Un sprint entre bastidores: llamadas, chats y reuniones al límite para cerrar una votación clave
“Un año no convencional”. Así define lo que está pasando en la política española uno de sus principales actores. Y tan poco convencional es, que el pleno del Congreso parece en ocasiones un trampantojo, una representación de la realidad política, pero que en el fondo no es más que eso: una representación. Y la realidad política se desarrolla en sus contornos: ya sea en los pasillos, las salas, las llamadas, los mensajes o las videoconferencias. En Madrid, Bruselas y Barcelona; Junts y Podemos; una geometría que se antoja permanente en esta legislatura. Y eso ha quedado patente este miércoles, al que ha llegado el Gobierno sin los apoyos previamente garantizados para sacar adelante sus iniciativas.
Las negociaciones de última hora a múltiples bandas, eso sí, han hecho posible que los siete diputados de Junts, que estaban decididos a tumbar los tres decretos del Gobierno –ómnibus y Justicia; Trabajo y anticrisis–, hayan terminado no oponiéndose: no votando primero y, luego, en la repetición de la votación por empate, absteniéndose. A cambio, han conseguido compromisos del Gobierno relacionados con ulteriores modificaciones del decreto de Justicia, pero, también, con reivindicaciones tradicionales del independentismo catalán –publicación de las balanzas fiscales–.
“Ha sido un duelo hasta el último segundo”, describen fuentes de las negociaciones, conscientes de que el diálogo entre el Gobierno y los socios de investidura debe ser permanente y con antelación suficiente para evitar problemas en las votaciones.
Viajes de Barcelona a Madrid de última hora. Videoconferencias con Bruselas. Llamadas, mensajes, reuniones en sofás y en salas del Senado, donde este miércoles se ha celebrado el pleno del Congreso de los Diputados. Félix Bolaños, ministro de la Presidencia y Justicia, se paseaba con el teléfono por los pasillos. Rafael Simancas, negociador parlamentario del PSOE, se acercaba a Lilith Verstrynge, secretaria de Organización de Podemos y diputada, para negociar en el último minuto el voto favorable de la formación morada para el decreto anticrisis, algo que terminaron de cerrar Bolaños e Ione Belarra – “Hemos acordado prorrogar hasta 2028 la suspensión de los desahucios hipotecarios de familias vulnerables y que este decreto se va a tramitar como proyecto de ley en los próximos seis meses”, anunció Belarra en los pasillos del Senado–, pero no así lo relativo al decreto del Ministerio de Trabajo, sobre el que representantes del departamento, en concreto el secretario de Estado, Joaquín Pérez Rey, y de Podemos también intercambiaron mensajes y conversaciones antes de la votación.
Pero esos contactos de última hora no fueron fructíferos: fuentes de la vicepresidencia segunda aseguran que se trasladó a Podemos un compromiso para aceptar su enmienda posterior y trabajarla conjuntamente, y en el partido de Belarra cuentan que preferían votar en contra del decreto y emplazar al Gobierno a presentar uno nuevo. “Lamentablemente el Gobierno no se ha comprometido a retirar el recorte en las pensiones de las personas que cobran el subsidio para mayores de 52 años y, por tanto, no votaremos a favor”, ha declarado la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, para explicar su sentido del voto.
Así, al final, la única derrota del Gobierno ha venido por los cinco diputados de Podemos, que han votado contra el proyecto impulsado por el Ministerio de Trabajo de Yolanda Díaz, líder de Sumar.
Después de haberse quedado fuera del Gobierno y de haberse marchado del grupo parlamentario de Sumar, donde no tenían portavocía, el Gobierno va a tener que sudar para ganarse los cinco votos de Podemos, imprescindibles –como los de cada grupo– para superar votaciones.
“La votación en contra del decreto es una falta de respeto enorme a los desempleados y desempleadas. Estamos en un contexto duro económicamente, pero este gobierno tiene muy claros sus objetivos: proteger a la clase trabajadora y proteger la economía de este país”, ha dicho Aina Vidal, portavoz adjunta de Sumar.
La sesión parlamentaria de casi nueve horas de este miércoles se ha jugado más fuera que dentro del hemiciclo. Los discursos se daban por descontados, hasta el punto de que Junts no ha intervenido en todos los puntos, por ejemplo, y su voto ha dependido de las negociaciones que se hacían fuera del teatro parlamentario. No en vano, su portavoz en el Congreso, Míriam Nogueras, ha mantenido diversas conversaciones con el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, el negociador del PSOE, el mismo que se hizo la foto con Carles Puigdemont en la sala de reuniones de Junts en el Parlamento Europeo. Un ex president que pilota todas las negociaciones importantes desde Bruselas.
En Junts se sienten más cómodos con Cerdán que con Bolaños, a quien afean su negociación de la investidura, cuando anunció un acuerdo con ERC que contenía partes negociadas con Junts. Aquellos días de finales de octubre siguen presentes en la memoria de Junts, que en varias ocasiones en las últimas semanas habían anunciado su negativa a apoyar el decreto dependiente del departamento de Bolaños.
Pero, al final, ha salido adelante. Por un voto. Y por Junts, cuyo apoyo no puede dar por descontado el Gobierno simplemente por impedir que la derecha gobierne, en tanto que su prioridad son las reivindicaciones relacionadas con el conflicto catalán, más allá del color del Ejecutivo central.
Durante todo el día se han sucedido diferentes especulaciones, llamadas, mensajes, paseos, salidas y entradas. Las votaciones han terminado a las 15.30, pero hasta cinco minutos antes de las seis de la tarde no se sabía la sorpresa que contenían: que Junts había decidido no votar. Y esa decisión habría salvado los tres decretos del Gobierno, si no hubiera votado en contra Podemos del de Trabajo, y si se hubiera registrado el voto de Gerardo Pisarello (Sumar) en el decreto anticrisis. Pero no fue así, lo que arrojó un empate que llevó a una segunda votación, a las 19.30, que ya, sí, permitió al Gobierno salvar la votación por un solo voto gracias a la abstención de Junts.
Videoconferencias, reuniones, llamadas y mensajes de última hora para salvar votaciones en una legislatura que se juega más fuera que dentro del hemiciclo.
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