al PP para que cambiara el Gobierno murciano, cesara a Franco y convirtiera en vicepresidenta a Ana Martínez Vidal.

De ser la referente del partido en Murcia, Isabel Franco se vio fuera, y fue ninguneada por la nueva dirección. La guerra abierta entre ambas políticas era pública y notoria. También entre sus equipos y partidarios dentro del partido. 

Del lado de Franco también está su mentor, Paco Álvarez, otro de los diputados tránsfugas que el viernes fue nombrado consejero. Y la primera prueba de que venían curvas llegó solo unas horas después de esa última cena de Ciudadanos en Murcia –en la que no se cenó–.

El PP se entera de la moción

La reunión del martes donde se firmaron las dos mociones de censura terminó poco antes de las diez de la noche, al filo del toque de queda. Apenas dos horas más tarde, al borde de la madrugada, toda la cúpula del PP ya conocía la operación.

El presidente murciano, Fernando López Miras, asegura que se enteró “por alguien al que se lo contó un concejal de Cs”. “Es una mentira que difunden para dividir a los concejales de Ciudadanos y que así fracase la moción de censura”, dicen desde el partido de Arrimadas. “Se lo contó Isabel Franco”, aseguran, aunque sin poder demostrarlo. 

Cuando la noticia de la moción llega a Génova, el PP entra en pánico. Durante unas horas barajan adelantar las elecciones en Murcia para abortar la operación. Era una solución de dudoso encaje legal, porque para hacer tal cosa hace falta un Consejo de Gobierno, que en la autonomía murciana se reúne solo los jueves. Y no se puede convocar un consejo extraordinario con menos de 24 horas de antelación.

Además, hay otro motivo para no adelantar las elecciones. Uno más prosaico: una ley en vigor que hoy impide a López Miras volverse a presentar. 

En 2014, el efímero presidente de Murcia Alberto Garre, con el apoyo de todos los partidos del parlamento regional, aprobó una ley que limita las candidaturas electorales a dos mandatos. Fue una decisión muy marcada por la longeva sombra del presidente anterior, Ramón Luis Valcárcel (PP), que estuvo en el poder durante 19 años. 

Esta ley habla de mandatos, no de años. Por lo que a López Miras ya no le quedan más: llegó a la presidencia en septiembre de 2017, tras la dimisión de su antecesor, Pedro Antonio Sánchez, procesado en varios casos de corrupción. Se volvió a presentar en 2019. Y con la ley en la mano, si López Miras hubiera optado por convocar elecciones, se habría tenido que ir.

Así que el PP pasó al plan B: romper el grupo de Ciudadanos, aprovechando la rivalidad interna entre Isabel Franco y Ana Martínez Vidal.

El primer paso llega el miércoles. López Miras cesa a todos los diputados de Ciudadanos de su Gobierno, con una única excepción: la de Isabel Franco. 

–¿Por qué motivo no fue cesada?

Isabel Franco: El miércoles por la mañana, cuando se conoce la moción de censura, hablo con el presidente. Me dice que va a cesar a los consejeros y yo le respondo que entiendo que lo haga porque hemos firmado esa moción de censura. Entonces le pido, por favor, que en Política Social ponga al frente a algún director general porque no podemos dejarla sin dirección en un momento como este. Entonces el presidente me dice que, si me parece bien, que me mantiene en el puesto hasta que venga el nuevo consejero. Y yo acepto.

“Mi firma es sagrada”

La decisión de López Miras de mantener a Franco en la vicepresidencia y la filtración nocturna al PP de la moción de censura disparan todas las alarmas en Ciudadanos. Empieza a circular por la ciudad un rumor, que coge fuerza por momentos: que los dos diputados del ‘clan de Alcantarilla’ –Isabel Franco y Paco Álvarez– no van a apoyar la moción, a pesar de haberla firmado.

El miércoles por la noche, la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, intenta hablar con Franco. Ella no le coge el teléfono. Pero le manda un mensaje, explicando a la líder de su partido que no se puede poner. “Hoy estoy muy nerviosa. Los calmantes no me hacen efecto. Me cuesta mucho trabajo hablar porque me han operado de la boca”. No lo harán hasta el día siguiente, el jueves por la mañana.

Según fuentes de Ciudadanos, en esa conversación de media hora, el jueves 11 de marzo por la mañana, Franco asegura a Arrimadas que apoyará la moción. “Mi firma es sagrada”, le dijo a Arrimadas. La explicación de Franco, a preguntas de elDiario.es, no es exactamente igual. 

“Inés Arrimadas me dice que ella es una persona que se preocupa por las personas más allá de lo político y que quería saber cómo me encontraba. Y entonces yo le contesto: yo negocié en su momento un Gobierno con el Partido Popular y Vox. Y eso fue durísimo en la Región de Murcia. Para mí, negociar una moción de censura no es lo más duro que nos ha ocurrido en política. No te preocupes por mí”.

“Inés solo me pregunta cómo estoy a título personal”, dice Franco, que no traslada a la líder de su partido ninguna de las dudas que tiene sobre la moción. “Yo el jueves por la mañana estaba disgustada, pero estaba esperando a que se convocara una Ejecutiva nacional”.

–¿Se considera una tránsfuga? 

Isabel Franco: Vamos a ver. Yo no me he movido del mismo sitio donde estaba hace un mes. Yo firmé un acuerdo de Gobierno representando a Ciudadanos Región de Murcia en junio de 2019 y estoy en el mismo sitio. No he negociado absolutamente nada. No he pedido nada a cambio de esto. Si estoy cumpliendo con el acuerdo de Gobierno de Ciudadanos, yo no he roto con mi partido. No he negociado puestos nuevos.

–Pero los otros dos diputados que han respaldado a López Miras en contra de la moción que firmaron han sido nombrados consejeros.

–Eso tendría que hablarlo con ellos. Yo hablo por mí. Pero en Murcia el salario de un diputado y de un consejero es el mismo. No estoy ganando dinero con esto. Al revés. Estoy gestionando una pandemia. Ya me dirá dónde está el beneficio.

–¿Ha negociado algo más con el PP? ¿Pasar después a las listas?

–Nada, no he negociado nada.

“Isabel Franco es buena tía, es trabajadora, pero no la hemos tratado bien”, asegura a elDiario.es un importante dirigente de Ciudadanos, que fue de las últimas personas que habló con ella el jueves 11 de marzo. 

Poco antes de la medianoche, en una conversación telefónica, Franco transmitió a este dirigente –leal con Arrimadas– que, a pesar de sus dudas, apoyaría la moción de censura. A la mañana siguiente cambió definitivamente de opinión. 

Durante la noche del jueves, algo pasó. Una clave que aún no se conoce, y que explica el desenlace final de la moción.

El extraño caso de la tercera tránsfuga

Que Isabel Franco y su mentor, Paco Álvarez, podían no secundar la moción por su guerra abierta con la futura presidenta, Ana Martínez Vidal, era un riesgo calculado. Desde que Ciudadanos y el PSOE empezaron a negociar, contaban con esa posibilidad.

Aun con dos votos menos, si los dos diputados de Unidas Podemos se sumaban, la moción de censura habría salido adelante. Había una red de seguridad. Que falló, pero por otra razón. 

Nadie había calculado que el PP lograría una tercera tránsfuga de Ciudadanos a su favor. Y menos aún que esa iba a ser Valle Miguélez.

Miguélez es una de las históricas de Ciudadanos en Murcia. Fue una de las primeras dirigentes del partido en la región. Es extremadamente tímida, algo que es un gran impedimento en la política; le cuesta mucho hablar en público. 

Su relación con Ana Martínez Vidal no era la mejor. Había perdido peso con la nueva líder regional. Pero con Isabel Franco se llevaba aún peor. La relación entre ambas es muy mala, aseguran fuentes del partido. 

Valle Miguélez, durante la semana, participó en las reuniones con el PSOE para negociar el programa común. El viernes dejó de coger el teléfono a sus compañeros de partido. Esa misma mañana, en Murcia, los tres diputados tránsfugas cerraron el pacto con el PP en una reunión con Teodoro García Egea

Desde el viernes, sus compañeros en Ciudadanos han intentado hablar con ella. Por ahora sin éxito. Algunos aún se aferran a una posibilidad, que se antoja imposible: que Valle Miguélez cambie de nuevo de bando. 

“Les hacían falta tres, y han comprado a tres”, resume un dirigente de Ciudadanos. “Y si hubieran hecho falta cuatro, habrían sido cuatro”. 

En efecto, fueron cuatro.