El Orgullo de Andalucía sepulta bajo un estallido de color el miedo a la creciente sombra de “la España en blanco y negro”

Antonio Morente

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“Se avecinan tiempos difíciles”. La advertencia la lanzaba este jueves la cantante Vanesa Martín en su pregón del Orgullo, y esa sensación (que, eso sí, no ha apagado las ganas de fiesta) ha estado muy presente en la manifestación del Orgullo Lgtbi Andalucía que ha recorrido Sevilla. A menos de un mes ya de la cita electoral del 23J, y con un paisaje político en el que afloran los pactos entre PP y Vox en comunidades autónomas y ayuntamientos, el colectivo (de la mano de las miles de personas presentes, hasta 50.000 según la organización) ha convertido la jornada en un ejercicio de memoria, de resistencia y, sobre todo, de reivindicación festiva de unos derechos que están escritos negro sobre blanco en forma de leyes pese a los desvelos de algunos gobiernos por esquivarlos.

La Plataforma Orgullo Lgtbi Andalucía, que aglutina a una veintena larga de entidades y es la organizadora de la gran manifestación andaluza, lo tenía claro desde el principio: aquí se viene a “reivindicar y luchar por nuestros derechos”. Eso no quita para que esta bandera se alzara bajando un sol inmisericorde siguiendo las dos recomendaciones que hacía la plataforma, que no eran otras que no dejar la pluma en casa (“libérala”) y no olvidar el brilli brilli. Desde luego, nadie lo ha hecho, visto lo visto en las 18 carrozas que han desfilado y su exuberante acompañamiento.

Ha sido toda una declaración de intenciones, un derroche de color frente a la sombra de la España en blanco y negro que, se ha denunciado, vuelve a coger fuerza con la llegada de la ultraderecha a las instituciones. De ahí el lema del Orgullo de este año, Somos memoria, libertad y futuro: sin memoria no hay futuro por esa perenne tendencia de la historia (la más negra, en este caso) a reescribirse. Eso dice la teoría, pero la práctica se está viendo en una realidad política que agita ese miedo que el colectivo tiene muy interiorizado, el de que te puedan quitar derechos que hoy parecen inamovibles tras ganarse después de tantísimos años de lucha.

En lo de la España en blanco y negro han coincidido tanto la presidenta de la plataforma organizadora, Irene Navarro, como la vicesecretaria general del PSOE-A, Ángeles Férriz, que han puesto el acento en el riesgo real de una regresión en los derechos. Férriz ha apelado a una “España de colores que también es España”, y que buena parte de esto es lo que se juega el próximo 23J, como ha apostillado a su lado el portavoz municipal socialista, Antonio Muñoz, que ha insistido en que “hoy más que nunca no hay que dar ni un paso atrás porque ya no solamente hay amenazas, hay realidades y políticas que se están aplicando” en algunas comunidades y ayuntamientos. Un Muñoz, por cierto, que fue saludado en repetidas ocasiones al grito de “alcalde”.

Irene Navarro, responsable de la Plataforma Orgullo Lgtbi Andalucía, ha lamentado por su parte que “el discurso de odio se ha hecho política y estando en las administraciones” españolas, lo que ha despertado “un miedo desde un punto de vista legal” en el colectivo ante el riesgo de que se eliminen leyes que conceden derechos, como reitera una y otra vez la ultraderecha de Vox que hará en cuanto tenga ocasión. En esta línea, una de las pancartas era bastante explícita: “Vota contra la violencia y los armarios”, lo que se acompañaba con los hashtag #VotaConOrgullo y #NoVotesDerecha. Al lado, otro cartel recordaba que en 2021 hubo en España 466 delitos de odio por orientación sexual... “y subiendo”.

La solemnidad de los mensajes y consignas ha contrastado con el ambiente festivo e incluso familiar que se ha disfrutado en las calles sevillanas bajo la losa de un calor inmisericorde que había obligado a decretar la alerta amarilla. Entre las carrozas ha llamado la atención la del grupo de empleados Lgtbi y aliados de la multinacional aeronáutica Airbus, mientras que en la de CCOO no pasaban desapercibidos la secretaria general del sindicato en Andalucía, Nuria López, y su homólogo sevillano, Carlos Aristu. Varias batucadas le ponían banda sonora a la manifestación, en la que también han estado Podemos, UGT, Movimiento contra la Intolerancia y otros colectivos, entre ellos uno cristiano: Dios nos hizo de todos los colores, rezaba su pancarta.

La apelación a la memoria ha sido una constante en la parte institucional de la manifestación, una preocupación que este año se ha reflejado también en el cartel de este Orgullo de Andalucía, obra de la ilustradora Cynthia Veneno, que recoge el abrazo de dos mujeres de avanzada edad. Ellas simbolizan el camino recorrido y la memoria, porque tuvieron que vivir los tiempos de invisibilización que, tal y como se ha denunciado en la manifestación, algunos parecen empeñados en recordar. Y el problema es que esos algunos están empezando a llegar a las instituciones con esta ola conservadora que está fluyendo de las urnas, de ahí ese miedo a dar “un gran paso atrás” que han compartido muchos de los participantes en el evento.

“No estamos de fiesta, estamos de protesta”, coreaba, megáfono en mano, la delegación del Sindicato de Estudiantes, mientras eran continuas las batallas con pistolas de agua en un ambiente en el que se mezclaban abanicos y mantones arcoiris, estéticas pintorescas, mucho bebible con hielo para combatir el calor y una tendencia general al minimalismo textil. Para gustos los colores, proclamaban unas camisetas, y mientras unos apelaban a la lucha contra la ultraderecha una chica le confesaba a su amiga su principal preocupación en ese momento: “Tengo el brilli brilli todo corrido con este calor”.

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