El Comité Federal del PSOE de este sábado se parecerá poco o nada a cuantos se hayan celebrado hasta la fecha. Para empezar, por la anomalía de que el líder del partido no esté al frente del máximo órgano de deliberación entre congresos. La anunciada ausencia del secretario general y su retiro de cinco días de la vida pública y de su actividad política para decidir si renuncia o no a la presidencia del Gobierno convertirán el cónclave socialista en un acto de aclamación a Pedro Sánchez. Se ratificará a Teresa Ribera como cabeza de cartel a las europeas. Pero la Comisión Federal de Listas aplaza su reunión hasta la semana que viene para que el orden del día en Ferraz sea solo uno: el respaldo masivo a la figura del presidente.
Los socialistas esperan que se cuenten por miles las personas que se concentren a las puertas de su sede central en Madrid. La dirección del PSOE, con la Secretaría de Organización a la cabeza, se ha volcado en que el mensaje del partido que reciba Sánchez en su residencia de la Moncloa en la que vive bunkerizado desde el miércoles sea muy nítido. Y por eso han fletado más de un centenar de autobuses desde todos los puntos del país para la movilización de militantes y simpatizantes.
Se anuncia, además, que el Comité Federal que encabezará esta vez la vicesecretaria general, María Jesús Montero, será emitido íntegramente en abierto, algo tampoco habitual. La señal se proyectará incluso en grandes pantallas colocadas en la propia calle Ferraz para el seguimiento de la gente allí concentrada. Un despliegue que busca mandar un mensaje de unidad en una situación límite y que Sánchez no albergue dudas sobre el nivel de respaldo que tiene entre los suyos. Algo que, sin embargo, nadie sabe a ciencia cierta si a estas alturas ya puede tener algún tipo de impacto en la postura del jefe del Ejecutivo.
Y si nadie lo sabe en el PSOE ni en el Gobierno es porque el presidente no le ha dicho a nadie lo que piensa. Sánchez apenas mantiene interlocución estos días más allá de su más estricta esfera privada. Despacha brevemente asuntos del día a día del Ejecutivo con su jefe de gabinete, Óscar López. Intercambia mensajes y responde a algunas muestras de afecto. Pero la comunicación con sus ministros, sus colaboradores de Presidencia o los dirigentes del partido es prácticamente inexistente.
Un golpe político difícil de encajar
Desde el respeto a una situación personal que todo el mundo en las filas socialistas entiende como “delicada”, y atendiendo además a su petición expresa de mantenerse alejado de todo hasta el lunes, la sensación generalizada es que el silencio del presidente y la incertidumbre de estos cinco eternos días suponen un golpe político difícil de encajar.
Por el momento, las voces críticas en el seno del partido con esta situación prefieren extremar la prudencia hasta conocer cómo acaba todo. Pero abunda el sentimiento de preocupación respecto a que un Gobierno y un partido de la dimensión del PSOE estén atados de pies y manos hasta que Pedro Sánchez traslade su decisión final.
La falta de información sobre el desenlace desprovee de momento a los socialistas de capacidad de reacción. Y la situación para algunos es, de hecho, casi más complicada de gestionar que una renuncia irrevocable. Además del ‘shock’ que supone imaginar un futuro inmediato sin Sánchez en el Gobierno y en el partido, apuntan, la incertidumbre es la principal losa que sepulta estos días a los socialistas, entre los cuales no son pocos quienes señalan que a este trance le sobra ya alguna dosis de intriga.
¿Se va? ¿Se va ya? ¿Pilota la transición? Nadie tiene las respuestas y ni siquiera pistas que ayuden a predecir lo que solo pasa por la cabeza del presidente. Por eso, y más allá del deseo de que no renuncie, cada vez cuesta más en Ferraz atisbar de qué manera podría sustanciarse ahora la decisión de permanecer al frente tras la dimensión del terremoto de estos días.