El Museo de Arte Contemporáneo de Tokio rinde tributo estos días a dos de los padres del manga y el anime, Osamu Tezuka y Shotaro Ishinomori, en un momento en que la industria busca dejar atrás una prolongada crisis creativa y capitalizar el éxito de nuevos soportes.
El centro ha escogido este verano -recién cumplidos 15 años del fallecimiento de Ishinomori y a punto de cumplirse 25 del de Tezuka- para presentar la muestra “Manga no chikara” (“El poder del Manga”), que traza una completísima retrospectiva en torno a la obra de ambos artistas y a la relación personal y profesional que les unió.
Pero ante todo, la exposición, abierta hasta el 9 de septiembre, subraya los hallazgos narrativos que estos dos genios volcaron en su trabajo y que contribuyeron a hacer de ésta una industria multimillonaria, la cual, por desgracia, languidece hoy ante la falta de riesgo y unas condiciones laborales cada vez peores.
A través de miles de dibujos, páginas originales, estudios de diseño de personajes y varias horas de material audiovisual se repasan todas esas historias de los creadores de “Atom boy” o “Cyborg 009” que hicieron vibrar a varias generaciones de lectores y que aún siguen atrayendo a nuevos consumidores de tebeos.
Ishinomori, hoy apodado “El rey del manga”, nunca imaginó que las pocas páginas que envió en 1955 a la floreciente revista Manga Shonen impresionarían tanto al propio Osamu Tezuka, que ya por ese entonces había saltado al estrellato tras revolucionar Japón con su “Nueva isla del tesoro”, serializada a partir de 1949.
Tezuka escribió un telegrama a Ishinomori, que por entonces tenía solo 17 años, y le ofreció trabajo como su ayudante en “Atom boy”, otro de los grandes éxitos del que acabaría por ser conocido como “El dios del manga”.
Ishinomori no lo dudó y, tras terminar el bachillerato al año siguiente, abandonó su Miyagi (noreste) natal para vivir y trabajar con su héroe en Tokio en un edificio de diminutos apartamentos llamado Residencia Tokiwa, que hoy es sinónimo del grupo de autores que residió aquí y revolucionó la industria.
Además de a Tezuka e Ishinomori, el inmueble, cuya fachada principal ha sido recreada al dedillo dentro del museo, acogió a nombres legendarios como Fujiko Fujio (seudónimo empleado por la pareja de dibujantes que creó al gato Doraemon) o Fujio Akatsuka, gigante del tebeo humorístico en Japón.
La reconstrucción de la residencia Tokiwa guarda una sorpresa en su parte posterior, donde se recrean las estancias de menos de 7 metros cuadrados en las que ambos artistas dibujaban, comían y dormían.
Tezuka, que había aparcado la carrera de medicina para dedicarse enteramente al manga tras el éxito de “La nueva isla del Tesoro”, se mudó del edificio apenas dos años antes de que Ishinomori se alojara ahí por recomendación suya.
El segundo permanecería ahí otros cinco años, y poco después publicaría por primera vez “Cyborg 009”, todo un clásico de la ciencia ficción.
Para entonces, su mentor ya había lanzado grandes éxitos como “La princesa caballero” o “El emperador de la selva”, y estaba enfrascado en la producción de “Atom boy” para televisión, la que sería la serie pionera del anime japonés.
Ishinomori, cuya verdadera obsesión de niño era la de convertirse en director de cine, acabaría también por dar el salto a la televisión al crear en 1971 la serie de acción real “Kamen rider”.
La serie supuso el nacimiento del “henshin” -género de superhéroes que se transforman y luchan contra criaturas gigantes y que acabó por alumbrar décadas después a los “Power Rangers”- y disparó la popularidad del pluriempleado historietista, que aún hoy conserva el récord Guinness al mayor número de cómics publicados.
El epílogo de la muestra recuerda la poderosa influencia que ambos dibujantes ejercieron sobre gran cantidad de artistas y creadores posteriores, entre los que se incluye, por ejemplo, la aplaudida diseñadora Junko Koshino, que exhibe un vestido de cuero bautizado como “Power black” inspirado directamente en “Cyborg 009”.
Andrés Sánchez Braun