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Crónica

Sánchez defiende la amnistía para una España de concordia en un bronco debate con Feijóo que anticipa una oposición extrema

Pedro Sánchez en un momento del debate de investidura.

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El clima político de esta XV legislatura que aún no ha empezado a rodar ya es tremendamente hosco. Y lo peor es que todo apunta a que no mejorará. La mayoría que apoya la investidura de Pedro Sánchez es una suma de siglas con demasiadas aristas y la oposición agita la bandera de la radicalización y el insulto como si no hubiera un mañana. España va a vivir un tiempo de alta polarización, eso que antes llamábamos crispación y no es más que la discrepancia crónica de dos países muy distintos, dos miradas divergentes y dos voces que no se escuchan. Es el signo de una época en la que unos prenden la mecha desde la tribuna de oradores y otros hierven la calle y las redes sociales. Para que una presidenta autonómica, como Isabel Díaz Ayuso, profiera desde la tribuna de invitados un nítido “hijo de puta” al presidente del Gobierno y, además, sus asesores se regodeen de ello es que este país –al menos, una parte– está muy enfermo.

Otra vez la retórica insultante y faltona. Otra vez esa oposición que confunde la crítica con el insulto. Otra vez esa derecha que no acepta la pérdida del poder. Nadie puede negar que Sánchez afronta un problema de credibilidad por sus contradicciones sobre la amnistía, como le reprochó una y mil veces Feijóo, pero tampoco que el presidente del PP persiste en el error de una estrategia inflamada que le confunde con los ultras de Vox y le maniata a los sectores más radicales de su partido. El PP transita a un partido diminuto y muy alejado de ese centro moderado que antaño le ayudó a conquistar el Gobierno.

Donde Sánchez ve un proyecto de convivencia y de reencuentro y un país que practica el “diálogo y el perdón”, Feijóo dice NO. Un “no a la investidura”, un “no a los mediadores internacionales”, un “no a la injerencia rusa”, un “no a Bildu”, y un “no a que unos pocos decidan el futuro de todos los españoles”. Cuando Sánchez habla de “conservar los avances sociales que ve amenazados por los extremistas”, Feijóo lo hace de “vender por un puñado de votos la dignidad de todos”. Y si Sánchez detalla lo que está pasando en los gobiernos autonómicos del PP y Vox y alude el avance de este populismo en todo el planeta, Feijóo pide “elecciones ya” y advierte que “no abandonará a la mayoría constitucional de este país” porque el que va a ser investido presidente este jueves “ha caído en la sinrazón, en el delirio” y en “la corrupción política” y el “fraude electoral”.

Sánchez no pronunció el término “amnistía” hasta que no llevaba más de una hora y cuarto de discurso. Antes se dedicó a enumerar su programa de gobierno, a igualar a la derecha con la extrema derecha y subrayar: “Hoy, aquí, en esta sesión, nos toca elegir camino. O bien abrimos la puerta a ese movimiento (ultraderecha reaccionaria) o lo frenamos en seco erigiendo un muro de democracia, convivencia y tolerancia”. Ahí empezaron los gritos desde la bancada popular para tacharle de “sinvergüenza” y “Pinocho”. “Debemos apostar por la convivencia para consolidar los avances logrados en estos cuatro años. No seamos ingenuos, el problema del PP con Vox no es la amnistía, es que no aceptan el resultado de las urnas. Sabemos que la amnistía les importa bien poco (...) Es necesario que sigamos gobernando para evitar que España retroceda frente a la ola reaccionaria que avanza en todos los países”, subrayó.

El diálogo y el perdón

La operación del candidato del PSOE con la amnistía está cargada de alto riesgo, pero nadie debería ignorar que está avalada por ocho partidos y 179 diputados (los que previsiblemente este jueves votarán sí). Legitimidad no le falta para intentarlo. Pero sabe que el fuego –no precisamente amigo– que le aguara llegará por tierra, mar y aire. Todo lo fía, como él mismo admitió ante el Comité Federal de su partido y repitió en esta sesión, a hacer de la necesidad virtud y comprobar que la medida de gracia puede tener efectos muy positivos sobre el conflicto de Catalunya. 

“La receta del PP condujo al desastre en Catalunya. Nosotros apostamos por el diálogo y el perdón”, resumió, mientras los populares se revolvían en los escaños. No será fácil esa normalización entre Catalunya y España con los de Puigdemont avivando, de cuando en cuando, el fuego del relato independentista, pero Sánchez está empeñado en apostar por la unidad, el diálogo, el reencuentro y el perdón en lugar de “la venganza, la imposición y la crispación”, que es la receta que ya probó el PP y que arrastró a España a la mayor crisis territorial en democracia.

Respuesta inflamable de la derecha

La respuesta desde la derecha ya es inflamable y aunque parezca que el argumentario está diseñado para el momento actual, el anterior mandato de Sánchez empezó calcado al que ahora arrancará: con un PP en tromba contra el pacto entre el PSOE y el independentismo catalán y contra el gobierno de coalición. También entonces llamaron a la resistencia y a movilizarse en la calle y en el Parlamento, igual que este miércoles hizo Feijóo, erigido en una especie de muro de contención frente a quienes pretenden destruir España. Todo se repite y la derecha española no cambia.

En el estéril clima de enfrentamiento que domina la vida pública en España, Feijóo entró al ataque desde el momento en que subió a al tribuna. Acusó a Sanchez de “corrupción política” por haber comprado con “cheques” los votos que necesita para una investidura que nace de un “fraude” electoral. Y así es como dio por encendidas “todas las alertas democráticas” porque el candidato socialista no tiene “límites”.

Arropado por varios barones del PP que estaban en la tribuna de invitados, Feijóo dijo que Sánchez venía ya investido de Waterloo por su pacto con Junts en Bruselas y que “las ganas de comer del independentismo se han juntado con su hambre insaciable de poder”. Y entonces en la bancada del PP enseguida se activaron los diputados más vocingleros para por lo bajini o a grito pelaó insultar al candidato del PSOE. Ninguno llegó tan lejos como Ayuso, a quien la cámara que ofrecía la señal institucional captó diciendo “hijo de puta” a Sánchez. Expresión que no negaron sus colaboradores de Sol y en la que se regodearon a través de mensajes a los móviles de los periodistas con un “¿es o no un hijo de puta?”. Todo muy institucional, como manda el cargo. Pero, luego, es Feijóo quien acusa a Sánchez de “no tener límites políticos, legales, ni éticos”, dado que “no tiene reparos en recurrir a la mentira siempre que le beneficia” y porque“ el fin justifica cualquier medio y socio”.

El presidente de los populares iba subiendo los decibelios a cada párrafo de un discurso que leyó con tanta soltura como contundencia y en el que enumeró el histórico de contradicciones de Sánchez mientras éste torcía el gesto desde su escaño y se preparaba para dar respuesta a tanto mandoble: que si carece de “restricciones morales”; que si tiene una  “patológica ambición”, que si “miente hasta en las citas de Machado”, que si la “historia a usted le garantizo que no le amnistiará”. 

“El pacto encapuchado con Otegi”

Luego, exhibió ante ante la Cámara un dossier con las declaraciones de distintos colectivos sociales contra la amnistía y preguntó a Sánchez si “todos son unos ultras peligrosos”. No es que la derecha se haya subido al monte es que coronó el Himalaya cuando Feijóo pidió al candidato del PSOE cuál era el pacto que había firmado con EH Bildu y lo expresó en los siguientes términos: “¿Cuál es el pacto encapuchado con el señor Otegi?”. La única licencia irónica que se permitió y provocó hasta la sonrisa de algunos socialistas fue cuando le preguntó a Sánchez por qué iba a prescindir de Irene Montero, a pesar de presumir de ser el Gobierno “más feminista de la historia”. La aludida puso ojitos desde el escaño mientras se encogía de hombros y Feijóo remataba con un “la casta la están sufriendo en su bando (en el de Montero). Pero aguante por un ministerio o dos. ¡Sí se puede!”, le espetó.

Cuando Sánchez volvió a subir a la tribuna a dar la réplica a Feijóo se quitó el traje de la institucionalidad para vestirse el de la burla y la saña contra el líder de la oposición, para recordarle su foto con un narco y mofarse de que no es presidente del gobierno porque no quería, según afirmó él mismo en su momento. También le echó en cara, entre los aplausos de su bancada, la falta de transparencia en los contactos que tuvo con Junts y los contrapuso con la publicidad con la que se produjeron los encuentros de la vicepresidenta segunda y líder de Sumar, Yolanda Díaz, y del 'número tres' del PSOE, Santos Cerdán con los de Puigdemont. “Es el primer español que renuncia a ser presidente pudiendo serlo”, se burló entre carcajadas que, advirtió Feijóo, quedarán grabadas en la memoria de los españoles.

Feijóo quiso dejar claro después que la investidura culminará con un procedimiento “constitucional” y con una mayoría de investidura “legítima”, aunque insistió en que los pactos de Sánchez “nacen de un fraude masivo” a los ciudadanos porque será presidente “pactando lo contrario de lo que prometió en campaña”. Y entonces fue cuando Sánchez retomó la deriva hacia la ultraderecha a la que está llevando a su partido Feijóo, al que tildó de “falso moderado” que ha seguido la trayectoria opuesta al fundador del partido, Manuel Fraga Iribarne, que dejó de ser jefe de la oposición para ser presidente de Galicia mientras que él ha dejado la presidencia gallega para liderar la oposición.

“Usted [prosiguió Sánchez] es un falso moderado abrazado a la extrema derecha; un falso experto que gestiona pésimamente; un falso transparente que oculta etapas de su pasado y un falso ganador y real perdedor”.

Cuando creíamos ya haberlo escuchado todo y que había acabado el espectáculo desalentador, subió Abascal para ir aún más lejos. Estaba difícil, pero lo logró al acusar al candidato del PSOE de dar un golpe de estado e indicar que debería “sentarse en el banquillo de acusados”. El líder de Vox igualó incluso la forma en que Sánchez llegó al poder con la de “personajes nefastos como Hugo Chávez, Maduro o Hitler”. Lo siguiente fue alertar, claro, contra el “inicio de una tiranía” por firmar “un pacto infame” con Puigdemont. 

La presidenta del Congreso, la socialista Francina Armengol, interrumpió después el discurso del líder de Vox, Santiago Abascal, advirtiéndole de que no podía aceptar que se acuse de golpe de Estado al candidato socialista a la investidura, Pedro Sánchez, y que lo retirará del Diario de Sesiones si no rectificaba tal acusación. Y es que, en su intervención en el debate de investidura, Abascal acusó a Sánchez de “liquidar el Estado de Derecho, la separación de poderes, la igualdad ante la ley y la convivencia pacífica”.

“Junto a millones de españoles, acuso al señor Pedro Sánchez de tratar de subvertir el orden constitucional y de preparar un golpe en connivencia con las minorías separatistas. Un golpe de estado no es retórica, señorías, no es inflamación verbal, es el camino que ha emprendido”, proclamó, desde la tribuna de oradores.

La presidenta del Congreso tuvo que interrumpir su alocución para exigirle que respete “el decoro de la Cámara” y para recordarle que España “sabe perfectamente lo que es una dictadura y lo que es un golpe de Estado”, y “no puede ser que un representante del Congreso vaya en contra de los propios cimientos de la democracia”. Pidió a Abascal que retirase sus acusaciones, algo a lo que el amonestado se negó, seguido del abandono de todos sus diputados del hemiciclo.

Se trata de un sainete habitual entre los de Abascal que ya deja indiferente al resto de una Cámara, donde quedó de manifiesto que Sánchez y Feijóo apenas se escuchan y no se toman demasiado en serio el uno al otro. Yolanda Díaz, después, quiso aportar su granito de arena a un debate en el que tampoco tenía demasiado que aportar, salvo recordar que el PP se dedicó a “violentar” la Constitución cuando estuvo en el Gobierno y que, en una dictadura, los de Abascal “no estarían sentados en el Congreso, sino en la cárcel”.

Tras el pasteleo entre los socios de Gobierno, aderezado por unas tibias críticas de la líder de Sumar a la postura del PSOE en asuntos de política exterior como el Sáhara o la guerra en Gaza, llegó el esperado turno de las formaciones independentistas catalanas. Y a pesar de los anhelos de la bancada de la derecha, ni Gabriel Rufián ni Miriam Nogueras pusieron en aprieto alguno al candidato al que en pocas horas harán presidente con sus votos salvo sorpresa de última hora. 

El portavoz de ERC centró buena parte de su intervención en arremeter directamente contra el PP y Vox. “Llevan 46 años diciendo que España se rompe: con el PCE, con la Constitución o con el Estatut. Y ahora se rompe por la amnistía y quizás también porque el Girona va primero”, ironizó antes de darle a la bancada de las derechas su propio diagnóstico sobre la razón de que Pedro Sánchez vaya a volver a ser investido. “No es presidente porque nos tenga a nosotros al lado, sino porque les tiene a ustedes enfrente”, les dijo. 

Rufián apenas dedicó el final de su primer turno de palabra al candidato del PSOE, al que le dijo que su política de distensión en Catalunya se debe exclusivamente a la aritmética parlamentaria. “Nosotros no es que no tengamos fe, es que tenemos memoria. Y la diferencia entre que usted escuche a Page o a Zapatero depende de la fuerza que tengamos para obligarle”, le espetó. Sánchez se sacudió la réplica a los republicanos con una breve intervención en la que apenas hizo un llamamiento a poner el foco en lo que comparten el PSOE y ERC “más allá de las profundas diferencias” que les separan y a valorar el camino recorrido hasta ahora como garantía de cumplir con lo pactado. 

En el turno de Junts, la portavoz parlamentaria Miriam Nogueras, una de las personas de mayor confianza de Carles Puigdemont, se esforzó en remarcar las distancias de los independentistas con el PSOE después de firmar un acuerdo político para la investidura y la histórica ley de amnistía. “Su discurso no ha sido valiente”, le afeó la portavoz al candidato respecto a la intervención inicial de Pedro Sánchez. Nogueras llegó incluso a “darle un consejo” al presidente en funciones en forma de advertencia: “Con nosotros no tiente a la suerte”. Durante la tarde, algunas voces intentaron alimentar la duda sobre el sentido del voto de Junts. Un fantasma despejado por los socialistas y por los propios independentistas catalanes, tras cuya intervención la sesión quedó suspendida para retomarse a las nueve de la mañana de este jueves. El día en que, si todo sale según lo previsto, Sánchez será reelegido presidente en primera votación y con 179 apoyos.

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