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Sánchez agita las banderas sociales y el valor de lo público para esquivar la tensión con sus socios de gobierno

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez interviene en el pleno del Senado.
31 de enero de 2023 22:44 h

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Con el traje de Robin Hood y la mirada puesta en lo que Eduardo Galeano llamó Los Nadie. “Los ninguno, los ninguneados, los que mueren la vida, jodidos, rejodidos. Los que no son, aunque sean (...) Los que no tienen cara, sino brazos. Los que no tienen nombre, sino número”. Pedro Sánchez llegó este martes al Senado a su tercer cara a cara con Feijóo dispuesto al choque ideológico. Agitó las banderas sociales y reivindicó el valor de lo público para desviar la atención de la bomba de neutrones que tiene bajo la mesa del Consejo de Ministros. Sin resolver aún las diferencias con sus socios de Gobierno para la reforma de la ley del 'sólo sí es sí', cuya aplicación ha supuesto ya la rebaja en las penas de más de 200 abusadores sexuales, se dedicó a hablar de salarios, de la erosión del Estado del Bienestar, de los que no llegan a fin de mes, de los que cobran el SMI, de los que padecen las listas de espera y la falta de médicos en la Sanidad pública, de los que sufren el deterioro de la Educación, de los que aguardan una ayuda por la dependencia… 

De todos ellos. Y también de las empresas, a las que achacó en buena medida la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores. Por amasar beneficios y pagar bajos salarios a sus empleados. “Algunas grandes empresas aumentan sus beneficios año tras año, pagan bonus millonarios a sus ejecutivos, pero no suben ni un céntimo el salario a sus empleados. Y yo me pregunto: ¿esta situación es justa?, si una empresa gana 600 millones de euros al año, ¿por qué esa ganancia va a parar a manos de unos pocos? ¿Por qué se recompensa al consejero delegado, al consejo de administración, al director financiero, pero no se recompensa a los dependientes, a los transportistas, a los administrativos o a los reponedores? ¿No tienen ellos también parte del mérito de ese éxito empresarial? Yo creo que sí”, afirmó con vehemencia.

El presidente denunció una degradación del Estado del Bienestar que tradujo en un plan “para convertir derechos en mercancías” diseñado por “las élites económicas para maximizar sus beneficios” y del que la derecha  no habla aunque lo implementa en las administraciones en las que gobierna. El objetivo, según sus palabras, es “que los servicios públicos se deterioren y que los trabajadores tengan que pasarse a la sanidad, la educación, el transporte y las pensiones privadas”. Luego, prometió reactivar el ascensor social y dar las oportunidades que merecen los jóvenes porque “es hora de que el bienestar vuelva a estar en el centro del debate público y entre las prioridades políticas”.

Y con este hilo argumental sobre el deterioro de los servicios públicos, la desigualdad y un reparto justo de la riqueza, anunció una subida del Salario Mínimo Interprofesional de un 8% hasta alcanzar los 1.080 euros mensuales en 14 pagas. El acuerdo, que beneficiará a 2,5 millones de trabajadores, se había cerrado tras dos reuniones celebradas la mañana del martes entre los representantes del Ministerio de Trabajo y los sindicatos y pese al rechazo de la patronal española, CEOE, pero La Moncloa trasladó a Yolanda Díaz que el anuncio lo haría el presidente en la Cámara Baja.  “Nuestra lucha por mejorar las condiciones de los trabajadores no ha hecho más que empezar”, apostilló tras recordar que los salarios reales llevan cayendo más de una década“.

Nada dijo sobre la ley del 'sólo sí es sí' hasta que Feijóo subió a la tribuna y le espetó: “¿Qué clase de feminismo es rebajar las penas a centenares de agresores sexuales a sabiendas? ¿Cuánto más va a tardar en modificar la ley? ¿Cuándo va a disculparse?”. El líder del PP aprovechó  también unas declaraciones en la cadena SER de la ex vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo en las que dijo que ella misma y el ex ministro de Justicia Juan Carlos Campo habían advertido de las consecuencias de la norma. Recurrió a esa cita Feijóo para atizar a Sánchez, quien reiteró en la réplica que  “los efectos indeseados” se iban a corregir. Un día antes ya había trascendido el golpe de autoridad del presidente frente a la resistencia de la ministra Irene Montero y su determinación para corregir la norma, pero quiso también hacerlo en sede parlamentaria, aunque no hay acuerdo aún entre los ministerios de Igualdad y Justicia. El primero acepta elevar las penas, pero exige que no se toque lo referente al consentimiento, que es el corazón de la norma. 

Feijóo, al que le cuesta hacerse al traje de líder de la oposición nacional, reivindicó la gestión de las comunidades autónomas y afeó al presidente que criticara la gestión de las mismas en Educación o Sanidad, “cuando ustedes gobiernan en 13 de las 17”, afirmó en lo que se interpretó como un desliz más a añadir a su histórico porque el PSOE gobierna solo en 11. Aún cometería otro error al decir que en cuatro años, Sánchez había cesado a 40 ministros, cuando en realidad sólo ha relevado a 13.

El de este martes fue el debate más bronco de cuantos han protagonizado y, aunque el líder del PP se mostró más suelto que nunca, Sánchez se burló de él sin piedad: “Cada vez que abre la boca, sube el pan”, le dijo poco antes de hacerle un repaso de los momentos más turbios y tormentosos de los gobiernos populares y hacer un demoledor balance de su año como presidente del PP. 

“El primer gobierno de coalición con VOX, el incumplimiento de la Constitución, amordazar a esta Cámara y haber fichado a dos tránsfugas para su partido. Ese es su balance”, resumió Sánchez antes de concluir que “con su salida de la Xunta de Galicia han ganado los gallegos y perdido los españoles”.

Con la intervención en el Senado, el presidente quiso, además de reivindicar su gestión e ir al contraste ideológico, fijar el marco socialdemócrata de la que será la agenda gubernamental en los próximos meses: ampliación de derechos, dignificar la vida de las clases medias y trabajadoras y mejorar los servicios públicos. Todo sin pasar por alto la crítica implacable a las políticas neoliberales, a las entidades financieras y a las grandes empresas.

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