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Peleas internas

En Sevilla no se habla de otra cosa. En el bar desayunando, en el autobús de camino al trabajo o en los grupos de whatsapp. ¿Los presupuestos municipales? No. ¿Las obras del puente del centenario? Tampoco. ¿Los partidos del Betis y el Sevilla de este fin de semana pasado? Ni mucho menos.
De lo que se discute, se especula o incluso se elaboran las conjeturas y teorías más diversas es de las peleas internas en dos instituciones de gran raigambre en la ciudad: la Hermandad de Los Panaderos y el PP provincial.
La semana pasada, en una conversación con dos buenos amigos, uno de ellos, versado en temas cofrades, nos explicaba cómo, en todas las organizaciones humanas, existe una tensión larvada en la pelea por el poder. “Es algo natural, siempre hay alguien que quiere mandar ocupando el lugar del que manda”, nos decía.
Hablaba, lógicamente, de Los Panaderos, “una de las tres o cuatro hermandades de penitencia que tiene una tendencia permanente al conflicto”, pero bien podría haberse estado refiriendo a esa otra institución sevillana a la que me refería hace unas líneas, el PP provincial.
En la cofradía de la calle Orfila, después de meses de sainete, se ha impuesto la disciplina arzobispal tras la dimisión en bloque y sin posible marcha atrás de toda la junta de gobierno. Palacio (así se refiere popularmente el mundo cofrade a la sede del poder en la archidiócesis) ha nombrado un comisionado para que gobierne la entidad hasta después de la semana santa no de este año, sino del siguiente, 2026. Esta decisión cierra un periodo de meses de incidentes y enfrentamientos abiertos por quítame allá esa junta de hermandad.
En diciembre de 2022 y en noviembre de 2023 se sucedieron varias pintadas en la puerta de la capilla contra el que era el hermano mayor de la corporación hasta su reciente dimisión, Ángel Corpas. La policía detuvo por estos actos vandálicos al antiguo vestidor de la Virgen de Regla, titular de la hermandad.
Este mismo año, hace apenas unas semanas, un grupo de hermanos pidió la dimisión de toda la junta de gobierno a la que acusan de trocear contratos, en contra de las reglas de la cofradía, para abonar una restauración
En octubre pasado el Arzobispado suspendió las elecciones destinadas a suceder a Corpas después de que la candidatura continuista ganara por un solo voto de diferencia. Este mismo año, hace apenas unas semanas, un grupo de hermanos pidió la dimisión de toda la junta de gobierno a la que acusan de trocear contratos, en contra de las reglas de la cofradía, para abonar una restauración. En su escrito de dimisión, la dirección saliente, que se vio obligada a suspender el cabildo de cuentas y de salida a mediados de febrero, acusa a un grupo de hermanos, con el apoyo del director espiritual (el sacerdote de la hermandad) de haber saboteado su mandato y de haberles insultado e injuriado en repetidas ocasiones.
Un listado de agravios, bidireccional, con un confuso inicio y un difícil final. A ver si la Archidiócesis lo arregla.
En el PP de la provincia de Sevilla, en el que no puede intervenir con tanta agilidad y contundencia el arzobispo, la situación se parece bastante a la de la hermandad de Los Panaderos. Al final tendrán que tomar medidas Juanma Moreno o el propio Feijoo antes de que sus correligionarios locales lleguen a las manos.
Por escandalosas que resulten, estas disputas internas son más habituales, o saltan con más facilidad a los titulares de la prensa, en un partido político que en una hermandad de penitencia. En épocas recientes han ocurrido discrepancias similares en las filas socialistas o en el complejo ecosistema a su izquierda. Y lo del Partido Andalucista era un clásico. Cabían en un taxi y siempre estaban peleados. Pero el odio íntimo entre las dos facciones de los populares locales alcanza ya tintes de culebrón caribeño. Y no me extrañaría que acabara en los juzgados.
Parece fuera de lo normal la división crónica de un partido como el PP de la provincia de Sevilla que, a pesar de que gobierna en la capital y forma parte de la mayoría que sustenta al Gobierno de la Junta de Andalucía, sigue carcomido por luchas cainitas que duran ya casi dos décadas
Con una historia de años de división a cuestas, el último capítulo de este serial ha estallado por la filtración a un medio de comunicación de facturas de hace más de una década que revelan que el PP usó fondos de su grupo en la Diputación de Sevilla para pagar comidas, autobuses de militantes para llenar un mitin o complementos salariales a algunos de sus altos cargos.
La cuestión es enrevesada porque el presidente provincial del partido en Sevilla por aquel entonces era Juan Bueno, ahora concejal y mano derecha del actual alcalde de la ciudad, José Luis Sanz, afines al ex alcalde y ex ministro Zoido; y porque las facturas, según ha desvelado otro periódico, habían sido depositadas ante notario en 2018 y han sido ahora retiradas, para ser filtradas, por un rival interno, de los más cercanos al círculo de Javier Arenas.
Más allá de la posible reprobación legal del destino que se dio a aquellos fondos (la propia Diputación, gobernada por el PSOE, se apresuró a explicar que ese dinero es de libre disposición por parte de cada grupo político); las facturas no hacen más que explicar cómo funciona un partido: compensa salarialmente a sus altos cargos, sufraga eventos y comidas, o facilita la asistencia de sus militantes a mítines. Nada fuera de lo normal.
Lo que sí parece fuera de lo normal es la división crónica de un partido como el PP de la provincia de Sevilla que, a pesar de que gobierna en la capital y forma parte de la mayoría que sustenta al Gobierno de la Junta de Andalucía, sigue carcomido por luchas cainitas que duran ya casi dos décadas. Juanma Moreno, que convive de mala gana con José Luis Sanz, tendrá ahora que intervenir para intentar volver a imponer una paz social que se ha demostrado frágil en los últimos tiempos. Su portavoz, Toni Martín, ya ha anunciado que tomarán medidas disciplinarias.
Lástima que el partido gobernante en Sevilla y Andalucía no pueda recurrir al Arzobispado local para que, como en Los Panaderos, tome cartas en el asunto, nombre un comisionado especial e intente acabar de una vez por todas con sus peleas internas.
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