La campaña de las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015 fue para Podemos la de la “remontada”. Las encuestas previas situaban en cuarta posición al partido de Pablo Iglesias. Muy lejos de PP, PSOE y Ciudadanos. Acabó tercero, con cinco millones de votos y 69 diputados. A un punto y medio de la candidatura de Pedro Sánchez. Tres años (y muchas vicisitudes) después, el espacio político que comanda Iglesias, del que se han caído amigos y aliados y que deberá repensarse tras el ciclo electoral, encara la última semana de su tercera competición electoral con el convencimiento de que volverán a imponerse a los augurios para dar la “sorpresa” el 28 de abril y convertir a Unidas Podemos en llave imprescindible del futuro Gobierno. Todo, gracias al recuperado discurso impugnatorio y a una oportunidad de última hora con la que no contaban: dos debates consecutivos en los que, esperan, su candidato pueda imponerse a sus oponentes e incline la balanza de los indecisos hacia su lado.
Podemos había definido una campaña dividida en dos momentos distintos. El primero, el regreso de Pablo Iglesias tras su permiso de paternidad. La ausencia del candidato, anunciada con mucha antelación, se le hizo muy cuesta arriba al partido según se acercaba su final. La convocatoria electoral por parte de Pedro Sánchez hacía imprescindible su regreso. Máxime tras la ruptura de Íñigo Errejón en Madrid. Una frase de Irene Montero en una entrevista en TVE sobre la futurible presencia de una mujer al frente del partido, que adquirió un vuelo mediático que su autora no contempló, terminó de desatar los nervios.
Pero Pablo Iglesias volvió y recuperó su discurso más impugnatorio. Aquél que enganchó en 2014 y 2015 con el sentir de una parte de la ciudadanía que suspiraba por un cambio en el, creían, agotado sistema político heredado de la Transición. El discurso de Iglesias el 23 de marzo ante miles de personas en Madrid sorprendió a muchos. Su virulencia contra el establishment no era tan novedosa. Sus críticas a los políticos “del PP y del PSOE ” que se dejaban “comprar” por las grandes eléctricas, tampoco. Ni siquiera sus ataques a la concentración mediática en España o a la publicación de informes parapoliciales por determinados periodistas.
Pero juntos, con un tono olvidado después de un periodo de cierta institucionalización del partido y sus dirigentes, provocaron que Podemos recuperara parte de la atención perdida en los meses anteriores.
La mutación del discurso buscaba llevar al espacio político al momento previo a la campaña de 2016. La del sorpasso que nunca ocurrió. Fue entonces cuando los estrategas optaron por cambiar tono y mensaje para intentar revertir la imagen de intransigencia que muchos vieron en las negociaciones de la infructuosa investidura de Pedro Sánchez. Mano tendida, socialdemocracia, catálogo Ikea y gesto amable. Alianza con IU. Todo apuntaba a que Unidos Podemos superaría al PSOE. No ocurrió.
Iglesias contaba con un as en la manga en su regreso: la investigación judicial abierta en la Audiencia Nacional ante los indicios de que el Ministerio del Interior del Gobierno de Mariano Rajoy había sido utilizado para espiar a los rivales políticos del PP, especialmente independentistas y Podemos, fabricar informes falsos y publicarlos en medios de comunicación donde trabajan periodistas controlados supuestamente por el excomisario Villarejo, hoy en prisión preventiva.
Las cloacas del Estado fueron gasolina durante tres semanas para el motor que debía poner la nave de Unidas Podemos en órbita. Iglesias, Montero y el coordinador de IU, Alberto Garzón, lo utilizaron de forma intensiva en sus actos, intervenciones en televisión y entrevistas en radio o prensa. El momento álgido fue el enfrentamiento entre el candidato y el director de Al Rojo Vivo, Antonio García Ferreras.
De las cloacas al programa para movilizar a la izquierda
cloacasEl arranque formal de la campaña electoral el viernes 12 de abril supuso un cambio de estrategia. Sin abandonar el discurso impugnatorio y las denuncias de manipulación por parte del establishment, Unidas Podemos intentó centrar su mensaje en sus propuestas programáticas.
La creación de una empresa pública de energía o la recuperación de derechos laborales fueron algunos de los asuntos que centraron el inicio de la campaña. Con el PSOE muy destacado en unas encuestas que coinciden en la existencia de un alto número de indecisos, Unidas Podemos ha pretendido convencer al votante progresista de que su presencia en el futuro Gobierno será la única garantía de una acción de izquierdas que haga que se cumpla la Constitución.
En su primera mitad, Unidas Podemos ha desarrollado una campaña en la que ha combinado actos sectoriales y no especialmente populosos, como el del círculo animalista organizado este viernes. Y grandes mítines identitarios, como el de Eibar, o en aquellas plazas donde se reparten un gran número de diputados, como en Valencia.
Junto a su candidato a la Generalitat, que también se decide el 28 de abril, Iglesias lanzó un mensaje inédito esta campaña y pidió “una oportunidad, una legislatura para cambiar las cosas”. Un mensaje claramente dirigido a quienes una vez confiaron en Podemos y que, en algún momento entre el 20D y el 26J, primero, y hasta este 28A, se han quedado por el camino.
El regalo de los debates y el sprint final
regalosprintEn la estrategia de campaña de Pablo Iglesias han primado los directos frente a las intervenciones en diferido. Mejor una entrevista en televisión o radio que en prensa escrita. O en formatos diferentes, como un cuarto de hora con un youtuber que recibe más de un millón de visualizaciones de un público, el joven, al que Unidas Podemos se dirige con especial atención también para intentar recuperar un nicho que, en sus orígenes, se identificó con ellos.
El partido ha optado por reducir el gasto en los soportes tradicionales para su principal reclamo, como los banderines que cuelgan de las farolas o los carteles, aunque sí los ha utilizado para Alberto Garzón. Unidas Podemos ha optado por invertir en redes (Facebook e Instagram) y por intentar difundir en sus propias cuentas la retransmisión de sus actos. El partido como medio de comunicación.
Unidas Podemos había programado una intensa segunda semana de campaña, con un programa en el que sus principales rostros se iban a repartir por todo el territorio, alternándose los principales actos. En el caso de Iglesias y Montero, además, turnándose para el cuidado de sus hijos.
Dos días estaban en blanco en el calendario, el lunes 22 y el martes 23, a la espera de que se marcara cuándo iba a ser el debate a cuatro entre los principales candidatos. La pugna entre Atresmedia (que había lanzado primero su fecha) y RTVE (que cuenta con el plus de televisión pública) era soterrada. Hasta que estalló, afectando a la hasta ahora tranquila campaña de Pedro Sánchez y obligando al líder socialista a aceptar los dos debates.
Un territorio desconocido en España. Nunca antes había ocurrido algo así. Y en Unidas Podemos lo ven como una oportunidad. La mejor. Pablo Iglesias se mueve bien en el terreno de los debates. Ya lo demostró en 2015. Entonces, su intervención frente a Sánchez, Rivera y Sáenz de Santamaría (quien sustituyó a Mariano Rajoy) se consideró uno de los puntales de aquella “remontada” a la que, según dijeron, le faltó “una semana”. Ahora, esperan que sirva para asegurar la “sorpresa” el 28A.
Esta vez serán dos debates. La polémica de los últimos días ha marcado el punto de inflexión que todo estratega espera en una campaña. Lo que ocurra en TVE y Atresmedia ya no se podrá corregir. Para bien, o para mal. Después quedarán solo tres días hasta la jornada de reflexión.
El partido ha interpelado este fin de semana directamente a la bolsa de abstencionistas. Aludió a la “crisis de la indiferencia” como una de las más peligrosas y pidió “una oportunidad” a quienes tienen pensado quedarse en casa. “Si no sirve de nada la política, por qué las grandes empresas se compran presidentes y ministros. Por qué nos montan las cloacas”, dijo en Otxarkoaga, un barrio deprimido de Bilbao, donde solo vota el 40%. Por la mañana en Miranda del Ebro, ya había hecho una llamada a votar “porque algunas cosas se pueden cambiar” y vitó la subida del salario mínimo a 900 euros que su partido impuso al Gobierno en el pacto de presupuestos y que Pedro Sánchez acabó aprobando en solitario, visto que no tenía socios para aprobar las cuentas.
Tras el doble acto de este sábado, Iglesias se encerrará a preparar los dos debates más decisivos de la historia de Podemos. El partido tiene previsto un sprint final que llevará a los líderes a Barcelona, Ferrol, Vigo y Madrid, donde se cerrará la campaña.