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Soplones en la policía y lanchas a medida: Sito Miñanco mantuvo sus viejos métodos para traficar

Sito Miñanco ha estado entrando y saliendo de la cárcel desde principios de los años 90, lo que no le ha impedido mantener intactos sus métodos para meter cocaína procedente de Colombia a través de las costas gallegas. Desde los chivatos en la policía a las lanchas fabricadas a medida, pasando por un sistema que tenía siempre controlado al helicóptero de Aduanas. La jueza Carmen Lamela le ha enviado este miércoles a prisión provisional acusado de liderar, otra vez, una organización dedicada al “transporte, importación y distribución” de cocaína y al blanqueo de capitales.

Junto a Sito Miñanco han sido trasladado a la cárcel una veintena de los integrantes de su organización, que la jueza describe como “debidamente estructurada”. En su cumbre, José Ramón Prado Burgallo, al que además de como Sito Miñanco se referían con los motes de Mario y Míster. Era uno de los métodos para aumentar la seguridad de la compañía dedicada al narcotráfico: el uso de alias que se utilizaban siempre, nunca el nombre real.

El auto de prisión de la jueza Lamela, al que ha tenido acceso eldiario.es, bien podría haberse firmado tras la primera detención del narco gallego. Los métodos que describe para introducir la cocaína de forma segura en la costa gallega son los que su organización ha usado durante las últimas décadas, a pesar de las estancias de su jefe en prisión.

La organización contaba con una importante logística entre la que destaca un astillero en Cambados de nombre “O Facho”. Su gerente en el año 2000, José Benito Padín Viéites, tuvo que declarar en la Audiencia Nacional por su relación con Sito Miñanco. Primero dijo que no le conocía de nada y luego le contó al juez que era empleado suyo. Una crónica periodística de esa época sobre el poder que mantenían los clanes gallegos de la droga menciona que todo el mundo en Cambados sabía que el astillero pertenecía al narco.

La jueza señala que ese negocio servía a la organización para fabricar las embarcaciones a medida que trasladaban la droga desde los “barcos nodriza” en alta mar a un lugar próximo a la costa. La cocaína era trasvasada entonces “a otra embarcación que llamara menos la atención, como puede ser una embarcación tipo pesquero” para que fuese descargada “sin levantar sospechas”.

La organización tenía diversos métodos para intentar que esos traslados de droga no fuesen interceptados por la Policía o la Guardia Civil. Si durante sus primeros años, el narco gallego controlaba las lanchas del Servicio de Vigilancia Aduanera, ahora hacía lo mismo con el helicóptero de este cuerpo, dice la jueza Lamela. Sabía las horas a las que salía a patrullar por la costa.

También como en sus años dorados, el narco ha contado para sus últimos negocios con la ayuda de soplones en los cuerpos policiales. Esos infiltrados le facilitaban información sobre operaciones contra su organización o contra él mismo. A esto la organización sumaba, para garantizar las entregas de droga, a numerosas personas distribuidas por toda la costa, “preparadas en los diferentes puntos por donde tenían la intención de ”alijar“ o introducir el estupefaciente” para controlar y detectar presencia policial.

Entre las medidas de seguridad con las que contaba la organización, además de los alias, estaba la contratación de especialistas telecomunicaciones para instalar servicios de comunicación en las lanchas y para proveer a los miembros de la organización de “terminales telefónicos con aplicaciones que encriptan sus comunicaciones”, sostiene la jueza.

El auto de Lamela contiene pocas novedades sobre la descripción de los métodos de Sito Miñanco. Tan solo menciona que, cómo vía para diversificar sus negocios optó por una alternativa a la entrada de droga a través de la costa gallega: financió importaciones de estupefacientes a través de un contenedor marítimo, “aprovechando la infraestructura de empresas que se dedican a la actividad comercial de importación-exportación de mercancía procedente de Sudamérica a Europa”. En concreto, la mercancía viajaba desde Holanda hasta nuestro país.

La jueza recuerda en el auto de prisión que durante la investigación se incautaron 3.800 kilos de cocaína en un mercante con tripulación turca que viajaba desde Colombia. De esa cantidad, 700 kilos eran para la organización de Sito Miñanco. A eso había que sumar los 616 kilos del contenedor que iba a viajar desde Holanda y 78 kilos de marihuana incautados en Madrid -que iban a viajar a Hamburgo-.

Además, los agentes han localizado importantes cantidades de dinero en efectivo y el empleo de dinero “de procedencia ilícita” para comprar inmuebles. La organización también usaba empresas en Algeciras -un concesionario- y en Marbella -un taller de Mercedes- para “para re-introducir dinero de sus actividades ilícitas, falseando facturas a nombre de terceros y usando testaferros que figuran en los contratos de compra venta de los vehículos”.

Además, los agentes detuvieron en el Aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid a varios miembros de la organización del narco gallego cuando estaban a punto de coger un avión a Colombia. Entre sus pertenencias encontraron 889.470 euros en efectivo. Uno de los subordinados de Sito Miñanco, de origen colombiano, había organizado ese viaje con ayuda de su hija, que se dedicó a reclutar “mulas” que portasen el dinero escondido en sus maletas.

El capo gallego fue condenado a 20 años tras la primera detención y a 16 años en 2004. Durante su segunda estancia en prisión los investigadores detectaron otra trama de blanqueo de capitales por valor de 10 millones de euros, una causa en la que se enfrenta a seis años de prisión. La jueza Lamela señala en el auto que este nuevo caso, con sus paralelismos con la primera investigación de los años 90, puede depararle la misma condena: dos décadas de cárcel.