Este es un espacio donde opinar sobre Sevilla y su provincia. Sus problemas, sus virtudes, sus carencias, su gente. Con voces que animen el debate y la conversación. Porque Sevilla nos importa.
Sevilla desde el autobús

Hace unos meses, asistí atónito a una tremenda escena en un trayecto de un autobús de la Línea 32, entre la Gran Plaza y el centro de Sevilla. Dos señoras, una mayor que la otra, se enzarzaron a gritos e insultos en una agria discusión de una punta a otra del vehículo. Se conocían, eso estaba claro. Y debían de venir rumiando la bronca desde el origen del trayecto, en el Polígono Sur.
Me cuesta reproducir la literalidad de los argumentos, pero créanme que terminaron comparando sus vidas sexuales, la masculinidad de sus parejas y hasta su higiene íntima. Por más que el resto de viajeros las mandábamos callar con una vehemencia creciente, la animada charla no concluyó hasta que una tercera señora intervino con autoridad para frenar a la más joven, que estaba a punto de pasar de la agresión dialéctica a la física.
Este sucedido, por más que real, no deja de ser algo excepcional, una exageración, una raya en el agua. Pero, después de 26 años en Madrid, una ciudad en la que los viajeros no hablan en el bus ni para saludar al conductor al subir al vehículo, me sirve para explicar cómo vivo ahora mi día a día en el transporte público de Sevilla.
Los autobuses en esta ciudad, la mayoría de sus líneas, son un espacio público y muy concurrido, pero no turistificado y ajeno al postureo de otros lugares, como bares, monumentos o tiendas de moda. Son, por tanto, un buen termómetro para tomarle el pulso a la ciudad.
En Sevilla, una ciudad que no tiene red de metro (sí, insisto, una línea de subterráneo no es un metro), la malla de autobuses urbanos es la herramienta que verdaderamente facilita la movilidad de vecinos y visitantes. Tussam, la empresa municipal de transporte, gestiona 55 líneas con más de 1.000 paradas y cerca de 85 millones de usuarios al año. Y en cada viaje de cada uno de sus más de 430 vehículos hay decenas de historias.
Como cualquier red, la de transporte sufre en los momentos de tensión. Feria, semana santa, navidades, grandes acontecimientos. Para alivio de los ciudadanos, es en esas circunstancias donde empresa y trabajadores dan el do de pecho y hacen lo posible por ofrecer el mejor servicio
Me encanta, en general, la espontaneidad del pasaje. Casi todo el mundo saluda al entrar al vehículo, nadie intenta colarse y, en muchos casos, hay animadas conversaciones entre pasajeros habituales, que se conocen y coinciden cada mañana o cada tarde en los mismos horarios.
No me gustan las faltas de educación de algunos: los que ocupan asientos reservados para personas mayores, con discapacidad o con niños; quienes van mirando vídeos en su móvil a tal volumen que te dejan con la intriga de quién es el asesino; o los que se quedan al comienzo del vehículo mientras que la parte de atrás va medio vacía, impidiendo que nuevos viajeros se suban en su parada. Que la gente hable entre sí a voces, comente la conducción del chofer o se meta en tus conversaciones no me desagrada. Forma parte de esa espontaneidad de la que hablaba antes y que te hace mucho más entretenido el viaje.
Viajar habitualmente en los autobuses de la red pública te ofrece una interesante plataforma para la sociología barata. Resulta evidente a primera vista que el ambiente varía mucho según el origen y destino de la línea. Incluso del horario. Yo uso mucho el 32 para ir a trabajar, de Nervión a la Puerta Osario. Por la mañana, el coche va cargado de mujeres que van a trabajar del Polígono Sur a zonas más céntricas, en su mayoría dedicadas a la limpieza de casas u oficinas. También mucha gente que va al médico y padres y madres con niños camino del cole. Un porcentaje relevante de población migrante. A mediodía o por la tarde, hay vuelta a casa después de las clases pero también algún sevillano que regresa del centro histórico de dar un paseo o hacer recados. En general, es un ambiente sano, ruidoso y popular.
Otra de mis opciones matinales es coger el C2 en San Francisco Javier. La parada no me pilla tan cerca de casa, pero es una línea con más frecuencia de paso. Esto provoca que los vehículos vengan siempre mucho menos masificados que el 32, que acumula siempre esperas más largas. El circular tiene un público distinto. En el sentido y el horario que yo lo cojo, hay mucha gente camino de la oficina pero, principalmente, estudiantes que van hacia sus clases en las facultades y escuelas universitarias de la Isla de La Cartuja. Y la diferencia es clara: menos ruido y otro tipo de conversación. Más civilizado pero también más aburrido, en realidad.
También soy usuario del tranvía, que funciona como una línea más de Tussam, desde Nervión hacia Puerta Jerez o Plaza Nueva. Confieso que lo vivo como un placer culpable. Es límpio, silencioso y tranquilo. Muchas señoras y parejas mayores de paseo hacia las zonas comerciales del centro y algunos turistas disfrutando del recorrido en superficie. Nada que ver con el bullicio de cualquier línea radial, que da servicio a los barrios del extrarradio. En general, es curioso cómo el público que usa los autobuses urbanos es mucho más de género femenino que masculino.
En el día a día, en general, a las líneas de Tussam les falta frecuencia. En una ciudad sin metro, en hora punta, es criminal que un autobús urbano tarde 10,12 o 15 minutos en pasar. Y eso se arregla, como casi todo en los servicios públicos, con inversión para tener más vehículos y conductores. Y para eso hay que subir los impuestos (uy, lo que he dicho, igual me llevan preso por sugerirlo). Por lo demás, los buses son modernos, están limpios y suelen tener buen ambiente, excepto si eres testigo de una disputa vecinal enconada en el tiempo.
Como cualquier red, la de transporte sufre en los momentos de tensión. Feria, semana santa, navidades, grandes acontecimientos. Para alivio de los ciudadanos, es en esas circunstancias donde empresa y trabajadores dan el do de pecho y hacen lo posible por ofrecer el mejor servicio. Gracias a todos por sostener la movilidad en la ciudad más grande de España sin red de metro. Ya si Tussam y el Ayuntamiento consiguieran que los autobuses tardaran cinco o siete minutos en pasar, en lugar de más de 10, lo bordarían. ¡Tomen nota, señores!
Sobre este blog
Este es un espacio donde opinar sobre Sevilla y su provincia. Sus problemas, sus virtudes, sus carencias, su gente. Con voces que animen el debate y la conversación. Porque Sevilla nos importa.
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