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El abogado de Forn, sobre los presos independentistas: “Merecían una severa condena política, más eficaz que cualquier condena penal”

Javier Melero (Barcelona, 1958) decidió cerrar su última intervención en el juicio del procés con una referencia a 'Amanece que no es poco' para confiar en que sea posible reconstruir una España “en la que solamente discutamos por William Faulkner”. La película, de José Luis Cuerda, le pareció perfecta para “traer al juicio al gran Sazatornil, a Cassen, a la Guardia Civil, al surrealismo, a los pueblos de Cuenca y a una cierta armonía española, irónica, bienhumorada y un tanto autoparódica que buena falta nos estaba haciendo”.

El abogado de Joaquim Forn y Meritxell Borràs en el juicio del procés ha presentado este martes en Madrid su libro 'El Encargo: Un abogado en el juicio del procés' (editado por Ariel), en el que recuerda por qué decidió finalizar así su última alocución y todo lo que rodeó a la causa, desde las dos décadas dedicado a la defensa penal de Convergència hasta que recibe el encargo que da nombre al libro para llevar la defensa de la exconsellera de Gobernación y, más adelante, también la del exconseller de Interior.

Durante el acto, Melero ha afirmado que los líderes independentistas “merecían una severísima condena política, que era muchísimo más eficaz que cualquier condena penal”, tras una cuestión planteada por Cayetana Álvarez de Toledo. La dirigente del PP, presente en el evento, le ha señalado que se ha “producido una paradoja” porque los dirigentes independentistas han sido “penalmente condenados, pero políticamente absueltos” dado que, en su opinión, Junqueras hoy decide “qué gobierno va a haber”. La cuestión ha dado pie a Melero a reflexionar que “las personas que llevan salvando España desde aproximadamente 2012” la están “sumiendo en un marasmo prácticamente irremediable”. “Y recomendaría a quienes tienen o tenéis responsabilidad pública que hicieseis un ejercicio de reconsideración. Todos, en general. Porque desde luego esta aparente fidelidad a determinadas consignas nos está sumiendo en un panorama, a mi juicio, lamentable”, ha añadido.

Para Melero, no se ha llegado “a ningún sitio” y “nada ha mejorado” tras la sentencia que condenó a 13 años de prisión a Oriol Junqueras, a 11 años y medio a Carme Forcadell y a 9 a los 'Jordis'. “Esta gente saldrá a la calle en breve, porque se tendrá que aplicar la ley democrática. Cumplirán gran parte de la condena en un régimen de semilibertad, como Urdangarin, como tanta gente. Y las alforjas del constitucionalismo están tan vacías como en 2012”, ha continuado. Antes, había argumentado que la solución de “los pequeños subproblemas catalanes” podrían contribuir a “desempozoñar” la situación: “Y si no es así, igual que se ha dedicado tantísimo tiempo por la clase política a tareas estériles, pues por un tiempo que se dediquen a esto. Porque si sale mal, que es lo habitual en su proceder, tampoco va a pasar nada”.

El inicio: una conferencia en la Pompeu Fabra

Melero comienza el libro contando la que, en sus propias palabras este martes, para él es una de las “experiencias fundamentales del procés”: una conferencia que le encargan desde el PDeCAT en los primeros días de septiembre de 2017 en la Universidad Pompeu Fabra para hablar sobre los riesgos penales asociados a la celebración del referéndum. “Voy de más a menos. Empiezo por el delito de rebelión y la gente comienza a morirse de risa. Empiezan a surgir comentarios jocosos (...) El clima era extraordinario, todo el mundo reía y yo parecía una especie de juglar pintoresco. Seguí con los otros delitos y llegué a lo que les preocupaba de verdad: la malversación y la desobediencia”. Según describe en el libro, entonces sí hubo interés, entre otras cosas, por lo que podía suponer poner locales municipales a disposición de la votación: “En el horizonte mental de aquellas personas no parecía haber nada más grave”.

“Desde luego, parecía la asamblea de revolucionarios más desconcertante que alguien pueda imaginar; como si Lenin y los bolcheviques discutieran, antes de la Revolución de Octubre, por el importe de las multas que les pudieran imponer los tribunales rusos y sobre cómo evitarlas”, ironiza el abogado en el libro.

La gente que se reunió ese día eran “personas normales” y no “fanáticos”, ha remarcado Melero durante la presentación. Entre ellos había cargos con los que llevaba décadas de trato y consideraba “gente más conservadora” que él: se trataba de personas “que de repente parecían haber abrazado una pasión política” que se había encendido tras los atentados en las Ramblas y Cambrils. Se había generado un “clima emocional” −que, en opinión de Melero, también pasó por la “funesta entronización” del jefe de los Mossos en ese momento, el major Josep Lluís Trapero− que creó un “magma” que, sumado “a lo que había llovido en los meses y años anteriores”, parecía “predisponer a sujetos convencionales y pacíficos a un radical irredentismo desconocido hasta entonces”.

“La mayoría de aquellos con los que hablé [ese día] creían que en algún momento del camino habría un desvío: que o bien se entenderían sus razones −porque creían que tenían razón− y les ofrecerían algún tipo de alternativa política, o bien se temería la descomposición de la convivencia (...) y eso les movería a dar un paso a buscar un arreglo con el movimiento independentista. Pero había otros, quizá los de mayor edad, que estaban enquistados en un radicalismo que no puedo calificar más que como fúnebre”, ha rememorado.

Al encargado de la defensa de Forn le une una amistad con el periodista Arcadi Espada, encargado de acompañarle en la presentación del libro −junto al editor Francisco Martínez Soria− y presente en varios de los pasajes relatados en él. Melero fue impulsor, junto a Arcadi Espada y otros intelectuales barceloneses, de lo que acabaría siendo Ciudadanos, aunque se ha mostrado muy crítico con la deriva del partido.

En el libro, el letrado, que acudió a la manifestación “unionista” del 8 de octubre de 2017, recuerda que uno de los logros del “procesismo” fue lograr que acudiese a la manifestación pese a la existencia de consignas que le “incomodaban” y banderas “sobre las que seguía sintiendo alguna reticencia juvenil”.

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