Pedro Sánchez se apunta al 'por sus enemigos lo conoceréis'
En política, hay que saber elegir bien a los enemigos. Hay algunos que te vienen dados, a veces dentro de tu propio partido. Otros los tienes que seleccionar en función de las circunstancias. Pedro Sánchez lo tiene claro. No le vale ya con hablar de “la guerra de Putin” o denunciar la intransigencia de la oposición de derechas. La respuesta de las empresas que tendrán que pagar el impuesto especial a bancos, eléctricas y petroleras le permitió señalar a algunos de sus directivos en la última rueda de prensa antes de las vacaciones. ¿No te gusta lo que hago? Fíjate en los que están cabreados conmigo.
“He escuchado a algunos dirigentes de bancos, a la señora Botín (presidenta del Banco Santander), al señor Galán (presidente de Iberdrola). En fin, creo que si protestan, es que vamos en la buena dirección”, dijo el viernes en Moncloa. Por algo el Partido Popular tardó dos días en decidir si se oponía a esos impuestos y con qué argumentos. La pregunta que hace Sánchez a los ciudadanos es obvia. ¿Con quién quieres estar? ¿Con nosotros o con los que se están forrando con el aumento de los precios de la energía y la subida de los tipos de interés?
Maquiavélico, pero práctico. El camarada Pedro Sánchez mostró el camino a las masas a la espera de que respondan con determinación a la alternativa. “Arrimar el hombro no es un eslogan, es una obligación”, explicó para pasar a apuntar a aquellos que están haciendo caja aprovechando el estallido del mercado de la energía. No pretendía ser sutil, y por eso se refirió a “aquellos sectores y empresas que se están beneficiando particularmente de esta situación económica”. Mala para prácticamente todos, excelente para ellos.
“El sufrimiento de muchos conciudadanos de clase media y trabajadora que están sufriendo el recorte de su bolsillo no puede ser la alegría de unos pocos”, insistió después. Vale, presidente, ha quedado claro.
La estrategia quedará más definida cuando se confirme el lunes qué medidas aprobará el Gobierno para imponer o recomendar el ahorro energético. Ya se han conocido algunas de ellas. Serán decisiones posiblemente impopulares o difíciles de aplicar si no cambian la conducta de la gente en aquellos ámbitos, por ejemplo el hogar, donde el Gobierno no puede meter la cuchara. Será la única forma de emplear con eficacia esa palabra que encanta a los gobiernos durante una crisis: sacrificios.
“Si Estados Unidos está en una recesión, es una muy extraña”, tituló The Wall Street Journal a principios de julio. Los datos conocidos esta semana indican que la economía norteamericana ha sufrido descensos del PIB en dos trimestres consecutivos, que es la definición estándar de una recesión. Pero el Gobierno aún no ha decidido que ese sea el caso (en realidad es un grupo independiente de ocho economistas quien tiene la última palabra), porque se contradice con otros indicadores, el más importante de los cuales es el empleo.
Lo más habitual es que una recesión se vea precedida por destrucción progresiva de empleo, despidos masivos, quiebras de empresas y un descenso evidente de la actividad económica privada. “Eso no es lo que estamos viendo ahora”, dijo la secretaria del Tesoro, Janet Yellen. La economía norteamericana creó 380.000 empleos mensuales en el último trimestre, por encima de lo esperado. El índice de paro está en el 3,7%, prácticamente a la altura del dato anterior a la pandemia.
La economía española se encuentra ante un dilema no muy diferente. La previsión de crecimiento está en el 4%, aunque es muy posible que descienda en el segundo semestre. Después de un primer trimestre de crecimiento mediocre –0,2%–, el ascenso del 1,1% en el segundo muestra una clara recuperación. La tasa de desempleo está en el punto más bajo desde 2008. Sin embargo, todo puede cambiar en unos meses a causa de la guerra de Ucrania y de su impacto en los precios de la energía.
Nadie está en condiciones de garantizar lo que pasará después del verano, mucho menos cuando llegue el invierno. El FMI, la Comisión Europea y la OCDE hacen sus previsiones, pero un grupo de monos golpeando furiosamente unos teclados podría tener un porcentaje de acierto similar. Lo llaman incertidumbre en los titulares.
Lo que sí es muy real es el aumento de la inflación, un 10,8% más en el IPC interanual. La gente no necesita que el FMI se lo cuente (o los monos). Ya lo está sufriendo cada día que hace la compra. Sánchez defendió que se trata de “la principal preocupación de la economía global” y también de su Gobierno. Por eso, Cuca Gamarra, del PP, lo llamó “el mazazo de realidad de la política del Gobierno”.
Sánchez comentó que si no fuera por las medidas adoptadas por el Gobierno, la inflación podría haber subido ya al 15%. Es la clase de pronóstico del pasado que es difícil refutar. A saber lo que hubiera pasado.
El presidente quiso dar el golpe efectista de aparecer en la rueda de prensa sin corbata. Todos los altos cargos (masculinos) sentados en las primeras filas tampoco la llevaban. Hemos visto en las últimas semanas a políticos hablar de la necesidad de tomar medidas contra el cambio climático. Todos llevaban corbata en mitad de una ola de calor de 40 grados, lo que en la práctica obliga a que el aire acondicionado de un edificio oficial esté a una temperatura que no molestaría a un oso polar.
“He pedido a los ministros y ministras, y me gustaría también a todos los responsables públicos y al sector privado, si aún no lo ha hecho, que, cuando no sea necesario, no utilicen la corbata, porque así también estaremos haciendo frente al ahorro energético”, anunció Sánchez, que también se refirió al nivel helador del aire acondicionado en los centros comerciales.
Queda inaugurada la temporada de la no corbata y será difícil que veamos a ministros conservar esa prenda atávica del poder masculino en estos meses de solana. Lo que está pendiente no es cambiar el vestuario, sino aplicar medidas estructurales que permitan que las empresas mantengan su actividad productiva consumiendo menos energía y que los hogares reduzcan su factura de la luz, cosa que por lo demás ya están intentando hacer.
Mientras tanto, Pedro Sánchez se ocupará de insistir en la lista de sus enemigos con la misma intensidad con la que la recitaba Arya Stark. Veremos hasta dónde llega y qué es lo que está dispuesto a hacer con ellos –quizá no emplee los mismos métodos que Arya–, aunque ya nos ha dado algunas pistas.
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