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Mujer contra mujer: la estrategia de la extrema derecha para criticar al feminismo

Varias políticas vinculadas con Vox.

Ana Requena Aguilar / Carmen Moraga

10 de diciembre de 2022 22:18 h

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Georgia Meloni gana las elecciones en Italia y pide que la llamen primer ministro. El gobernador de Texas ratifica la ley que prohíbe de hecho el derecho al aborto y junto a él posan varias políticas republicanas. Marine Le Pen asegura que ella es una feminista pero “de las buenas” y aprovecha para cargar contra la política migratoria. Varias diputadas de Vox se convierten en el ariete más agresivo y faltón contra otras políticas y contra cualquier ley que suene a igualdad. No es casualidad, la extrema derecha tiene un plan: feminizar su rostro para intentar feminizar su electorado y para disfrazar su ideología machista de crítica legítima.

La socióloga Beatriz Ranea habla del concepto “mujeres escudo”: “Son mujeres que han llegado ahí gracias al feminismo pero que lo rechazan radicalmente y que a la extrema derecha le sirven para elaborar un discurso que les es útil para afirmar que no están en contra de las mujeres, sino del feminismo y transmitir una visión burda del feminismo, como una ideología contraria a los hombres, a la familia o a los menores”. Son mujeres situadas en contextos muy masculinizados pero que en ocasiones logran ese rol protagonista porque funcionan como ese escudo que permite a la extrema derecha enarbolar esa bandera. “Ellas son las auténticas mujeres frente a lo que proclaman las feministas”, resume la socióloga, que añade que ese posicionamiento les permite confrontar con otras mujeres, como si determinados asuntos nada tuvieran que ver con los hombres o con la masculinidad.

En Vox, de los 52 escaños que la formación ultraderechista sacó en el Congreso en las elecciones de 2019, 14 fueron mujeres, pero tras la baja de Macarena Olona -que fue sustituida como diputada por Granada por un hombre- el grupo se ha quedado en 13. Desde el inicio de la legislatura, todas han hecho del antifeminismo y del rechazo a las cuotas, junto a una visceral oposición a la ley de violencia de género, sus principales banderas y un elemento identitario de su ideología. El principal agitador de esas teorías ha sido el propio Santiago Abascal, que a su llegada al Congreso ya proclamó que “las voceras del feminismo supremacista no hablan en nombre de todas las mujeres, sino en nombre de su propia ideología, que es una ideología totalitaria y, por cierto, también suicida”.

El principal blanco de sus ataques ha sido la ministra de Igualdad, Irene Montero, contra la que han cargado sin piedad en todas sus comparecencias, tanto en las que ha hecho en Comisión como en el Pleno a lo largo de su mandato. Uno de los más sonados fue el que la diputada Carla Toscano le lanzó a Montero el pasado 23 de noviembre en un debate parlamentario, asegurando que su “único mérito” era “haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias”, un comentario machista que indignó a la mayoría de los diputados y a la propia ministra, que acusó a la parlamentaria de Vox de utilizar la “violencia política”.

En un gesto de aparentar 'arrepentimiento' por sus ataque a Montero, Toscano subió hace unos días un tuit en el que afirmó su deseo de “disculparse” con la ministra. “Nadie debería poner en duda que la señora ministra tiene una excelente preparación”, ironizó, añadiendo que “la valía de Montero la demuestran ”su defensa de la pederastia, la excarcelación de violadores, el aumento de los ataques a mujeres y todos sus grandes éxitos“. Días después, en una conferencia ofrecida en Ciudad Real tildó ”el feminismo de ahora“ como ”un movimiento sectario, fanático y totalitario“.

El investigador sobre extrema derecha Arsenio Cuenca constata que la literatura académica actual concluye que existe una estrategia deliberada de la extrema derecha para feminizar su rostro. “Esto responde a dos objetivos: uno, captar un voto femenino que históricamente siempre se le ha resistido por su ideología machista, y dos, darle una apariencia más 'presentable' o directamente menos retrógrada a su discurso”. Por ejemplo, que su portavoz en la Comisión de Violencia Género sea Carla Toscano seguiría esta lógica porque “queda mejor en términos de respetabilidad” que sea una mujer la que hable del tema y pronuncie los discursos más críticos al respecto.

La propia Carla Toscano es la que acumula el mayor historial de exabruptos. Toscano es una mujer extremadamente conservadora, católica, contraria al aborto y a la eutanasia - una seña de identidad en todas sus compañeras de escaño- y muy activa en redes sociales, que ostenta la portavocía de la Comisión de seguimiento y evaluación de los Acuerdos del Pacto de Estado en materia de Violencia de Género. Uno de sus momentos 'estelares' fue cuando subió a la tribuna de oradores del Congreso vistiendo una camiseta en contra del movimiento #MeToo. La diputada se dirigió a los diputados Rafael Simancas, del PSOE, y Chema Guijarro, de Unidas Podemos preguntándoles: “Señor Simancas, ¿me está mirando?, ¿Señor Guijarro?, ¿me está mirando? Es que a lo mejor no me gusta cómo me miran. Tienen la suerte de que soy una mujer sensata, una diputada de Vox y por eso no voy a hacer nada, pero si yo fuese otro tipo de mujer, por esa mirada les podría denunciar por acoso y podría denunciarles incluso por violación y habría que creerme porque soy mujer, porque yo lo valgo”, añadió.

Cuando el Congreso aprobó el pasado mes de mayo la ley del 'solo sí es sí', aseguró que “le daba pena” que en la calle ya no se podía escuchar “ciertas cosas” como “dime cómo te llamas y te pido para Reyes”; o “ese es un cuerpo y no el de la Guardia Civil”, “piropos” que en su opinión siempre han sido fruto del “ingenio popular”.

Maternal pero agresiva

Los estereotipos de género pesan sobre las políticas. La politóloga Silvia Claveria explica que varios estudios en EEUU muestran que lo que se pide a las mujeres es incongruente. Por un lado, a las políticas se las valora por su amabilidad, cuenta si tienen hijos, si son amables, si ocupan una posición de no excesivo liderazgo... “Pero a la vez, en política se valora la seguridad, tener un tono más agresivo, el liderazgo... y hay que ver entonces cuándo las mujeres juegan a un estereotipo y cuándo a otro”. Lo que han comprobado estos estudios es que las políticas republicanas tienen que tratar de cumplir los dos. Y que los votantes republicanos aprecian un tono de chulería y agresividad en sus lideresas.

“Vox vive de polarizar desde los temas más morales, entre ellos el medio ambiente y el feminismo, que es donde pueden diferenciarse más y posicionarse como el principal partido en contra”, prosigue la politóloga. El hecho de que sean mujeres las que lideren la crítica a las políticas de igualdad busca ganar legitimidad. “Tiene más potencia porque parece que entonces esas políticas no benefician efectivamente a todas las mujeres y que son las propias mujeres las que son críticas”.

La exdiputada de Vox Macarena Olona criticó los insultos que su antigua compañera de filas, Carla Toscano, lanzó contra Irene Montero. Olona consideró esos ataques como un “error estratégico de primera magnitud”, y se preguntó: “¿Quién está a los mandos para desviar de esa manera el debate de lo que interesa a los españoles”, refiriéndose al “bodrio” que a su juicio es la Ley del 'solo sí es sí'. Sin embargo, ella también puso en duda el valor de Montero como ministra. De hecho, aseguró que había llegado a su puesto por “relaciones afectivas”. Lo hizo en un Pleno de finales de diciembre de 2021 cuando se habían producido tres asesinatos machistas en 72 horas. “Usted representa a una mujer en España débil, víctima, que necesita una cuota para ascender a puestos de responsabilidad, pero que luego no le importa acceder a esos puestos de responsabilidad si es a través de las relaciones afectivas, denigrando a todas las mujeres”, le dijo entonces Olona, asegurando que Montero representa “a una mujer que se siente muy inferior a los hombres y llena de complejos”.

En ese mismo Pleno sus dardos se dirigieron además contra la vicepresidenta Yolanda Díaz, a la que llamó “ministra comunista” mientras le anunciaba que le iba a dar el programa de Vox: “Se llama Agenda España y, además, se lo voy a entregar con una dedicatoria personal mía: Para Yoli, que aspiró a ser lideresa mundial y no pasó de ‘fhasionaria’”. Otra de sus lapidarias frases fue asegurar que se “reivindicaba como mujer y como pilar de mi casa, y no quiero que ninguna niñata venga a darme lecciones de cómo tengo que tratar a mi familia”, en referencia también a Montero. Sus diatribas sobre el concepto de “ser mujer” ya las lanzó en Twitter en marzo del año pasado.

Una vez fuera de Vox, Olona se ha centrado en abanderar una cruzada contra lo que considera “la criminal ideología de género” a través de una Fundación Iberoamericana cuyos tentáculos ha extendido a España. Según explicó el día de su presentación en Madrid, su objetivo sería buscar firmas para una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) con la que pretende derogar la ley de violencia de machista y sustituirla por otra de “violencia intrafamiliar”.

La socióloga Beatriz Ranea recuerda que la extrema derecha utiliza el xenofeminismo, que toma ese nombre aunque no es feminismo. “Es la utilización de temas que preocupan en la agenda feminista pero con fines xenófobos” o machistas. Por ejemplo, cuando las diputadas de Vox habla de violencia sexual y utilizan datos tergiversados para intentar relacionarla con hombres extranjeros.

Supremacismo

Tampoco se ha quedado atrás Lourdes Méndez Monasterio, diputada por Murcia, madre de seis hijos y miembro del Opus Dei. En mayo de 2021 se negó a guardar un minuto de silencio en la Comisión de Igualdad del Congreso por las mujeres asesinadas hasta esa fecha al considerar que la “violencia no tiene sexo” y hay que homenajear también a los hombres víctimas de ataques de sus parejas. Un año antes, en febrero de 2020, le dijo a la ministra Montero, también en la misma Comisión: “Usted no quiere la igualdad de las mujeres. Lo que quiere es un supremacismo de la mujer, que además será la base para su supremacismo de la izquierda cultural”.

La parlamentaria de extrema derecha se ha opuesto también radicalmente a la Ley Trans, afirmando que “en la pubertad, cuando los científicos dicen que hay desequilibrios hormonales, es una verdadera bestialidad intentar convencer a un niño de que puede elegir su sexo en contra de su biología”.

A ese elenco de mujeres de la extrema derecha que atacan a otras mujeres hay que añadir a Rocío de Meer, diputada por Almería, que en un debate celebrado en marzo le recriminó a la ministra de “Igual- da” que su departamento no servía “para nada”. “Miles de españoles no pueden pagar la luz para que usted se gaste el dinero de sus impuestos en feminismo, que ni se come ni calienta ni sirve para nada”.

De Meer, que fue recriminada recientemente por el vicepresidente del Congreso, Rodríguez de Celis, por llamar “filoetarras” a los diputados de Bildu, ha destacado más por sus discursos xenófobos contra la inmigración. De hecho, compartió en sus redes personales un discurso xenófobo de una organización neonazi que defiende la instauración de un estado totalitario católico.

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