Maroto rompe con la dinámica perdedora de equilibrios orgánicos en el PSM para el reparto de puestos en la lista de Madrid
Entre ganar y vegetar, la extinta federación socialista madrileña –hoy PSOE-Madrid– siempre fue más de conjugar el segundo verbo que el primero. Su historia está plagada de derrotas, guerras cainitas, luchas intestinas, equilibrios internos, mesas camillas, perdedores y supervivientes de la política con minúsculas. Por algo la federación más convulsa del socialismo lleva la friolera de 34 años en la oposición municipal y 28 a la espera de que la derecha pierda el gobierno regional. Por algo es hoy cuarta fuerza política en la capital y tercera en la región. Y por algo también era conocida antaño como el Beirut socialista.
Desde que Juan Barranco fuera desalojado de la Alcaldía de Madrid con una moción de censura en 1989 y, seis años después, Joaquín Leguina perdiera el gobierno autonómico en las urnas, nadie ha sido capaz de enderezar el rumbo de una organización instalada cómodamente en la oposición y habituada a las luchas fratricidas por las migajas del poder interno y la presencia en una lista electoral.
La recién proclamada candidata al principal Ayuntamiento de España, la ministra de Industria Reyes Maroto, parece al menos dispuesta a intentarlo, pese al riesgo de acabar devorada, como antes acabaron otros aspirantes que no fueron del agrado de quienes llevan décadas sin más ocupación que el enredo y la intriga para mantener o la mayoría orgánica de una agrupación o un puesto de salida en las candidaturas. Lo de conquistar gobiernos nunca pareció una opción entre quienes pululan en el proceloso universo del socialismo madrileño.
Y con esos mimbres, y un dudoso procedimiento, fue como Reyes Maroto se merendó el pasado lunes por la tarde con una lista elaborada por la dirección de la agrupación de Madrid ciudad que dirige la actual delegada del Gobierno, Mercedes González, y con la que en principio debía concurrir a los comicios del próximo 28 de mayo. Una plancha seleccionada a base de “dedocracia” en la que unos nombres habían sido votados por la militancia y otros eximidos de someterse al veredicto de la urna, pero en la que, sobre todo, aparecían en los puestos de salida cargos orgánicos sin más vida laboral que la proporcionada por la militancia del partido mientras que algunos de los nombres más apoyados por los afiliados eran relegados a los últimos puestos.
El que no es “sobrino de una histórica”, es la “pareja de una profesional de la intriga”. Y, el que no, “controla la agrupación de tal o cual barrio” al servicio de “la defenestrada Mercedes González”. Estos fueron los comentarios extendidos entre los socialistas más veteranos al conocerse la composición de una candidatura que a Maroto pilló por sorpresa. Tanto, que tiró de teléfono para manifestar su disconformidad ante los mandamases de la calle Ferraz, que le dieron carta blanca para configurar su propio equipo y enmendar la plana cuanto quisiera.
La batalla por el día después al 28M
El apoyo rotundo de la secretaría federal de Organización a la candidata para introducir los cambios que creyera necesarios obligó a suspender la Ejecutiva local que iba a avalar la plancha de la polémica. “Tienes las manos libres. Intenta llegar a un acuerdo con la dirección local del partido, pero si no es así, intervendremos desde Ferraz” fue la consigna que recibió la todavía ministra de Industria.
Detrás de los nombres de la polémica y el orden en el que aparecían en la lista estaba la mano de la delegada del Gobierno, quien hace meses se veía de candidata a la Alcaldía pero tuvo que dar un paso atrás para ceder el puesto a Maroto por expreso deseo, no de Juan Lobato, sino de Pedro Sánchez. Desde entonces, el objetivo de González, según fuentes de la organización, no es otro que “confeccionar una lista a su medida y con la mirada puesta no en el 28M sino en el 29M, para tener el control del grupo municipal” en el caso de que la izquierda no consiga gobernar el Ayuntamiento de Madrid.
Así, en el puesto número dos aparecía el diputado en el Congreso, secretario de Organización de los socialistas de la capital y hombre de confianza de González, Daniel Viondi. A partir de ahí, todo lo susceptible de lograr acta de concejal –y no se esperan más de 11– estaba destinado a los secretarios generales de distrito afines a González y además críticos con Juan Lobato, secretario general de la región y cabeza de lista a la Comunidad. “Nombres que lejos de proyectar ambición de ganar lo que proyectan son ganas de perder para librar una nueva batalla interna por el control de la organización”, reconocen en la dirección federal.
Guiño al feminismo con Soledad Murillo
Con el aval de Ferraz, Maroto ha logrado, tal y como adelantó este miércoles El Independiente, incluir como número dos de su plancha a Soledad Murillo, ex secretaria de Estado de Igualdad, y mantener como tres a su directora de campaña y concejal del Ayuntamiento de Madrid, Enma López, en lo que resulta un claro guiño al feminismo. Es la primera vez en la historia del PSOE que los tres primeros puestos de una candidatura los ocupan tres mujeres.
La ministra de Industria sitúa además al reconocido urbanista Antonio Giraldo como número nueve, un nombre que no figuraba anteriormente, mientras que Daniel Viondi, mano derecha de González, desciende del número dos hasta el siete. En compensación sube del ocho al cinco a Enrique Rico, sobrino de la histórica Dolores García Hierro y pareja de Mónica Carazo, otra socialista de la región con más ambición que vida laboral, a la que los defenestrados de La Moncloa Iván Redondo y Francisco Salazar pretendieron fallidamente en las anteriores autonómicas de Madrid convertir en joven promesa al colocarla de jefa de campaña a Ángel Gabilondo.
Maroto asciende al número diez, con posibilidades de ser elegida, a la concejala Emilia Martínez, doctora en Geografía por la Universidad Autónoma de Madrid y profesora titular de Análisis Geográfico Regional del Departamento de Geografía, que había sido la mujer más votada entre la militancia pero relegada sorprendentemente al puesto 19 en la plancha confeccionada por la dirección de la ciudad de Madrid.
Desde el federal se felicitan de que Maroto haya roto con la dinámica de reparto entre los secretarios generales para copar los puestos de salida. Y también de haber dado al traste con un procedimiento –el de las votaciones a la carta que impulsó la ciudad de Madrid– que no estaba regulado y “mucho menos visado por la dirección nacional”. Hay quien lo dice incluso de otro modo: “Se acabó el medrar para ir en una candidatura”.
El mandato de la dirección federal a la candidata a la Alcaldía pasa solo por “la confección de un equipo de su confianza con el que pueda trabajar cómoda durante los próximos cuatro años y que no le haga la vida imposible, gane o pierda las elecciones”. Cuestión distinta es que lo consiga y que Madrid deje de ser Beirut para el socialismo español.
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