Ana Mato trata de aparecer ante la opinión pública como la víctima de una “cacería personal y política”. Por eso insiste en que la idea de dimitir ni siquiera se le ha pasado por la cabeza. Así lo ha asegurado el miércoles desde su escaño, en la sesión de control al Gobierno, donde se ha enfrentado a cuatro peticiones para que deje la cartera de Sanidad. Mientras Jesús Sepúlveda, imputado en el caso Gúrtel, declaró a las puertas de la Audiencia Nacional que él sí cree en la inocencia de su exmujer, Mato se defendía con el escudo del apoyo de Mariano Rajoy.
Mato llegó al Parlamento con cara de circunstancias, consciente de que iba a tener un día duro. El grupo parlamentario del PP ya estaba preparado para arroparla, pero a la hora de la verdad no todos los diputados aplaudieron con el mismo ardor cuando respondió a las preguntas de los socialistas. Algunos ni siquiera hicieron el intento. Tampoco estaba ya dentro del hemiciclo el presidente del Gobierno, por lo que el apoyo a Mato desde las filas del PP quedó algo descafeinado.
“Su nombre está asociado a la mayor trama de corrupción de la democracia”, le espetó Eduardo Madina. Carmen Montón la llamó “ministra del escándalo”. Sus otras dos compañeras de filas también pidieron la cabeza de la ministra, no sólo por los indicios de que se benefició de la trama corrupta sino por su gestión en materia sanitaria y de igualdad.
“¿Eso es lo que hemos avanzado en igualdad?”
Pero la ministra sigue en sus trece. Desprecia el informe de la UDEF en el que figuran los favores que recibió su familia gracias al dinero de la trama Gürtel y defiende que no supone ninguna novedad. Y convierte el archivo del caso por la prescripción de los hechos en una prueba de su inocencia: “Un juez dictaminó que yo no tenía responsabilidad”.
Los esfuerzos de Mato por distanciarse de la imputación de su marido empiezan a resultar cómicos. Ella nunca lo nombra. Tampoco dice “mi exmarido”. Habla de “una persona” y se refiere a sí misma como “una mujer” para insistir en que es machista culparla a ella de lo que hizo Sepúlveda. “¿Eso es lo que hemos avanzado en igualdad? ¿Responsabilizar a una mujer de lo que haya podido hacer un hombre?”, se lamentó.
Según se iba enfrentando a las preguntas, la ministra se creció. “No me van a doblegar porque cuento con la gran fortaleza que me da saber que no he cometido ningún acto que no se corresponda con la ética”, dijo. Mato calificó todo de “infamia” y fue más allá. Aseguró que en los muchos años que lleva de carrera política, “nadie le ha podido hacer ni un reproche” por su gestión.