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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera
ENTREVISTA | Ministro de Transportes

José Luis Ábalos: “Es miserable que el PP diga que hemos ocultado hasta la cifra de fallecidos, son las que nos dan las comunidades”

El ministro de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, en una imagen de archivo.n eldiario.es

Esther Palomera

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Ni en sus peores sueños imaginó José Luis Ábalos (Torrent, 1959), ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, una situación como la que hoy vive España. Ni que el Gobierno del que forma parte tuviera que gestionar una crisis de semejante envergadura. Ni siquiera que la oposición aprovechara la coyuntura para hacer de todo ello un hito vital en su estrategia de desgaste al Ejecutivo. Ni que otra vez se usara a los muertos en el barro de la política. En lo personal, ha llegado a angustiarse con la posibilidad de estar infectado por el virus. Tanto que, como cualquier español, ha pensado estos días en la situación en que quedarían sus hijos si algo le ocurriera. Es la única licencia que ha concedido a sus emociones particulares. Toda la energía se la absorben el gabinete de crisis, los datos, la curva, las medidas para proteger a los vulnerables y el cómo será ese día en que la normalidad vuelva a nuestras vidas. Y que no oculta que no será pronto ni de golpe.

¿Puede un Gobierno sobrevivir a una crisis de esta envergadura?

Para gestionar la crisis hace falta un Gobierno. Por lo tanto, el Gobierno tiene que afrontar y asumir esta situación, no la ha elegido, obviamente. Pero tenemos que hacer frente. Es nuestra responsabilidad y, en cualquier caso, sería la responsabilidad de cualquier gobierno. No puede renunciar a esa responsabilidad y, además, es que es justamente ahora cuando hace falta efectivamente un Gobierno, un liderazgo y el amparo del Estado. Ahora es cuando más se nota lo importante que es la capacidad protectora del Estado y los servicios públicos, que son al final los que reflejan esa idea de Estado. Creo que muchos de los debates que hemos tenido, casi como a nivel de tertulia, hoy encuentran un verdadero sentido. Hoy, como suele pasar en las grandes crisis, todo el mundo mira al Gobierno y a la capacidad de respuesta del Estado.

Que es necesario un gobierno no tengo duda. Pero le pregunto por cómo puede salir el Gobierno de una catástrofe de estas dimensiones

Pues para eso es muy importante, en primer lugar, que la gestión sea empática, próxima, transparente, humilde y muy fundamentada en la verdad y en compartir. Y dos, obviamente, el resultado de la gestión. Ahora mismo el objetivo es vencer la epidemia. Primero controlarla y finalmente poder vencerla. Y que todo esto se haga mitigando impactos inmediatos que puedan provocar daños estructurales. Es decir, que las consecuencias de esta crisis sean lo más coyunturales y temporales posible y no incidan en un marco estructural, sobre todo en una sociedad como la nuestra, que todavía intentaba reponerse de la crisis de 2008. Intentamos salir de esa crisis y estábamos ya implantando medidas de reparación. Teníamos un margen ahí para hacer justicia social y ahora nos encontramos con esto...

Por eso las primeras medidas han sido muy pensadas en conseguir dar un cierto amparo frente a la situación temporal, pero sobre todo también pensando en aquellos que ya estaban en mala posición, que no acabaran en una vulnerabilidad estructural. Y ahí no da igual cualquier gobierno porque ahí es donde se establece la sensibilidad y la prioridad. De hecho, estamos viendo que hay algunos alegatos políticos más fundamentados en otros sectores y no tanto en los más vulnerables. Están pensando, por ejemplo, en decir menos impuestos en una situación que justamente exige más gasto social, más gasto del Estado. No se puede estar planteando más gasto y al mismo tiempo menos ingresos porque eso colapsa la capacidad de respuesta del Estado. Así que no es lo mismo un gobierno que otro para manejar una crisis de impacto.

¿Qué falló para no ver el alcance? ¿Se pudo actuar antes?

Es que esa es una pregunta mundial. Ayer tuve ocasión de ver un reportaje sobre la incidencia del virus en diferentes países y, modestamente, tengo que concluir que mi conclusión fue: ¡Menos mal que estamos en España! Cuando vi testimonios de Estados Unidos, donde hay gente que tiene que falsear su identidad para eludir el pago o que una vez recibido el diagnóstico deja el hospital para rehuir el pago, o aquellos que tienen un seguro privado y temen que la factura sea superior a la cobertura del seguro. En España, eso no pasa. En España se critica la falta de material sanitario, pero veo que en Francia es la misma crítica. En fin, por no hablar de otros países sin ninguna estructura sanitaria donde la gente incluso se muere en la propia calle. Es decir, cuál ha sido la respuesta de todo el mundo frente a eso. Y aparte, yo creo que incluso de esa, digamos, incapacidad para prever el impacto o la dimensión de la epidemia, creo que no está tampoco libre nadie. Las hemerotecas están llenas de comentarios. Los programas, los audios... De cómo, cuándo empezó en China, la importancia que se le dio…

Relativizamos todos….

Absolutamente. Pensando que esto era una cosa muy lejana, lo cual sí que es un error de apreciación en un mundo globalizado como el nuestro, tan próximo para en las distancias, pensar que algo es lejano es un grave error.

En todo caso, sí hubo organismos internacionales que recomendaron hacer acopio de material antes de que el virus llegara a España, ¿por qué no lo tuvieron en cuenta?

Bueno, para empezar, el Gobierno no gestiona la Sanidad. Y, mire, una de mis sorpresas, incluso siendo miembro del Gobierno fue darme cuenta de este hecho, que la Sanidad es una competencia totalmente descentralizada. De ahí la estructura del propio ministerio, que incluso ahora es un ministerio propio pero hace nada estaba en un ministerio que tenía otras competencias de política social, dependencia, de competencias muy transferidas. Por lo tanto, toda la gestión de sanidad hasta el 14 de marzo, en el que sacamos el decreto de estado de alarma, era gestión de las comunidades autónomas. También es verdad que a raíz de que el virus se propaga por diversos países, la importación de todo este material se complica porque se encarece tremendamente el mercado. Y también incluso las propias redes de aprovisionamiento. Evidentemente, es otra de las conclusiones de esta coyuntura, de esta crisis: tenemos que conseguir una producción nacional que evite estas dependencias, pero este problema lo tenemos todos. Como decía antes, en Francia mismo se plantea la misma crítica y en otros países, pues también. Otros han decidido impedir toda exportación e incluso retener algunas algunas operaciones. Como le digo, era difícil prever esta dimensión. Tampoco sabemos exactamente cuánto tiempo estaba el virus hasta que realmente apareció con contundencia.

La oposición dice que ustedes han ocultado la verdad desde el principio y que pretenden ocultar hasta la cifra de fallecidos: “El Ministerio dice ahora que los cientos de ancianos contagiados en residencias no computan porque no dio tiempo a hacerles el test. Es miserable”. La cita es del popular Javier Maroto.

Bueno, yo creo que la conclusión que extrae es su propia conclusión. Es miserable. Mire, la competencia de las residencias es autonómica. El seguimiento y la inspección son absolutamente autonómicos. El Gobierno de la nación no tiene ninguna competencia al respecto. El modelo que existe de residencias es, además, un modelo básicamente muy de hostelería, por decirlo de alguna forma, y esto también exige una revisión. Una de las cuestiones que nos preocupó cuando empezamos a ver las cifras de mortalidad es saber exactamente dónde se producían. Por eso se requirió a las comunidades autónomas para que nos dieran esa información. Fue precisamente el Gobierno, cuando a través de la UME entró a desinfectar residencias, el que encontró con algunas situaciones que nos llamaron poderosamente la atención, por decirlo suavemente. Por eso la semana pasada requerimos a las comunidades para que nos informaran incluso de la naturaleza de estas muertes, dónde venían ocurriendo, y que, por supuesto, se facilitaran los datos de acuerdo a protocolos determinados, no a la interpretación de cada una.

Las cifras que maneja el Gobierno son las cifras que nos trasladan las comunidades autónomas. No tenemos una contabilidad propia, por lo tanto, no tiene ningún sentido esa denuncia. Ninguna, menos cuando la Comunidad Madrid ha publicado la mortalidad en residencias, hoy mismo [el miércoles]. No entiendo ese comentario. Pero mire yo creo que hacer de esta situación y aprovechar para este tipo de críticas, al final define a cada uno. Nosotros como Gobierno no podemos estar pendientes de eso, porque al final nos distrae de lo importante, y lo importante es hacer frente a esta crisis. Lo demás, le diría que tampoco me parece muy distinta a la estrategia que algunos han venido manteniendo desde que se consiguió la investidura. Lo lamentable es que tengan la tentación de utilizar esta crisis como un hito dentro de su estrategia.

Más allá de la titularidad en la competencia sobre los centros de mayores, ¿habrá que investigar cuando esto pase quiénes y cómo están detrás de la propiedad de las residencias de mayores?

Lo que creo es que hay que ver el modelo. Hay un modelo que se generó vinculado a la construcción, donde básicamente iba vinculada a la construcción y la gestión en aquellos momentos de explosión inmobiliaria. Y también muchas de estas residencias se pusieron en marcha sobre compromisos de concertación, ya garantizando un poco el ingreso público o alguna compensación. Evidentemente habrá que revisar ese modelo porque las personas mayores necesitan atención sanitaria, y no solamente alojamiento. Y no solamente eso, también el personal y sus condiciones laborales. Efectivamente, de esta crisis muchas de estas situaciones tendremos que evaluarlas.

¿Cree que el Gobierno ha sufrido una crisis reputacional por la compra de test rápidos defectuosos?

Esto es como todo, si uno lleva adelante una campaña de propaganda para afectar a la reputación, algún efecto tiene que tener. Ahora, si lo dimensionamos con relación a otros países, pues otros países que tienen menos cuestionamiento de su imagen, pues han tenido peores situaciones. Y en todo caso, es cierto que uno no puede poner todas las garantías. Pero, me consta que el Ministerio de Sanidad impuso muchísimas garantías a la hora de la compra del material, pero es verdad que cualquier control de estos puede fallar. Y en cualquier caso, lo que no ha habido es quebranto económico, sí un coste de oportunidad. Y, efectivamente, también una oportunidad para aquellos que están más preocupados por la reputación o la imagen del Gobierno que de lamentarse de que esto ocurra.

¿Cómo tiene pensado el Gobierno garantizar el abastecimiento de mascarillas ahora que la OMS ha decidido que su uso sea habitual en toda la población?

Ahora mismo estamos en unas operaciones de importación de carácter muy urgente y con contratos ya hechos para garantizar un aprovisionamiento inmediato. Y de otra parte, ya se está trabajando con empresas españolas para la producción nacional. La gran apuesta es la producción nacional, que es la que nos va a permitir un abastecimiento permanente en todo el tiempo, que no sabemos cómo vamos a tener que gestionarlo desde el punto de vista sanitario, una vez planteemos un cierto desescalamiento con el horizonte de la normalidad. Pero básicamente ahora mismo estamos intentando acopiar material procedente de otros países, pero ya se está trabajando con importación de maquinaria y adecuación de industrias a la producción de este material.

¿Puede garantizar que cuando empiece la desescaldada no habrá ningún español que tenga dificultades para adquirir una mascarilla en el mercado?

Ese es el objetivo. En eso estamos trabajando.

¿Esta crisis habría sido distinta si en los últimos años no se hubiera recortado sistema sistemáticamente en gasto sanitario?

Lo que es evidente es que en esta crisis se ha demostrado la importancia de la sanidad pública, lo importante que es invertir en ella y lo importante que es tenerla a punto frente a cualquier situación. Yo me quedo en eso, que podamos extraer la conclusión porque hasta hace poco en el debate también había quien lo planteaba desde otro punto de vista: que cada uno se pagara la sanidad que pudiera. Recuerdo cómo en las últimas campañas electorales, había quienes decían que el Estado debía limitarse a la Justicia, el Ejército y la Policía y que de todo lo demás debía proveerse el individuo. Es la concepción más ortodoxa del neoliberalismo, pero aquí tiene expresión política. Ahora vemos, efectivamente, lo importante que es la sanidad pública y lo que significa invertir o no invertir.

La oposición, e incluso alguna comunidad autónoma, sostienen que el estado de alarma está superado y que estamos en un estado de excepción no declarado.

No sé cuántos estados de excepción han visto o vivido. En democracia yo he conocido dos estados de alarma, uno muy circunscrito a un conflicto con controladores aéreos y, por tanto, muy acotado, y este otro que ojalá nos lo hubiéramos podido ahorrar también. Sí que he vivido algún estado excepción en otro ámbito, y le puedo decir que no saben de lo que hablan.

El 92% de los españoles, según una encuesta reciente de Metroscopia, reclama un gran acuerdo entre fuerzas políticas. ¿Cree que al comienzo de la crisis el presidente del Gobierno generó el marco de confianza necesario para un pacto entre entre diferentes partidos?

Lo que entiendo de estas cifras es lo normal cuando se genera una crisis de esta naturaleza, donde el interés general de la población no está en la polémica política ni en el enfrentamiento porque saben que eso no contribuye a solventar el gran problema que tenemos. Hay que intentar lograr acuerdos pensando en aquello que nos une. No podemos hacer de esto un elemento de oportunidad para la confrontación política. No podemos moralmente, pero evidentemente es que la población no quiere que lo hagamos, quieren respuestas y que todos trabajemos para dar esa respuesta. El papel de la oposición está bien en proponer y en facilitar, pero tienen muchas oportunidades para ejercer de alternativa. Pero no es el momento. Uno tiene que ubicarse y saber cuál es la situación y evidentemente esto también significa entender la importancia y la situación. Hace un rato hablábamos de esto: si preveíamos o consideramos la dimensión del problema, pues cuando yo veo que se confronta de esta forma es cuando veo que no se entiende la dimensión del problema, porque si no, no se aprovecharía para confrontar.

¿Y no cree que el presidente tardó demasiado tiempo en llamar a los líderes de la oposición para aunar posiciones comunes y reclamar esa segunda edición de los Pactos de la Moncloa que plantea ahora?

Creo que tendrá que seguir insistiendo. Lamento, en todo caso, que alguno ni siquiera haya querido ponerse el teléfono, pero yo creo que efectivamente el presidente insistirá. Insistirá porque ese sentimiento está en la sociedad y porque es de absoluto interés para nuestro país y sobre todo para atender esta situación, pero también para intentar lanzar un proyecto de reconstrucción, de relanzamiento que, como le decía antes, el principio, va a ser complicado y, por lo tanto, hace falta todo ese concurso de esfuerzos.

¿La coalición PSOE-Unidas Podemos aleja las posibilidades de consenso para la reconstrucción nacional?

Hay quien quiere plantearlo así. Pero eso pasa por no aceptar lo que es el Gobierno. El gobierno es el que es, y no el que a alguno le gustaría que fuera, ni un gobierno que pudiera prescindir de una parte. Ya veo que efectivamente hay un sector que está intentando aprovechar para cuestionar al Gobierno. Pero bueno, esto no es ninguna novedad. Esto se hizo previo a la investidura, se hizo después de la investidura. Por lo tanto, por eso decía antes que hay toda una estrategia que considera que esta coyuntura se puede situar como un hito vital para que esa estrategia tenga mayor resultado. Yo creo que de la misma forma que el propio Gobierno tenía otra estrategia y ahora toca reorientarla, la oposición debería hacer lo mismo y adaptar la suya a las circunstancias tan dramáticas que vive nuestro pueblo.

¿Por qué no hay ningún ministro de Unidas Podemos en el gabinete de crisis o como delegado del mando único? Iglesias tiene las competencias de Asuntos Sociales, que son de vital importancia, en esta crisis

No hay ningún vicepresidente en las delegaciones. Los ministerios son obvios. Sanidad, porque es una cuestión sanitaria. Interior, porque son las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado quienes en última instancia tienen que velar por que se cumplan todas las medidas, e incluso las de movilidad. Transporte, lógicamente, tiene que ver con toda la movilidad básica porque es la que contribuye a la propagación del virus. Por lo tanto, controlar la movilidad, procurar el distanciamiento, es uno de los medios para combatir el virus y al mismo tiempo, el ministerio de Transportes también se hace cargo de todo el sistema de distribución y de aprovisionamiento de abastecimiento. Y Defensa, porque el Ejército, como está ocurriendo, constituye un recurso muy aplicable para situaciones de necesidad, de inmediatez, de urgencia y de disciplina. Realmente tiene que ver con las competencias de los distintos ministros para el caso.

Y aunque usted me dice que sí, que hay un ámbito social, pero usted sabe también que es un ámbito totalmente transferido el de las políticas de dependencia o de atención a los mayores. Pero eso no quiere decir que no pueda estar, como así ha sido, aportando medidas para los colectivos vulnerables que se han recogido en las últimas ayudas y medidas que planteó el Gobierno. Y ahí está la inspiración de la vicepresidencia segunda. Ahí está la participación en la elaboración de la política pública. Ahora bien, la gestión tiene que ver, lógicamente, con lo que gestionan los distintos ministros.

“No he sido testigo de divergencias dentro del Gobierno”

¿Ha habido tensiones internas en el seno del Gobierno sobre la gestión de esta crisis y, concretamente, con el llamado escudo social?

En absoluto. No acabo de entender tanta insistencia en esta cuestión. Formo parte de este Gobierno y no he sido testigo nunca, nunca de una divergencia en ese sentido. Sí que he visto, lógicamente, preocupación por priorizar determinadas políticas que tienen que ver también con la propia gestión. Yo tengo mucho interés también en que mis políticas prevalezcan porque para eso las gestiono. Pero no ha sido un debate segmentado por organizaciones políticas. Quiero decir que no ha sido en ningún caso un debate entre Unidas Podemos y el Partido Socialista. De hecho, este es un Gobierno tiene personas de Unidas Podemos, dentro está IU; el PSOE y luego hay independientes que también tienen su propia opinión. En ese sentido el Gobierno funciona con bastante libertad respecto de sus miembros, sin que la adscripción condicione el debate. Lo único que ha habido han sido debates más allá de la adscripción a la ubicación de cada uno. Y sí le digo que lo que nos ha preocupado mayoritariamente a los que vivimos la crisis de 2008 es que no volvieran a sacrificarse los mismos y que las medidas se pensaran para los más vulnerables, que son las personas que siempre tienen el riesgo de ser las perdedoras.

¿Usted estaba más cerca de Pablo Iglesias que de Nadia Calviño en esas medidas para proteger a los más vulnerables?

No me reconozco en ese posicionamiento o por lo menos no se corresponde con lo que yo he vivido en absoluto. Estaba en esta inquietud, lo estábamos todos, y yo creo que cada uno, desde su perspectiva, trata de aportar al análisis y a las conclusiones un enfoque, una perspectiva o traslada unos intereses. Pero en este caso, ya le digo, estoy perfectamente sintonizado, no tengo ningún problema. Y, por supuesto, con la ministra de Economía conforme he trabajado, porque ya estamos hablando de cerca de dos años, mi nivel de sintonía cada vez es mayor. Todos hacemos un esfuerzo de acercamiento para poder abordar los problemas del país.

¿Es posible la aprobación de una renta mínima? ¿Con qué plazos trabaja el Gobierno?

Bueno, se está trabajando en ello. Hay algunas cuestiones de carácter técnico y otras obviamente de carácter presupuestario, para tratar de encontrar un modelo que, además, pueda ser homologable en el conjunto del país porque ahí también hay experiencias particulares. Es un compromiso de este Gobierno y forma parte de nuestro programa. No hay ningún debate en torno a la necesidad. Incluso la propia crisis justifica esa renta mínima. En todo caso lo está llevando el Ministerio de Seguridad Social e Inclusión, y no sé con qué plazos estamos jugando, pero se está trabajando.

Hace unas semanas se hablaba de una aprobación inminente. ¿Podría ir al Consejo de Ministros la próxima semana?

No creo que estén los trabajos tan avanzados como para eso.

¿Cómo piensa el Gobierno obligar a los asintomáticos positivos al aislamiento en hoteles o polideportivos?

Bueno, lo que se planteó fue ir estudiando estos recursos para tenerlos previstos. Tenemos incluso ofertas del sector privado que nos plantean recursos para ponerlos a disposición del Gobierno.

¿Por ejemplo?

Hoteles, navieras, instalaciones de todo tipo. La verdad es que el sector privado también ofrece muchas posibilidades de apoyo al Gobierno y hay que agradecerlo. Pero respecto a su pregunta, estamos hablando de personas básicamente que necesitan mantener un confinamiento y no tienen posibilidades de hacerlo efectivo. Pensemos que uno de los ámbitos de contagio es el hogar, y no todo el mundo dispone de ambientes habitacionales para aislarse de los demás miembros de la familia. Estamos pensando, por lo tanto, en personas que, por las razones que sea, necesitan tener unas condiciones para hacer efectivo el confinamiento. Pues lógicamente es libre. Normalmente una persona que está contagiada lo que quiere es pasar la enfermedad en las mejores condiciones posibles de atención y no de soledad o de afectación a su entorno. No veo yo tanto esa cuestión de obligar o no obligar. Estaríamos hablando de casos muy particulares para ofrecer la posibilidad de llevar la enfermedad en condiciones. Creo que es algo ventajoso lo que se le plantea, y también para el conjunto del país porque evita la propagación.

El debate, ministro, está precisamente en la obligatoriedad de la medida. ¿Será voluntario, entonces?

El marco legal lo permitiría, incluso, por razones de salud pública. Pero ni siquiera debemos enredarnos en casos tremendamente singulares porque entiendo que la mayoría optaría por tener esas condiciones. Se trataría de pasar el confinamiento y tener un nivel de seguimiento de su enfermedad. Es decir, no es un régimen de hospitalización, pero sí de cierto control. No acabo de ver exactamente qué personas podrían negarse a ello, si se le ofrece eso. Ahora si tienen condiciones propias... este es un recurso para aquellos que no lo tienen.

¿Hay test suficientes para implantar esa medida teniendo en cuenta ese mercado internacional desorbitado del que hablábamos antes?

Se está intentando trabajar con producción propia. De momento, los test rápidos se van a aplicar a ambientes de prevalencia, es decir, residencias de ancianos y hospitales allá donde hay zonas de mayor riesgo. Es ahí donde básicamente se tienen que plantear. La idea es empezar por ahí. Y luego, lógicamente, disponer de la capacidad para testar a la población. Pero todo lo que nos dicen en este caso el ministro y las autoridades sanitarias es que los PCR son los indicadores más precisos de la enfermedad y que los test rápidos cuando nos dan positivo, es evidente que lo son, pero cuando nos dan negativo no te aseguran el 100 por ciento. Pero ya te permite ir sesgando determinada población.

¿Qué más escenarios hay sobre la mesa para la desescalada?

Lógicamente estos son escenarios de los que nos tenemos que prever a partir del 26 de abril. Hasta entonces el régimen de actividad y de movilidad que vamos a tener va a ser el que ya conocimos con el decreto de alarma del 14 de marzo. Solamente podría plantearse algún tipo de variación a partir de entonces y, desde luego, en función de la situación sanitaria. Por lo tanto, tampoco tendría porque ser a partir del 26. Ya veremos en qué situación sanitaria estamos, pero en todo caso sí que debemos ir pensando para no improvisar en función de los diferentes escenarios. Es una cuestión de previsión, estudio y anticipación ante una situación que todavía no llega.

¿Qué más medidas tienen en estudio?

Hay muchas porque toda la actividad económica está muy vinculada. Hay que tener cuidado con cómo se va procediendo y también hay implicaciones sociales. Es que ciertamente es mucho más complicado que parar. Volver a la actividad y volver a los hábitos de vida es un proceso complejo, pero que debemos hacer con el tiempo suficiente para no dar al traste con todo el sacrificio realizado. Lo tenemos que ir conjugando. Y lógicamente también tenemos que seguir invirtiendo en investigación y en estudios acerca de los tratamientos de la vacuna, desarrollar más experiencia en el conocimiento de la enfermedad y en su propia transmisibilidad. Esto no lo conocíamos y tenemos que ver también en qué fase se puede contagiar o si hay inmunidad. Hay todo un trabajo científico, epidemiológico, de expertos que se está haciendo.

Una visión nacional para la desescalada

¿La desescalada será gradual en función de los grupos de riesgo, los territorios o la actividad industrial?

Todo tiene que ser estudiado. No puedo anticipar nada porque efectivamente estamos ahora viendo los elementos que pueden permitir esa previsión. Pero todo eso, lógicamente, ha de ser considerado. De todas formas, le diré algo yo creo que, a diferencia de Italia, aquí lo mejor fue plantear las medidas para toda España, y no para ninguna comunidad o región en concreto. En Italia se empezó con Lombardía y al final tuvieron que acabar con todo el país. Tenemos que tener esa visión del conjunto nacional y sobre esa visión trabajar.

Los estudios de seroprevalencia no empiezan hasta la próxima semana, si los segundos test no se pueden repetir hasta pasados 21 días, ¿tenemos que hacernos a la idea de que hasta junio no recuperaremos parcialmente la normalidad?

Es muy difícil plantearse fechas y por eso le hablo de un cierto desescalamiento porque efectivamente hay que ir adecuando, adaptándonos a toda esa información sanitaria, que es fundamental para plantearse la vuelta a la normalidad. De todas formas ya se va asentando la idea de que esto no va a ser de un día para otro y que no puede ser como si no hubiera pasado nada. Esto no va a ser así. En el ámbito económico, en el ámbito relacional y en tantas y tantas cosas de lo que estamos acostumbrados, tendremos que actuar con un cierto ritmo de adecuación.

Cuando el lunes se reanude la actividad industrial, ¿cómo va a evitar el Gobierno el riesgo de contagio en la construcción?

En el régimen de la obra pública y de la construcción residencial, que no implica obras menores, las empresas tienen planes de prevención y una dimensión que es posible tener esas guías y esos planes. Los establecerán las propias empresas para los trabajadores. También es verdad que trabajan en un régimen distinto, en la obra pública se trabaja más en ámbito abierto y no es necesaria la proximidad en muchos de los trabajos. Todas las empresas se van a comprometer a tener su plan de prevención y de seguridad y a dotarlo de medios para ello.

¿Qué planes da por perdidos de su ministerio después de esta crisis? ¿Hay alguno recuperable?

Bueno, vamos a ver si la obra pública se retoma nuevamente, tampoco habrá sido mucho tiempo. Se habrá limitado a estas dos semanas. Tenemos grupos de trabajo que están estudiando los impactos de esta situación en nuestras previsiones, inversiones y en toda la programación. Claro que nos afecta mucho, pero por eso estamos estudiando la afección a todas esas programaciones y también estamos estudiando los modos de transporte y cómo podemos tratar de apoyarlos en el momento en el que podamos salir de la epidemia. Tenemos al sector aeronáutico muy afectado, y esto va a llevar tiempo. Tenemos un sector ferroviario básicamente público, pero también resultará afectado. Y tenemos el servicio de viajeros por carretera, con diferentes modalidades de autobuses que prestan el servicio de obligaciones de servicio público. Aquellos otros de competencia autonómica o local de viajes discrecionales, que son los que hacen excursiones, atendían congresos y planes del Imserso. Nos va a tocar un poco mirar sector a sector, ver cómo podemos apoyarlos para que se mantengan y, por supuesto, todo el sector de transporte de mercancías. Tenemos ahí varias áreas, estamos estudiando los impactos y ver cómo podemos afrontar, encajar y atender estas situaciones, pero la verdad es que claro que nos afecta totalmente.

¿Y no cree que las medidas de moratoria para los alquileres deberán replantearse según la evolución de la crisis?

De momento hay una previsión de seis meses. No se ha planteado a la corta y, en todo caso, evidentemente siempre se puede revisar porque estamos hablando de lo que es la línea general de los vulnerables de una línea de financiación sin intereses a pagar en años. Pero, siempre cabría la posibilidad de ampliarlo llegado el momento. El Estado ahí está asumiendo una responsabilidad grande porque asume el coste de los intereses. La devolución del préstamo es a seis años y puede llegar hasta 10 años. Es largo y siempre puede ampliarse.

¿Tienen una estimación de cuántas personas pueden acogerse a esta medida?

No tenemos una estimación, pero sí que hay una estimación máxima, que podría ser un 1.900.000 personas.

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