Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El horizonte judicial de Mazón por la gestión de la DANA: los delitos de los que se le acusa
Más de la mitad de centros de crisis de violencia sexual no ha abierto a días del plazo
Opinión - Los Ayuso Amador y el poder. Por Rosa María Artal

Vox entra por primera vez a un Gobierno de la mano del nuevo PP de Feijóo

Fernández Mañueco saluda al líder de Vox, Juan García-Gallardo, tras el pleno de constitución del parlamento regional.

Aitor Riveiro

45

El día que Alberto Núñez Feijóo fue confirmado como futuro presidente del PP pasará a la historia porque la ultraderecha accedió por primera vez en casi medio siglo a un gobierno en España. Y lo hizo, precisamente, de la mano del partido que liderará formalmente en menos de un mes el propio Feijóo. La confirmación del Gobierno de coalición en Castilla y León, además de la Presidencia de las Cortes para Vox, fueron bendecidas por el futuro líder, pero han supuesto un shock para los aliados europeos, reunidos este jueves en París para afrontar la crisis provocada por la invasión rusa de Ucrania. El presidente del PPE, Donald Tusk, lo calificó de “capitulación”. En España, los principales rostros del PP se ponen de perfil ante una decisión que marcará el futuro de la derecha a corto y medio plazo.

El acuerdo alcanzado este jueves por Alfonso Fernández Mañueco y Juan García-Gallardo, teledirigido por la dirección estatal de Vox en Madrid, implica que la ultraderecha presidirá por primera vez un Parlamento autonómico, además de disponer de tres consejerías en el Gobierno regional. Aunque el reparto de sillones se conocerá en los próximos días, según aseguraron desde la dirección de Vox en el Congreso este jueves, sí es público el acuerdo programático: atacar a la inmigración y eliminar las leyes que luchan contra la violencia machista, transmutadas en “violencia intrafamiliar”.

Todo un triunfo para Vox, que hasta ahora no había logrado que el PP accediera a bajarse del consenso del Pacto de Estado contra la Violencia de Género que impulsó precisamente el Gobierno de Mariano Rajoy, y que este mismo año se ha “blindado” con el rechazo de los ultras en el Congreso.

El acuerdo anunciado in extremis por Mañueco supone así que Vox se sentará por primera vez en un Consejo de Gobierno que maneja un Presupuesto que supera los 12.000 millones de euros. Un cambio en su estrategia que ya había anticipado y que supone reconocer que erraron en 2019, cuando el partido ultra renunció a integrarse en los llamados “gobiernos de la libertad” que negoció el PP de Pablo Casado. Fue su entonces secretario general, Teodoro García Egea, quien intermedió en Andalucía, Murcia o Madrid, entre otros, para poner de acuerdo a PP, Ciudadanos y Vox.

Este mismo jueves, ya liberado de sus cargos y preparando su salida de la política institucional, Egea se paró a hablar con algunos periodistas en el patio del Congreso. “A mí me pusieron a parir por sentarme con Vox”, recordó antes de marcharse con una amplia sonrisa en el rostro. En 2019, Feijóo dijo: “No soy partidario de que Vox entre en los gobiernos con mi partido”. Y añadió: “Lo que no puede ser es que el partido que gane se convierta en perdedor y los que pierdan ganen”.

Feijóo entonces era el presidente de la Xunta de Galicia, donde gobernaba con su tercera mayoría absoluta. Aún consiguió otra más en 2020. Pero ahora es el líder del PP a nivel nacional y todo apunta a que será el candidato en las elecciones previstas para el año que viene. El cambio en su discurso es evidente. El miércoles por la noche dio su primera rueda de prensa en la sede de la calle Génova de Madrid, donde presentó sus más de 55.000 avales para postularse en el XX congreso del partido.

“No creo en una política en la que el presidente no pueda nombrar y cesar a sus ministros, donde haya una crisis semanal y donde vale todo”, dijo. “No me gustan los gobiernos que salen de los despachos, me gustan los que salen de las urnas”, señaló. “Si un partido ganó, tiene el triple de diputados que otro, parece razonable que presida la Cámara”, apuntó.

Ninguna de las tres se hicieron realidad apenas unas horas después. Este jueves, ya con el Gobierno de coalición PP-Vox anunciado, se reubicaba: “Es perfectamente legítimo”. Incluso recurrió a una excusa que ya ha utilizado tres veces esta misma semana: la guerra en Ucrania. Lo ha hecho para no informar de cuándo piensa abandonar la Xunta, para no responder sobre su predisposición para negociar la renovación del Consejo General del Poder Judicial y para respaldar a Mañueco, a quien alabó por “evitar un adelanto electoral y hacerlo en un momento de crisis internacional”.

Otros dirigentes se pusieron de perfil este jueves incluso antes de que se hiciera público el pacto en Castilla y León. Uno de los principales implicados es el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, quien durante una sesión de control en el Parlamento autonómico este mismo jueves despejó: “Creemos en la autonomía y cada comunidad autónoma, y cada líder, marcan su estrategia, sus prioridades y sus pactos. Castilla y León es Castilla y León. Andalucía es Andalucía”.

Moreno afronta este año unas elecciones que, de desarrollarse en términos similares a las últimas, pueden suponer un cataclismo en su actual socio de Gobierno, Ciudadanos, y un incremento proporcional de la ultraderecha, lo que le pondría en una situación calcada a la de Mañueco. De hecho, su intención era adelantar las elecciones a antes del verano, según dijo él mismo. Tras el resultado del pasado 14 de febrero ha optado por irse al menos al otoño. Su límite: diciembre de 2022.

Precisamente en Sevilla estuvieron el presidente del Comité Organizador del Congreso, Esteban González Pons, y la coordinadora general del PP, Cuca Gamarra, quienes visitaron el recinto que albergará el cónclave del 1 y 2 de abril. Gamarra dejó el balón en el tejado de su compañero de partido: “A él le corresponde y tiene la responsabilidad. Así se lo encargamos y encomendamos en un Consejo Ejecutivo Nacional. Le corresponde liderar las negociaciones y dar cuenta de las mismas”.

Gamarra, como Feijóo, intentaron desviar las culpas hacia el PSOE, al que culparon de no permitir a Mañueco gobernar en solitario y de ponerle en la tesitura de pactar con la ultraderecha o convocar de nuevo elecciones.

También González Pons intentó señalar a los socialistas: “Parece que el PSOE tiene más ganas de que Vox llegue al Gobierno que el propio Vox. Es la excusa que el PSOE necesita para seguir haciendo políticas de extrema izquierda”. Preguntado por las palabras que pronunció la semana pasada en las que calificó a Vox de “extrema derecha”, y su negativa a repetirlas pasados unos días, el eurodiputado se limitó a señalar: “Cada cual se define a uno mismo por sus actos, sus amistades y sus posiciones”.

Réplicas en Europa del terremoto Vox

En Vox no escondieron su satisfacción este jueves. El partido empieza a ocupar ahora el espacio institucional que ha detentado Ciudadanos desde 2019 y se ven con fuerzas para imponer su agenda más allá del debate y las declaraciones. Ahora se pueden convertir en políticas reales, con presupuesto, mando en plaza, cargos institucionales y una cantidad ingente de recursos para contratar personal o decidir dónde se invierte y dónde no.

Un ejemplo se pudo vivir en Madrid, donde Vox se desmarcó de los presupuestos municipales de José Luis Martínez Almeida, quien solo los pudo sacar gracias a la escisión producida en Más Madrid por los concejales denominados carmenistas. Una opción propia de la capital, derivada de un conflicto interno en el grupo que lidera Rita Maestre, pero que no tiene réplicas en otros lugares de España. Con Ciudadanos en situación de derribo, la influencia de la ultraderecha se multiplica. La excepción, de momento, es Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid, a costa de asumir como propio buena parte del argumentario ultra.

La entrada en los gobiernos es un paso más en su naturalización, y un riesgo incluso para el proyecto común europeo que Vox rechaza en favor de los Estados-nación incluso en una situación geopolítica como la actual.

Esto explica la reacción que se vivió el jueves en París durante la reunión del PP europeo. El propio Pablo Casado asistió este jueves a su última cita como líder, convocada horas antes de que los jefes de Estado y de Gobierno de la UE se reúnan para abordar la crisis en Ucrania y la dependencia energética con Rusia. En la reunión se debía consensuar una posición común ante esta cumbre informal de gran trascendencia.

Casado asistió a la reunión sin haber pactado previamente lo que iba a decir ni con la actual dirección, personalizada en la coordinadora general, Cuca Gamarra, ni con el que será su sucesor. Sus palabras ante sus colegas del PPE, según los dirigentes europeos consultados por este medio, no dejan lugar a mucha interpretación. “Era una garantía personal de no llegar a pactos de Gobierno con la extrema derecha y preservar al PP español en el centro derecha, sin flirteos con la extrema derecha”, dijo el presidente de la organización europea, Donald Tusk. El que fuera primer ministro de Polonia y presidente del Consejo Europeo calificó de “capitulación” el pacto con Vox, informa Andrés Gil. Tusk fue uno de los invitados extranjeros que acudieron a la convención nacional del PP organizada por Pablo Casado el pasado otoño.

El jefe de filas del PP europeo en la Eurocámara, el alemán de la CSU Manfred Weber, tampoco se quedó atrás y reveló que Casado ha querido destacar lo que él ha considerado sus dos principales ejes al frente del PP: no llegar a acuerdos de gobierno con la extrema derecha de Vox y luchar contra la corrupción“. Un mensaje que desde el entorno de Casado no han querido confirmar a elDiario.es, aunque sí han señalado que su intervención ante los populares europeos fue en la línea de la que hizo ante la Junta Directiva Nacional del PP.

Otro de los líderes del PP europeo en hablar fue el dirigente de la derecha tradicional francesa, ahora aglutinados bajo la marca Les Republicains, Michel Barnier. “Casado desaprueba los acuerdos con la extrema derecha, como nosotros, que estamos frente a Marine Le Pen”, dijo.

El último en hablar desde París fue el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien compareció ante la prensa con la respuesta sobre Vox bien preparada. “Me hago eco de lo que ya ha dicho el Partido Popular europeo”, dijo. “Es una pésima noticia para la democracia española y para el PP. Esta decisión la van a pagar caro en términos políticos”, zanjó.

Weber reaccionó luego a estas palabras de Sánchez. “No necesitamos lecciones de un Presidente del Gobierno que gobierna con la extrema izquierda y los separatistas”, dijo, para mostrar su “apoyo” a Feijóo.

Quien también reaccionó fue la ministra de Igualdad, Irene Montero, quien se encuentra en Chile junto a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, para la toma de posesión del nuevo presidente, Gabriel Boric. “La primera parada del PP de Feijóo y Ayuso es un gobierno con Vox. Las derechas unen sus caminos y pactan retroceder en los derechos de las mujeres, dejó escrito en Twitter.

Más allá de las cuitas internas en el PP, de los balances que hará el partido en este mes y de la política de pactos que se defina en el congreso de dentro de 20 días, el jueves 10 de marzo será ya señalado como el día en el que la ultraderecha volvió a un gobierno en España desde la muerte del dictador Francisco Franco y la Transición al actual sistema democrático. Un hito que separa a la derecha española de la línea marcada desde la II Guerra Mundial por alemanes y franceses, especialmente desde los años 90, cuando en ambos países se vivió un fuerte auge de la extrema derecha. Desde entonces, a uno y otro lado del eje político se han dibujado estrategias en las que el mal menor era perder los sillones frente a tener que compartirlos con los ultras. España ya no está en ese tren.

Etiquetas
stats