ENTREVISTA
Alejandro Luque se embarca en una novela infantil multicultural: “En el mundo de los niños no hay fronteras”
![MINIATURA Tres misterios para Quique Parodi CUBIERTA](https://static.eldiario.es/clip/393b96a3-6a4c-47d9-90b7-aeb9b1aeed76_16-9-discover-aspect-ratio_default_1110347.jpg)
Ha trabajado siempre como periodista, pero también ha sido músico en Cracovia, dibujante en Siena, cocinero en Copenhague y repartidor de publicidad en Buenos Aires, aunque fuera “solo por un día”. Presume de tener siempre “los cuatro fuegos de la cocina encendidos” y, a sus 50, acaba de debutar en la novela infantil tras una docena de libros entre poesía, relatos, novelas y ensayos. Tres misterios para Quique Parodi, parapsicólogo (Babidibú, 2025) aborda en tres episodios cómo superar algunos de los miedos infantiles más comunes y que se presentan ante el protagonista y su amigo Miguelito en forma de manchas fantasmagóricas, estigmas demoníacos y luces que se encienden solas.
Luque, reciente ganador del XVIII Premio Paco Rabal por una entrevista a Jorge Perugorría, se incorpora así al catálogo de la editorial independiente sevillana poniendo por delante valores como el esfuerzo, la lealtad y la integración, acompañados de las ilustraciones de la artista brasileña Gabriela Molinaro. Un marroquí, un amigo de origen chino y una vecina cubana dan los primeros trabajos (ojo, que se avecina segunda parte) a los pequeños protagonistas que, desde la cama de Quique como base de operaciones debido a su enfermedad, son capaces de superar los misterios aplicando la lógica y grandes dosis de confianza en uno mismo.
¿Por qué le ha dado a estas alturas por escribir una obra infantil?
En realidad el libro llevaba escrito más de 15 años y había estado rulando por varias editoriales, incluso estuvo a punto de salir en algunas de ellas, pero por distintos motivos al final se abortó la misión. Los que nos dedicamos a escribir y no tenemos editor fijo sabemos que los libros están en el cajón y que salen cuando tienen que salir. Es una cosa muy azarosa. Al final, a la cuarta fue la vencida y la editorial Babidibú, con la que tengo buena relación, se animó a sacarlo y estoy muy contento. Me está dando mucha satisfacción. Los libros para mayores es que nunca me han dado tanta vidilla como este. Es distinto.
Pero, ¿qué le llevó en aquel momento a decantarse por ese género?
El mundo de los niños me interesa muchísimo. Yo suelo ser el que, en una reunión de gente donde hay niños, termino abandonando a los adultos y me voy con ellos porque me gusta su psicología y su forma de razonar. Me divierto con ellos, aprendo con ellos. Y lo digo sin ninguna falsa modestia. Me parece un mundo fascinante. Quizás el hecho de no tener hijos me lleva a acercarme a ellos sin esa jerarquía y sin esa obligación que tienen los padres. Yo sabía que tarde o temprano iba a terminar escribiendo algo para niños.
Creo que todas las noches de una parte de mi infancia me las pasé cambiándome a la cama de mi hermano mayor, que creo que estaba harto de amanecer cada día con la cabeza de su hermano pegada a la suya. Y supongo que por eso me parecía interesante explorarlo a través de un personaje que quisiera ser parapsicólogo
Hay que decir también que creo que los grandes escritores, tarde o temprano, se sienten tentados de escribir algo así. De hecho, al menos en tiempos contemporáneos, todos lo han intentado: Vargas Llosa, Almudena Grandes, Mateo Díez, por supuesto Elvira Lindo, etc. Muchísima gente de la literatura considerada seria y adulta lo han intentado porque creo que es realmente un reto cómo llegar a un público tan exigente y espontáneo, que no tiene filtro ninguno: lo que le gusta, le gusta, y lo que no le gusta lo abandona sin ningún complejo.
Los miedos infantiles centran las aventuras detectivescas de los protagonistas. ¿Por qué eligió esa percha?
Me apetecía mucho porque yo fui un niño muy miedoso. Creo que todas las noches de una parte de mi infancia me las pasé cambiándome a la cama de mi hermano mayor, que creo que estaba harto de amanecer cada día con la cabeza de su hermano pegada a la suya. Y supongo que por eso me parecía interesante explorarlo a través de un personaje que quisiera ser parapsicólogo y que quisiera investigar sobre los fantasmas, los fenómenos sobrenaturales y todo eso buscándoles el lado lógico.
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La literatura infantil muchas veces lo que quiere es exacerbar la fantasía pero en mi caso quería hacer un poco el viaje inverso, es decir, los niños miedosos tienen un exceso de fantasía (ven una figura o un monstruo en cualquier mancha cualquier o cualquier bulto) y yo quería animar a los niños a que, cuando teman algo que no entienden, intenten buscarle el lado lógico y racional porque así van a eliminar el miedo o neutralizarlo.
La perseverancia, la solidaridad o el esfuerzo priman entre tus pequeños investigadores. ¿Son valores que también quiere que se les queden inculcados a sus lectores?
Los personajes realmente están jugando. Les mueve la curiosidad, y se toman muy en serio los miedos de sus vecinos, que son chavales del barrio que tienen algún tipo de temor inexplicable y y lo que quieren realmente es ayudarles. En ese sentido sí que ponen mucho empeño. Juegan pero en serio, digamos.
Detrás del relativo exotismo que pueda suponer un origen distinto, los niños son niños y al minuto se olvidan de esa minucia y están jugando y están encontrándose y tienen los mismos miedos, las mismas ganas de divertirse, las mismas ganas de encontrarse con otros. Y eso me parecía importante subrayarlo, porque me gustaría que en este mundo salgan niños con esas ideas
Y todo eso desde una cama. ¿Cómo se le ocurrió que el niño que da nombre al libro estuviera enfermo?
El reto precisamente es cómo, desde la cama, usar su inteligencia para resolver los casos. Es un homenaje a un personaje de Borges y Bioy Casares, don Isidro Parodide, que era un hombre que desde la cárcel resolvía los crímenes. Yo pensé que, para un niño, la cárcel es la cama: mientras sus amigos están jugando en el patio o en la calle, ellos están ahí atrapados. De hecho, en estos días de virus invernales he tenido unas cuantas lectoras que estaban con fiebre, con gripe, y estaban viviendo en una situación un poco pirandelliana, de estar leyendo y de verse en esa situación. Lo que tiene Quique es su tesón, su inteligencia y su razonamiento. Y a mí me parecía curioso también mostrar cómo una limitación no es tal si puedes hacer otras cosas, jugar de muchas maneras y ayudar a los demás.
Usando el pensamiento lógico, ese que quizás a veces les falta también a los adultos, ¿no?
Cada caso se presenta como una situación sobrenatural que en principio les intimida y les estremece frente a ese pensamiento lógico que tiene que arrojar luz. Es como una especie de binomio de sombra y de oscuridad, y la inteligencia de Quique que le hace arrojar luz sobre esas cosas. Es una invitación a darle la vuelta a algo que nos asusta porque, si lo pensamos, seguro que no lo veremos de forma tan terrible.
A mí me interesa mucho el personaje de Miguelito, que es el amigo, el socio y su contacto con el mundo exterior para que le haga determinadas pesquisas. Lo que ocurre es que también tiene miedo y es muy crédulo de esos fantasmas y de esas situaciones sobrenaturales, pero tiene una lealtad hacia Quique y unas ganas de ayudar a su amigo que haría lo que fuera.
Una cuestión que también destaca en el libro es la multiculturalidad de los personajes que son víctimas de esos episodios supuestamente paranormales.
Lo escribí hace casi dos décadas y era un momento en el que empezábamos a tener en España y en otros sitios barrios más multiculturales. Pensé que sería interesante que, de una forma muy natural, los chicos que van a pedirle ayuda fueran cada uno de una nacionalidad o de un origen distinto. Y, bueno, pues la actualidad se empeña en reescribir o releer lo que hemos hecho hace mucho tiempo, y ahora en el mundo de Trump se está volviendo otra vez a hablar de fronteras, de deportaciones, de todas estas cosas grotescas, y quería mostrar que en el mundo de los niños eso no existe, en el mundo de los niños no hay fronteras. Porque detrás del velo finísimo, del relativo exotismo que pueda suponer un origen distinto, los niños son niños y al minuto se olvidan de esa minucia y están jugando y están encontrándose y tienen los mismos miedos, las mismas ganas de divertirse, las mismas ganas de encontrarse con otros. Y eso me parecía importante subrayarlo, porque me gustaría que en este mundo salgan niños con esas ideas.
Cuando empecé a escribirlo hace casi dos décadas, ya me rondaba un poco esa idea o ese temor de que volviera una ideología que que tuviera tanto empeño en discriminar por el color de piel o por la lengua, y quería dibujar en mi libro un mundo donde esos prejuicios no existieran, sencillamente
Y esos niños serán integradores si leen que sus personajes favoritos son integradores, ¿no?
Claro, porque los niños absorben todo lo que hay en sus hogares, y se está hablando de migrantes, de discriminar por la procedencia, habrá algunos que crezcan en ese caldo de cultivo. Y nuestros barrios cada vez son más así, con familias que nacen en un sitio y terminan en otro, y eso tenemos que verlo con la normalidad con la que lo ven los niños. Los prejuicios los desarrollamos conforme crecemos, y sobre todo, es muy propio de adultos. Porque dudo mucho que en un colegio haya niños que discriminen de esa manera y, si lo hacen, desde luego es por contaminación del mundo de los adultos y no de forma natural.
Quizás, cuando empecé a escribirlo hace casi dos décadas, ya me rondaba un poco esa idea o ese temor de que volviera una ideología que tuviera tanto empeño en discriminar por el color de piel o por la lengua, y quería dibujar en mi libro un mundo donde esos prejuicios no existieran, sencillamente.
¿Habrá más misterios por resolver por Quique y Miguelito? ¿Habrá una segunda entrega de sus aventuras?
En principio no lo tenía así previsto pero reconozco que, como he tenido muy buen feedback de algunos lectores y me ha producido entusiasmo ver que la propuesta funcionaba, creo que me voy a animar como mínimo a hacer una segunda parte. Por un lado, siendo consciente de que hay lectores que les pueda apetecer dar continuidad. Y también como reto, porque quiero saber si esto ha sido solo una raya en el agua o si tengo capacidad de contar algo más.
También me han animado mucho los dibujos de la ilustradora Gabriela Molinaro, que ha hecho un trabajo que me ha encantado. Es muy distinto ver que los personajes cobran forma, que cobran cara, y me resulta muy sugerente, así que como mínimo una entrega más me gustaría escribir.
Aparte de eso, ¿en qué otros proyectos editoriales está inmerso, sean infantiles o no?
Los proyectos van saliendo conforme el periodismo lo permite, porque es una profesión muy absorbente en la que hay que estar sentado escribiendo muy a menudo, y esos proyectos irán tomando forma sobre la marcha. No me impongo fechas, voy a mi ritmo. Y libros infantiles, como decía, me he dado cuenta de que me encanta escribirlos y ver el resultado. Lo más interesante es ver la reacción del público infantil, porque es muchísimo más espontáneo, expresivo, y mucho menos diplomático, y eso me fascina, me encanta. También me gustaría hacer presentaciones para ver cómo funciona la cosa cara a cara.
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