Mucho antes de que se inventase el término, los Pérez Dolset ya eran emprendedores de la era digital. A principios de los noventa, el patriarca probó suerte como proveedor de internet aliado con Telefónica en lo que fue la precuela de Terra. Y dos de los hijos, Javier e Ignacio, tras salir de la universidad sacaron al mercado Commandos, un videojuego superventas que los hizo a todos ricos.
Luego llegaron los politonos para móviles. La expansión internacional. Y los nuevos socios, españoles y extranjeros. Su compañía, el Grupo Zed, fue valorada en más de 1.000 millones de euros con filiales en 80 países, 400 empleados en nómina y un modelo de negocio basado en el valor añadido a los servicios de telefonía móvil. En el accionariado entraron en estas últimas dos décadas algunas de las principales fortunas del país, desde la familia Lara al empresario Juan Abelló. La búsqueda de alianzas internacionales dio incluso entrada en 2008 a millonarios rusos bien conectados con el Gobierno de Vladímir Putin.
Hoy todo es una montaña de cenizas y su historia está contada en una querella de 99 páginas de la Fiscalía Anticorrupción. El escrito presentado ante el juzgado número 6 de la Audiencia Nacional desencadenó la operación policial del pasado jueves con ocho detenciones, entre ellas de los fundadores de la sociedad. Bien podría ser una novela de intrigas que retrata las encarnizadas luchas por el poder entre los primeros propietarios y sus socios sobrevenidos.
La lista de delitos que atribuye el Ministerio Público a directivos de uno y otro bando bucea en medio Código Penal: insolvencia punible, administración desleal, fraude de subvenciones, tráfico de influencias, amenazas, coacciones... El conglomerado tecnológico, por supuesto, está en concurso de acreedores.
Los problemas gordos llegaron en 2013, casi un lustro después de asociarse a empresas rusas. Los directivos españoles de Zed descubrieron que la filial que compartían con los inversores rusos estaba desviando grandes cantidades de dinero a una compañía vinculada al ministro ruso del Interior. Intentaron cortar el grifo, pero los socios rusos se rebelaron y sometieron a la empresa a un “agotamiento económico” que la abocó a la quiebra. El procedimiento habitual de las mafias para hundir compañías y quedárselas a precio de baratija que en Moscú se conoce como “reiderstvo”.
Hubo denuncias cruzadas, de los rusos en contra de los administradores españoles en Holanda, y de los fundadores en España ante la Fiscalía Anticorrupción. Unos y otros están imputados en el sumario abierto en la Audiencia Nacional.
La investigación ha revelado un fraude grosero en las subvenciones, que según uno de sus supuestos instigadores, usó la influencia del presidente de La Razón Mauricio Casals. Según el relato de Javier Pérez Dolset, uno de los accionistas primigenios enfrentado desde hace años a sus socios de Planeta, el papel de Casals fue fundamental para captar casi 70 millones de euros en créditos y ayudas públicas. El sumario relata que dos millones acabaron en las arcas de La Razón sin que la documentación recabada justifique el motivo.
Anticorrupción apunta a que hay 14 millones en ayudas ilegales, la mayoría con cargo a programas de I+D que se justificaron con proyectos fantasma y personal sin capacidad de llevarlos a cabo. Algunas de las ayudas que recibió Zed eran incompatibles entre sí.
Una segunda línea de investigación se detiene sobre las maniobras de la familia Pérez Dolset para vaciar las sociedades mientras trataban de repeler los ataques de los accionistas rusos. Se urdió una trama de facturas falsas para desviar fondos a bufetes de abogados que ejercían de testaferros e incluso a una empresa de deportes náuticos radicada en el paseo madrileño de La Castellana. Anticorrupción atribuye a la saga familiar una fortuna de 101 millones de euros en Panamá.
De lo pacífica que ha resultado la convivencia entre las familias que se mezclaron en el accionariado de Zed da idea la ristra de denuncias de Javier Pérez Dolset. Contó que sus enemigos rusos le pincharon el teléfono, contrataron a hackers para acceder a sus ordenadores y destruir unos documentos y falsificar otros. Sus enemigos internos, relató, llegaron a dejarle avisos en el coche para que vigilase a sus hijos si seguía adelante con las investigaciones en el extranjero.
El fundador de ZED que ha pasado de los rankings de exitosos empresarios a dormir en una cárcel madrileña, también dijo tener constancia de que los rusos habían pagado a periodistas para destruir la reputación de Zed. El sumario Hanta la ha hecho añicos.