Adelantamos un fragmento del libro Qué hacemos con el trabajo, que llega a librerías y kioscos esta semana. Una obra colectiva que, en tiempos de paro y precariedad, pretende aclarar conceptos para que la pregunta sobre el trabajo no sea ¿en qué trabajamos?, sino ¿para qué trabajamos?, ¿para qué tipo de sociedad estamos dispuestos a trabajar? Las páginas que hemos escogido se acercan a uno de los mitos de nuestro tiempo, que el Gobierno ha tomado como bandera contra el paro: la figura del emprendedor.
Emprender, el dogma neoliberal
Hay autores como Jaron Rowan que enmarcan la figura del emprendedor como el resultado de la ideología y el discurso liberal de los siglos XIX y XX. Desde el liberalismo históricamente se quería desmontar el poder de los Estados y la regulación económica, ya que “eran los principales obstáculos que impedían que la autorregulación de los mercados se culminara con éxito”. Se abogaba para que una mano invisible, libre de ataduras, “pudiera llevar a cabo con solvencia su labor providencial”. El neoliberalismo del siglo XXI ahora va mucho más allá, al situar la competición, la desregulación y la libertad como ejes centrales que guían la economía de mercado. Es en esta visión neoliberal de la sociedad donde aparece el emprendedor, el sujeto-marca, la emergencia según Rowan de “un sujeto empresarial que exacerba la producción de marca como una estrategia para insertarse en la economía pero también como una nueva forma de estar en el mundo”.
Comentamos en el Capítulo II cómo se intenta pasar el despido como un nuevo mundo de oportunidades, por ejemplo... para emprender. Las y los emprendedores parecen estar por todas partes, parecen tener el don de la ubicuidad. Se habla de emprender constantemente en los medios, en las universidades, en másteres y cursillos, hay premios al “Emprendedor del Mes”, y fueron además un punto muy importante en las pasadas elecciones generales. Rajoy anunció que “los emprendedores serán la prioridad porque sin ellos no hay trabajo” y Rubalcaba le siguió el juego, planteando que se iba a “partir el pecho por los emprendedores”.
Es un gran negocio, en el que aparecen oportunistas por doquier. En el blog Diario de la parada 4.422.359 se descubría a Sergio Fernández, un nuevo gurú del desarrollo personal. Desde una preciosa terraza de la Gran Vía de Madrid, cita el Tao y a Carlos Castaneda mientras evangeliza sobre el nuevo paradigma laboral. Él plantea que no se vende fuerza de trabajo, o bien se vende talento o solo se venden horas de trabajo. Para Fernández el ser una persona asalariada es “echar tu vida por la borda”, ya que en realidad cada ser humano tiene un “don y un talento” que han permanecido ocultos en lo que él caracteriza como la “era industrial”. Este gurú está convencido que si se emprende desde joven se puede lograr un “colchón que permite estar un año y medio, dos años -incluso más- sin tener que trabajar y manteniendo el nivel de vida actual sin notarlo”. La fascinación de Fernández por el autoempleo y su creencia que con “trabajo, horas y esfuerzo” todo el mundo puede ser un emprendedor de éxito parece que le impiden ver que sus planteamientos son totalmente irreales, están sólo al alcance de un reducidísimo número de personas de una clase social en concreto.
“El emprendizaje como vía de éxito es totalmente irreal, está sólo al alcance de un reducidísimo número de personas de una clase social en concreto”
Y es que en el emprendizaje y sus discursos eufóricos aparentemente todo vale. En webs como emprendedores.es se nos habla del marketing de guerrilla o del comercio más guerrillero, poniendo al lado la imagen de una diana. O se juega con la simbología de los colectivos relacionados con el 15M, como Juventud sin futuro. En una entrevista en ABC a Bernardo Hernández de Google, este anunciaba el programa de becas “Jóvenes con futuro”. Cuatro estudiantes de ingeniería en España son becados para trabajar en startups -empresas relacionadas con nuevas tecnologías y usualmente financiadas por capital riesgo -de Silicon Valley en California, aclarando que el nombre de la iniciativa surgió “porque cuando empezó el 15-M había una organización que se llamaba y sigue llamándose Jóvenes sin futuro. Cuando los veía por la televisión, parecía que estaban reclamando unos derechos que eran suyos por naturaleza: derecho a una casa, derecho a un trabajo digno... ¿Y dónde está tu compromiso a crear la riqueza que haga posible todo eso?”. Hernández denuncia siempre que se le entrevista o da charlas la supuesta “falta de formación técnica, de cultura y los obstáculos existentes para que el espíritu de Silicon Valley se implante en España”.
Porque el fetichismo tecnológico y el deslumbramiento por Silicon Valley están muy extendidos en los discursos sobre emprendizaje. Todo el mundo quieres ser emprendedor o ingeniero. En su texto “La obsesión por los ingenieros en Silicon Valley”, Miguel A. Díez Ferreira comentaba que “uno de los tópicos más extendidos sobre Silicon Valley dice que el sector tecnológico aquí está orientado y dirigido por ingenieros, y que son ellos los que cortan el bacalao en las empresas del Valle (…) Al poco de llegar a San Francisco ya me di cuenta de por dónde iban los tiros: el encargado de mantenimiento del edificio donde tenía alquilado mi apartamento se presentó como el Building Engineer”.
También se intentan instrumentalizar incluso los feminismos. En un folleto editado por el Servicio Navarro de Empleo enmarcado dentro de una serie de Guías sobre emprendizaje se cita a la antropóloga y feminista mexicana Marcela Lagarde. En ese folleto se intentan adaptar las ideas de su texto “Claves feministas para el poderío y autonomía”, ya que “emprender contribuye también a la construcción individual, grupal y social del poderío”. Y hay medios digitales que al reseñar las movilizaciones del 8 de marzo empiezan de esta manera: “Hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y son muchos los que creen que habría que completar el enunciado con otro adjetivo: el de Emprendedora”.
En ese mismo texto la emprendedora Elena Gómez (de las webs La Cigüeña del bebé y Encesta.com) da algunos datos del 2011 sobre mujeres y emprendizaje: “en España cada vez hay más emprendedoras (…). El año pasado se crearon 77.000 empresas en España, pero sólo el 3,5% eran de mujeres. En Estados Unidos el porcentaje es casi del 50%”.
“Esta modalidad tiene entre las mujeres uno de sus públicos prioritarios, argumentando que les proporciona autonomía y flexibilidad”
No es extraño, por tanto, que esta modalidad laboral tenga entre las mujeres uno de sus públicos prioritarios. Se argumenta que a las mujeres les proporciona autonomía y flexibilidad. Pero que, además, invertir en las mujeres tiene un gran efecto multiplicador, ya que con ese dinero las mujeres generan actividades que dinamizan la economía local. Es decir, es la forma más rentable de invertir dinero público. El problema es doble. De un lado, que se introduce a las mujeres de forma instrumentalista. De otra, que en esta modalidad laboral se favorece la comprensión individualista de la economía y se asumen altos niveles de riesgo que no parecen muy acordes con el objetivo de socialización de los riesgos.
Pero la euforia con el emprendizaje no se sostiene en el momento que se analiza con un mínimo de rigor. Volviendo a Jaron Rowan, este alertaba que dentro del campo específico de los emprendizajes en cultura, que “hasta el momento las industrias culturales se han caracterizado por crear formas de autoempleo precario, siempre marcado por la extrema flexibilidad, la autoexplotación y la intermitencia económica, y es que todos los planes de promoción de las industrias creativas y culturales están basados en estimaciones y expectativas de crecimiento, nunca hechos reales”.
Pero hablemos de hechos reales. Según el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, a 1 de enero del año 2011 hay en España 3.246.986 empresas, de las cuales 3.243.185 (99,88%) son PYME (entre 0 y 249 asalariados). De esas 3.246.986 empresas, hay que resaltar que el 55,2% son unipersonales. Es decir, parece evidente que en un mercado de trabajo neoliberal -cada vez más desregulado e individualizado- los discursos sobre emprendizajes en realidad lo que intentan es maquillar una realidad tremenda: la enorme cantidad de falsos autónomos que computan como empresarios emprendedores en los datos oficiales del Ministerio.
Pero se siguen intentando ocultar la realidad a toda costa, en publicaciones como Expansión “España finalizó 2012 con un incremento de la actividad emprendedora del 4%. Sólo en el mes de diciembre se crearon 7.420 empresas y las exportaciones se encuentran en cifras de máximo histórico. Estos datos evidencian que hay espíritu emprendedor en nuestro país”. No hay espíritu emprendedor, estas cifras reflejan las consecuencias prácticas de los dogmas neoliberales.
Qué hacemos con el trabajo es un libro de Juan José Castillo, Ruth Caravantes Vidriales, David García Aristegui, Chus González García y Rocío Lleó Fernández. Más información en Qué hacemos.