Cuando parecía que las elecciones en Catalunya habían reconfigurado el tablero y la convulsa política española atisbaba un horizonte de estabilidad de casi dos años sin elecciones, la maniobra de PSOE y Ciudadanos para arrebatar el poder al PP en Murcia lo ha puesto todo patas arriba. Isabel Díaz Ayuso dio un golpe en la mesa con la convocatoria anticipada de elecciones con la excusa de una amenaza de moción de censura que no estaba prevista ni se negociaba y la cita, que está a expensas de lo que decida la justicia, marcará el futuro de todos los partidos para lo que queda de legislatura. La presidenta de Madrid ha planteado los comicios como un plebiscito entre ella y Pedro Sánchez pero esa pugna tendrá consecuencias para el líder del PP, Pablo Casado, muy debilitado internamente tras la sucesión de fiascos electorales.
En el PSOE asumen que el resultado dependerá del grado de movilización de la izquierda y confía en el voto anti-Ayuso, aunque teme que la fragmentación catapulte a los conservadores si Unidas Podemos no logra representación. Inés Arrimadas se lo juega todo en la que fue una de las plazas más fuertes de Ciudadanos con el riesgo de quedarse como fuerza extraparlamentaria. Su partido está a un paso de despeñarse por el barranco y su propio liderazgo está en duda tras el esperpento de Murcia, una maniobra para dar credibilidad a su giro al centro en una autonomía que el PP gobierna desde hace un cuarto de siglo bajo la sombra de la corrupción.
Ayuso plantea las elecciones como una oportunidad para gobernar en solitario tras dos años de desencuentros con Ignacio Aguado y ella misma ha usado los términos de un plebiscito en torno a su figura y su gestión –que ha cuestionado sistemáticamente las restricciones para frenar la expansión de la COVID-19 y ha defendido su modelo pese a contar con los índices de muertes y contagios más altos del país– agitando el espantajo de un gobierno de izquierdas en un feudo tradicionalmente conservador.
“Libertad o socialismo”, llegó a expresar copiando un lema de Donald Trump en la comparecencia donde anunció la convocatoria electoral para el 4 de mayo, de forma que el cierre de campaña coincida con la celebración del 2 de mayo, otra fecha simbólica en que Madrid conmemora el levantamiento contra las tropas de Napoleón. El primer acto electoral, horas más tarde, lo protagonizó el consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, anunciando que Madrid no acataría el cierre perimetral pactado por el Gobierno y el resto de comunidades para Semana Santa (finalmente ha decidido impugnar la medida). Pero la operación de Ayuso encarna riesgos no solo para el PP de Madrid sino también para Pablo Casado. Llegado este punto de ruptura total con Ciudadanos, la única opción que tiene la presidenta madrileña de seguir en la Puerta del Sol es que le den los números con Vox. En ese escenario, PP y Vox tendrían que rentabilizar buena parte del electorado de la formación de Arrimadas y sumar otras variables como que Unidas Podemos no obtuviera representación. Por el momento es una opción compleja, pero factible a tenor de las primeras encuestas publicadas.
Casado en la encrucijada
Sin embargo, gobernar con la extrema derecha en la Comunidad de Madrid supondría un golpe para la estrategia de Casado de intentar acercarse al centro tras pactar con Vox en todos los lugares donde gobierna el PP, una ruptura que comenzó con el 'no' a la moción de censura presentada por los de Santiago Abascal en el Congreso y aquel duro discurso del líder del PP con la extrema derecha. El viraje a posiciones más moderadas es una de las reivindicaciones de los barones a Casado, debilitado internamente tras encadenar sucesivas derrotas electorales, la última en Catalunya, donde los conservadores cosecharon su peor resultado con tan solo tres escaños.
El otro escenario es aún peor para el líder del PP: perder la Comunidad de Madrid si la suma de la izquierda supera a la derecha –o si Ciudadanos apoya a Gabilondo–. A pesar de que Ayuso se había convertido en un problema más para Casado en los últimos tiempos e incluso actúa muchas veces como la verdadera jefa de la oposición a Sánchez, su gobierno era el laboratorio de las políticas de Casado y el único feudo del PP afín a su líder. Ayuso es la gran apuesta de Casado, por lo que una derrota suya no solo lastraría al presidente nacional, sino que implicaría el desalojo de cientos de cargos populares y dejar de gestionar 20.000 millones de euros al año desde una administración que lleva más de dos décadas en manos de los populares.
Arrimadas se juega su futuro
Pero quien se juega su propia supervivencia y la de su partido es Inés Arrimadas después de su arriesgada operación con los socialistas en Murcia para marcar distancias con la derecha y situarse como bisagra tras la hecatombe en las elecciones catalanas donde Ciudadanos pasó de ser primera fuerza con 30 diputados a tener seis asientos en el Parlament. El PSOE aprovechó esa debilidad para retomar las conversaciones con el partido autodenominado liberal y arrebatar el poder al PP en algunos de sus territorioss clave. Así se fraguaron las mociones de censura en Murcia (capital y comunidad) en las que Ciudadanos impulsaba ese instrumento contra el Gobierno del que forma parte y que han derivado en el tsunami que ha sacudido la política española esta semana y cuyas consecuencias todavía son imprevisibles. La jugada puede acabar con el PP en el Gobierno murciano gracias a tres tránsfugas de Ciudadanos y con otro batacazo en las urnas. Y la evidencia de que Arrimadas no controla a sus propios diputados.
La Comunidad de Madrid fue una de las plazas en las que Ciudadanos era más fuerte. Albert Rivera sorpassó incluso al PP en las generales de abril de 2019, aunque en las autonómicas que se celebraron un mes después Ignacio Aguado quedó en tercera posición. En los comicios de su hundimiento el 10 de noviembre, Ciudadanos consiguió en la región un resultado ligeramente por encima de su media nacional (un 9,1% de los sufragios frente al 6,9% global). Sin embargo, ahora el partido de Arrimadas corre el riesgo de quedarse como fuerza extraparlamentaria ya que la ley electoral obliga a conseguir al menos un 5% de los votos para obtener representación.
La líder de Ciudadanos, que arriesga su futuro y el de su partido en esta jugada, ha llegado a su primer aniversario al frente de la organización con presiones por la debacle en Catalunya y el malestar se ha disparado con la operación de Murcia, que solo conocía su más estrecho círculo de colaboradores. La confirmación de tres tránsfugas que harán descarrilar la moción de censura contra Fernando López Miras ha obligado a Arrimadas a convocar un comité ejecutivo asediada por las críticas.
Sánchez depende de Unidas Podemos y el voto anti-Ayuso
Tampoco sale bien parado de la maniobra el PSOE, aunque su peor escenario es quedarse como está: sin la moción de censura en el Parlamento murciano y sin gobernar la Comunidad de Madrid al menos otros dos años. No obstante, seguir en la oposición en un feudo del PP que a los socialistas se les resiste desde hace 26 años sería un palo para Sánchez, a quien se atribuiría la derrota frente a la dirigente que encarna el papel de archienemiga. Los socialistas lo fiarán todo a la movilización de la izquierda y al voto anti-Ayuso. La estrategia será, por tanto, la misma que la de la propia presidenta madrileña: un plebiscito entre Ayuso y la extrema derecha o Gabilondo con alianzas por la izquierda.
Sánchez ha optado por mantener a un cabeza de cartel que estaba de retirada, a pesar de que en las filas socialistas había quien veía la oportunidad para impulsar un relevo. Los socialistas esperan ahora que en la elaboración de las listas se refuerce su candidatura: la búsqueda eterna de un número dos que se haga con las riendas en caso de que Gabilondo no conquiste la Puerta del Sol y que pueda “foguearse” hasta las elecciones de 2023, según las fuentes consultadas.
El terremoto en el tablero político se ha producido, además, en un momento en el que la tensión entre PSOE y Unidas Podemos había llegado a su punto más alto y cuando los socios parlamentarios de la coalición empezaban a dar ya síntomas inequívocos de agotamiento. ERC lleva semanas mostrando su hartazgo con los socialistas y el portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián, llegó a amenazar a principios de semana con dejar de sostener al Gobierno después de que los socialistas aplaudieran que el Parlamento Europeo retirara la inmunidad a varios líderes independentistas, entre ellos Carles Puigdemont. Desde el PSOE trataron de rebajar importancia al aviso y lo circunscribieron a una situación muy concreta. Sin embargo, no es la primera vez que ERC advierte de que “la paciencia no es infinita”. También el PNV, que mantuvo un acercamiento con el PP en la negociación de la renovación del Poder Judicial, ha dejado patente su malestar por el funcionamiento de la coalición. De hecho, el portavoz nacionalista vasco en el Congreso, Aitor Esteban, se ha llegado a mostrar convencido de que el bipartito no acabará la legislatura y que Sánchez gobernará un tiempo en solitario.
Iglesias y Errejón, una batalla más
PSOE y Unidas Podemos se miran de reojo. Los socialistas están a la expectativa de qué actitud toman los de Pablo Iglesias ante los comicios madrileños después de que las grandes desavenencias se multiplicaran en la campaña de las catalanas. El fracaso de la operación del PSOE con Ciudadanos –que en buena medida iba a servir como salvación para Arrimadas– supone un cierto alivio en Unidas Podemos, que nunca ha visto con buenos ojos los acercamientos de Sánchez al partido naranja y que en Moncloa siempre han intentado para poder buscar acuerdos a izquierda y a derecha.
Del resultado de Unidas Podemos depende en buena medida el éxito de Gabilondo, ya que un hundimiento a su izquierda le deja sin opciones de gobernar. La candidatura de Isa Serra estuvo a punto de quedarse fuera de la Asamblea de Madrid al obtener tan solo un 5,56% de los votos hace dos años. Ese medio punto supuso su entrada con siete escaños. Los socialistas confían en que el grupo confederal se mantenga o incluso saque rédito a su presencia en el Gobierno. Fuentes consultadas por elDiario.es recuerdan que en los comicios de 2019 ambas formaciones no llegaban tampoco en su mejor momento ante el enfriamiento de un acuerdo post-electoral en España.
Además, Unidas Podemos afrontó aquella convocatoria tras la ruptura de Íñigo Errejón, que lanzó con Manuela Carmena la plataforma Más Madrid a las puertas de las elecciones. Los comicios del mes de mayo servirán como test para medir si el buen resultado de Más Madrid –obtuvo 20 escaños y un 14% de los votos– fue fruto del tirón de ese tándem o si tiene una base sólida en la región tras el fiasco del salto de Errejón a la política nacional. Los de Iglesias, por su parte, buscan un candidato competitivo que releve a Serra como cabeza de cartel ante la condena a inhabilitación que está pendiente de confirmación por el Tribunal Supremo.