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CRÓNICA

El día que tocaba el Sánchez de izquierdas

12 de julio de 2022 23:37 h

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Todo Gobierno que intenta hacer frente a una crisis económica o a una época de inflación alta termina maniobrando con dificultad en respuesta a los acontecimientos sin lograr casi nunca la iniciativa. Pedro Sánchez alteró esa tendencia en su discurso del debate del estado de la nación al anunciar que las empresas eléctricas y petroleras y los bancos tendrán que pagar un impuesto especial sobre sus beneficios en los dos próximos años. Sonó a un golpe fuerte sobre la mesa. Unidas Podemos quedó algo más que satisfecha con la medida, incluso sorprendida por una noticia que no le habían adelantado.

“Lo que antes era imposible ahora es posible”, dijo después Yolanda Díaz, como si alguien hubiera hecho un truco de magia ante sus ojos.

Quien se quedó en fuera de juego o sin saber qué responder exactamente fue el Partido Popular. Era lógico que Cuca Gamarra no se refiriera a la propuesta en una breve intervención que hizo frente a los medios antes de comer. Podía hablar del tema con Alberto Núñez Feijóo, que estuvo de miranda en el hemiciclo. El líder del PP no podía intervenir en la tribuna por ser senador y tampoco quiso hacer declaraciones a los periodistas. Luego, Gamarra tenía su discurso y la réplica posterior con la oportunidad de dar una respuesta cerrada y coherente.

No lo hizo. Sufrió un agudo ataque de pusilanimidad. No se atrevió a defender esos impuestos especiales ni tampoco a atacarlos. Sánchez les había pillado. El PP está a favor de bajar todos los impuestos que pagan ciudadanos y empresas. Pero no tuvo valor para defender a las compañías que están recibiendo beneficios extraordinarios y multimillonarios precisamente gracias a la grave situación internacional.

Es duro dar la cara ante los españoles en favor de las eléctricas que son a quienes los usuarios están pagando facturas de luz como nunca habían visto. O a los bancos, esos lugares en los que se ven largas colas de clientes que cometen la osadía de acercarse a una sucursal para hacer una gestión. Incautos.

Lo que sí fue llamativo e insólito fue centrar los diez primeros minutos del primer discurso... en ETA. Comenzó con una referencia al 25º aniversario del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, que no resultaba inapropiada en absoluto. Lo peor es que los diputados del PP se presentaron en el hemiciclo con el lazo azul prendido en su ropa. El símbolo de la unidad de todos los españoles contra el terrorismo, convertido en un gadget político, en un truco barato para apropiarse de la memoria de todas las víctimas.

El debate del estado de la nación es una cita política lógicamente partidista. Cada grupo expone sus ideas y razones. La oposición tiene la obligación de sacudir al Gobierno. Los partidos del Gobierno tienen que hacer piña con sus líderes. El PP decidió prostituir el lazo azul con el fin de utilizarlo en su beneficio, como si sólo les perteneciera a ellos.

No fue el único detalle poco presentable. Gamarra convocó un minuto de silencio o dijo que iba a respetarlo “dentro de mi tiempo” de intervención. Todos los diputados se levantaron y guardaron silencio. También los diputados de EH Bildu. Es un detalle relevante en la medida en que el PP confiaba en que algún grupo decidiera no levantarse de sus escaños.

“ETA fue derrotada por la sociedad española”, dijo. De eso habría que deducir que el PP ha asumido la realidad de que ETA ya no existe desde hace más de una década. Eso sería una noticia. Sin embargo, los acuerdos del Gobierno con Bildu le sirvieron para sostener que no se ha dejado “descansar” a la memoria de Miguel Ángel Blanco.

El líder de entonces del partido de Gamarra, José María Aznar, dijo un año después del asesinato de Blanco que ETA debía abandonar la violencia y formar un partido político con el que defender sus ideas pacíficamente. Lo que decían todos los líderes del PP y el PSOE en esos años. Tras una tregua de ETA, Aznar autorizó en febrero de 1999 que comenzaran las negociaciones con ETA.

Meritxell Batet reprochó después a Gamarra que hubiera convocado el minuto de silencio por su cuenta y riesgo cuando es una decisión que sólo puede tomar la Junta de Portavoces del Congreso. La presidenta de la Cámara recordó que hubo un pleno de homenaje a las víctimas del terrorismo el 27 de junio. Por cierto, la mayoría de los diputados del PP boicoteó ese acto. Será porque les resultaba difícil instrumentalizarlo en su favor.

Sobre política económica, y siempre con el martillo en la mano, el PP se limitó a repartir los golpes de costumbre que, de tan repetidos, tienen ya menos efecto. Algunas de sus acusaciones al Gobierno fueron sólidas, como preguntarse por la responsabilidad de Sánchez al poner en peligro las relaciones con Argelia cuando concedió a Marruecos una gran victoria en la cuestión del Sahara. Y ahora se da la paradoja de que España ha tenido que aumentar la importación de gas desde Rusia. Pero la impresión general de las dos intervenciones de Gamarra es que estaba repitiendo un discurso de hace un mes.

Santiago Abascal sí mencionó el impuesto especial a las empresas que más se están beneficiando de esta situación de incertidumbre. Ahí fue donde Sánchez pudo rentabilizar las cifras que traía seleccionadas. Afirmó que después de unos grandes resultados en 2021 los bancos han continuado aumentando sus beneficios en el primer trimestre de 2022: “El Banco Santander, un 58%; el BBVA, el 59%, la Caixa, un 22%; y el Sabadell, más de un 100%”. No están para ponerlos en la lista de damnificados de la inflación.

Sánchez lo tuvo más difícil con Gabriel Rufián, que recuperó sus viejos tiempos de performances con utillería. Puso sobre la tribuna varias balas de las que dijo que venían de Marruecos. Como parecía que tenían una cubierta roja de plástico, serían balas de fogueo. Les llamó “las balas con las que se mataron a 37 personas por el Ejército marroquí”. Eso molestó a Sánchez, que se lo reprochó con dureza: “La mera exhibición de balas en este hemiciclo es un error imperdonable, ni siquiera con fines probatorios ni como método efectista”.

Las críticas de Rufián, que incluyeron burlas a Yolanda Díaz y que se suman a otras anteriores, indican que Esquerra ha dejado en la práctica de ser socio del Gobierno. La votación de las proposiciones de ley sobre los nuevos impuestos a los grandes beneficios servirá para saber si eso es así. Sánchez puede pensar que en el futuro ponerse duro con ERC tendrá beneficios para el PSOE en las elecciones fuera de Catalunya.

La primera jornada del debate no le fue mal a Sánchez. Unidas Podemos puso fin a las discrepancias de las que se había hablado en las últimas semanas. “Queremos reeditar este Gobierno de coalición en 2023 y creemos que lo que ha anunciado hoy aquí permite reeditarlo”, dijo Pablo Echenique. El PP tenía mucha munición económica para emplear y casi toda pareció pólvora mojada.

En el primer discurso de una hora y 20 minutos, el presidente recibió no menos de veintiocho rondas de aplausos de los diputados socialistas y de UP, varias de ellas con todos puestos en pie, lo que casi roza el concepto de culto a la personalidad.

Si tenían ganas de que Sánchez pegara fuerte al PP y pusiera mala cara a ERC, se fueron saciados a casa.