Juan López de Uralde y Rosa Martínez fueron elegidos coportavoces de Equo el pasado fin de semana durante la II Asamblea Federal del partido verde. Uralde, fundador del movimiento, repite en el cargo y es un rostro conocido. Martínez, quien también participó en el surgimiento de Equo en Euskadi, sustituye en el cargo a Carolina López. “Cuando mis condiciones familiares han ido evolucionando y mis hijos han ido creciendo, he podido involucrarme más”, señala la política bilbaína, que defiende la apuesta que hace su formación por la paridad en todos sus órganos: “Sin ella, yo no estaría aquí”.
Antes de Equo no había militado en ninguna organización política. ¿Qué le hizo acercarse?
R.M.: Yo partía de un interés evidente por la política y por mejorar las cosas. Cuando leí el manifiesto del 4J [4 de junio de 2011, acto fundacional público de Equo] me encontré con un partido que daba una solución global a todo lo que me preocupaba: el tema social, un cambio del sistema político y el medio ambiente. Me pareció que por fin alguien hablaba de lo que yo pienso.
También que fuera un partido nuevo, la forma de organizarse. Yo sí había considerado dar el paso a la política, pero no me hacía gracia la manera de funcionar de los partidos. Puedes ser un tornillo del engranaje, pero no eres parte activa a no ser que te dediques a trabajar y escalar... ya sabemos cómo funcionan. En Equo me daba la impresión de que podría participar y contribuir con lo que soy.
Esa manera de funcionar ahora parece algo normal, pero no lo era en 2011: elegir toda la lista en primarias abiertas, el uso de herramientas de votación online, AgoraVoting, Loomio. Son nombres que ahora suenan mucho, ¿se consideran pioneros?
J.L.U.: Cuando decidimos en la campaña de 2011 que no íbamos a pedir créditos había gente que se llevaba las manos a la cabeza y pensaban que era un suicidio. Entendimos que todas estas cosas era lo que nosotros queríamos hacer e hicimos nuestra aquella frase de 'vamos despacio porque vamos lejos'. En aquel momento el bipartidismo estaba muy implantado. Fuimos un rompehielos en un sistema que estaba muy sólidamente asentado.
R.M.: Desde 2011 llevamos pidiendo lo que la sociedad española reclama a gritos, y no solo en lo referente al cambio de modelo, de una política centrada en las personas, una regeneración democrática, etcétera. Es la manera de hacerlo: funcionamos cómo decimos y eso es importante en un momento de cambio político como el que estamos, que crea incertidumbre. Equo es un partido en el que se puede confiar. Hemos consolidado una organización y una forma de funcionar de acuerdo a los principios de horizontalidad, transparencia y democracia.
Otra de las señas de identidad de Equo es la paridad absoluta en los órganos. La dirección, por ejemplo, la integran dos coportavoces, una mujer y un hombre. ¿Cuál es la intención?
R.M.: Es una apuesta real que se hace en todos los partidos verdes europeos. Hemos de recordar que la sociedad está hecha a nuestra imagen y semejanza. Son muchas las razones que no impiden pero limitan la participación de las mujeres. La paridad lo que hace es abrir una ventana de oportunidad: sin la paridad efectiva y real que hay en los órganos de Equo yo no estaría aquí. Se demuestra que, cuando realmente se dan oportunidades y se apoya la presencia de la mujer, damos un paso al frente y asumimos responsabilidades. Hay que hacer una reflexión sobre por qué hay tanto miedo a la paridad.
Recordaban que Equo nació para la opinión pública hace tres años, en plena ebullición del 15M. Parece que ha pasado mucho tiempo desde entonces. ¿Qué análisis hacen de los tres primeros años de vida del partido?
J.L.U.: Hemos pasado de un sistema bipartidista soldado a plomo en 2011 a la situación de hoy, en la que el tablero se ha movido y todo está en cuestión. Nosotros empezamos antes del 15M, aunque la presentación se hizo el 4 de junio. Éramos personas que proveníamos de movimientos sociales y con la misma preocupación que luego se manifestó en las calles. No nos sentíamos representados por lo que había en el escenario político y pensamos que había que saltar a la política y estar en las instituciones para cambiar las cosas. Nuestro movimiento es un poco paralelo al sentimiento de mucha gente que está dando el paso hoy, tres años después. La caducidad del sistema es tan evidente que la gente empieza a buscar dónde puede haber algo distinto.
R.M.: Para nosotros es muy importante la experiencia activista y de cambio de nuestros militantes. Somos un ejemplo perfecto de empoderamiento ciudadano. Nosotros nos dimos cuenta de que hace falta un pie en la calle y otro en las instituciones. Es a lo que aspira Equo. Estos tres años han servido para consolidar nuestras propuestas y nuestra organización. Otros están empezando a organizarse y nosotros ya tenemos claro nuestro funcionamiento interno y ahora solo nos queda trabajar hacia afuera.
El pasado fin de semana Equo celebró su II Asamblea Federal. ¿Cuál fue la principal conclusión?
J.L.U.: El principal sentimiento es que la ebullición que hemos tenido dentro la debemos proyectar hacia fuera y transmitir que aquí hay una alternativa muy trabajada, con propuestas viables y con una organización profundamente democrática. La principal tarea que nos hemos encomendado, más allá de los documentos políticos y electorales, es dar a conocer nuestra propuesta.
¿Y a qué achacan que la propuesta no sea conocida?
R.M.: No estamos solo ante una crisis económica, sino ante algo mucho más profundo, y eso no está en el imaginario común. La gente piensa en términos de opresores y oprimidos y hay que ir mucho más allá. En el siglo XXI hay que hacer propuestas globales, cualquier propuesta que no tenga en cuenta todas las dimensiones quedará obsoleta y fracasará.
Yo estoy muy contenta con la ponencia política que hemos aprobado. Nosotros buscamos la transformación radical del sistema porque es explotador de personas y de recursos naturales: para conseguir más beneficio económico da igual si supone más horas de trabajo, más recortes sociales y de derechos, más consumo de agua y de energía. Hay que decir basta. La política debe promover el buen vivir y cubrir las necesidades básicas de las personas (agua, alimentación), pero es cuestión también de derechos humanos y sociales, servicios públicos. Y además un medio ambiente de calidad.
El modelo que defiende Equo es el de la ecología política. ¿La gente está preocupada solo por el trabajo?
J.L.U.: Nosotros hacemos propuestas concretas para resolver los problemas sociales, la generación de empleo y el apoyo a las personas sin renta, etcétera. Pero al mismo tiempo hay otra gran crisis que está ahí: la ONU ha presentado un informe en el que señala que el cambio climático está empezando a ser irreversible. Son dos crisis a las que en España hay que sumar una tercera, la crisis política.
Lo que quizá nos cuesta comunicar más es que, aunque se dé prioridad a la crisis social, no se puede seguir ignorando la crisis ambiental porque estamos destruyendo la casa común. Las consecuencias también son para los seres humanos: en estos momentos hay más refugiados por el cambio climático que por guerras. También tiene consecuencias en el empleo: cuando las temperaturas suben en las aguas de las rías gallegas no se puede producir mejillón. Y esto tiene un impacto sobre el empleo. Cuando hablamos de cambio climático no lo hacemos solo de osos polares; hablamos también de empleos reales.
Vamos a hacer frente a la crisis social y a la crisis política con otro modelo, pero a la vez tenemos que resolver esta tercera crisis. Nuestras propuestas intentan hacer frente a las tres. Olvidarse en el siglo XXI de esta tercera crisis como algunas fuerzas políticas están haciendo es de una irresponsabilidad y un oportunismo inexplicable.
R.M.: Ecología y empleo van de la mano. La gente tiene en su cabeza que las medidas ecológicas van en contra del desarrollo económico. Lo que hay que pensar es en qué tipo de empleos queremos crear. El cambio de modelo energético es un ejemplo y es una de las propuestas que podría tener más impacto. Si pasamos a un modelo de sol y viento no solo estamos reduciendo las emisiones de carbono y contribuyendo a luchar contra el cambio climático, sino que el impacto en el empleo sería brutal.
El que no se apueste por sectores que consuman menos energías, menos recursos y creen empleo de calidad es una decisión política. La separación entre crisis económica, crisis social y crisis medioambiental no existe: son las tres caras de la misma crisis.
Recientemente Mariano Rajoy y Pedro Sánchez discutían sobre las primas a las renovables y al ciudadano se le transmite que solo es cuestión de si nos cuesta dinero. ¿Cómo pueden convencerles de apostar por ellas?
R.M.: Decir que las renovables cuestan dinero es una falacia, una gran mentira. Cambiar el modelo energético ataca directamente al corazón del sistema capitalista. No se trata solo de apostar por las renovables, sino de que no estén en manos de un oligopolio que determina la política energética de este país. Hay que cambiar el modelo hacia energías limpias, sí. Pero también cómo se hace: producción distribuida, pequeños productores. Eso es clave para reducir la dependencia energética exterior, por lo que reducimos el impacto de los conflictos geopolíticos. Un pequeño cambio en el sistema energético produce una reacción en cadena que supone la transformación radical del sistema: política, contra las puertas giratorias; económica, porque crearíamos empleo; climática, porque reduciríamos las emisiones; y social, porque acabaríamos con la pobreza energética.
J.L.U.: En muchos debates te dicen, sobre todo la derecha, que el debate energético es técnico. Y no es verdad. El debate energético es el más político que hay porque hay un enfrentamiento de dos modelos: uno oligopólico que controla la producción u otro más descentralizado y abierto con energías renovables que distribuye el poder entre la ciudadanía.
Hay dos expresidentes del Gobierno que han acabado como consejeros de empresas energéticas. ¿Se puede terminar con estas prácticas?
J.L.U.: Se puede y se debe. Los expresidentes cobran un sueldo de los ciudadanos precisamente para que su discurso siga siendo independiente. A quien esté en un consejo se le debe retirar ese sueldo público. Lo del sector energético es inaceptable: no se sabe si las legislaciones las hacen los políticos o las propias empresas.
R.M.: Es una cuestión de legislación. Si haces una ley para que un cargo público en 10 años no pueda ocupar un puesto en un consejo de una empresa acabas con las puertas giratorias, pero no existe voluntad política. En nuestra ponencia política incidimos en que hace falta una regeneración del sistema político, pero no irá a ninguna parte sin mecanismos de transparencia y sin unos compromisos éticos vinculantes. No habrá regeneración política si no atajamos los caminos que el poder económico tiene para influir en la política. La clase política está dominada por las tres emes: son marionetas mediocres y malvadas.
El mensaje de la ecología política no parece haber calado en la ciudadanía española, pero tampoco es predominante en ningún país de Europa. ¿Cuál es el problema?
J.L.U.: En The Guardian han salido varios artículos que critican la falta de cobertura mediática de Los Verdes británicos frente a UKIP (los euroescépticos). Incluso la BBC les ha excluido de los debates pese a que tienen más presencia política. Y eso nos está pasando en toda Europa. El discurso es alternativo, reflexivo y hace que no sea tv friendly. Es un problema porque si al final la composición del Parlamento se va a decidir en tertulias televisivas habrá que cambiar las reglas de la política.
R.M.: Las propuestas más revolucionarias son las de los partidos verdes. Son las que exigen una renovación radical y ponen en cuestión el sistema capitalista entendido como un todo. Pero en países como Alemania se ha visto que con un 10% de voto se tiene mucha influencia. Aunque los partidos verdes no tengan un peso cuantitativo muy importante, sí lo tienen cualitativo.
En la Asamblea Equo ha aprobado un documento electoral ante un año muy intenso en este sentido. ¿Qué camino se han marcado?
J.L.U.: El tablero está movido y es cambiante. Lo que valía hace dos meses ahora mismo ya no vale y viceversa. Tenemos dos objetivos clave: queremos ser parte del cambio, se ha abierto una ventana de oportunidad para generar un cambio más sistémico y profundo y queremos ser parte. En ese sentido apostamos por la suma siempre que sea posible.
Pero el segundo objetivo es que la ecología política en España tenga un espacio. Y queremos que la suma sea desde nuestra identidad para seguir construyendo ecología política.
R.M.: Las plataformas ciudadanas que se están planteando de cara a las municipales son una oportunidad histórica para llevar nuestras propuestas a las instituciones. Equo participa en todas ellas para intentar una transformación radical y para que las personas sean el centro de la política.
La Mesa Federal de Equo ya decidió en su momento integrarse en esas candidaturas ciudadanas tipo Ganemos. ¿Cuáles son los límites que se marcan para entrar o, en su caso, para salirse de estas iniciativas?decidió en su momento integrarse
J.L.U.: En Equo las decisiones sobre esas plataformas y sobre cómo se articulan las van a tomar las bases en cada territorio. Nosotros no hemos querido establecer líneas rojas y hacemos propuestas en positivo. Planteamos tres elementos prioritarios: lucha contra el desempleo, sostenibilidad como elemento transversal y que el funcionamiento interno sea radicalmente democrático. Y si en un territorio no se dan las condiciones para que nuestra gente esté a gusto, no renunciamos a presentarnos en solitario. Allí donde la confluencia no sea posible, Equo se presentará en solitario o en coalición con otros.
R.M.: La participación ciudadana no tiene sentido si no tienes unas propuestas. Donde esas propuestas sean opuestas a lo que nosotros defendemos nosotros no pintamos nada por muy ciudadano que sea ese movimiento. Todo lo que cuadre con lo que somos y lo que pensamos, allí estaremos.
Otros partidos sí han planteado esas líneas rojas, como Podemos. ¿Creen que al final entrarán en estas candidaturas?
J.L.U.: Nosotros preferimos no especular. Ellos tienen que tomar sus decisiones y la pelota está en su tejado. Mucha gente está a la espera de lo que decidan. Nosotros vamos trabajando, haciendo confluencia y ya veremos.