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El pintor Antonio López permite al público asomarse a la desnudez de sus paisajes de Sevilla sin terminar

Antonio López explica los detalles de uno de sus paisajes sevillanos.

Antonio Morente

Sevilla —

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Era el verano de 2012, y el entonces alcalde, Juan Ignacio Zoido, hacía pública una imagen que mostraba a Antonio López (Tomelloso, 1936), el pintor español vivo más cotizado, dando los primeros pasos creativos para un paisaje de Sevilla. De aquella aventura salieron dos cuadros, que siguen sin terminar en línea con la legendaria forma de trabajar del artista, que a cambio ofrece ahora la posibilidad de verlos en su estado actual, en la desnudez y la fragilidad que emana de toda obra inconclusa. Las dos piezas se exhiben, junto a una vista de Madrid también sin acabar, en la exposición Arquitecturas en proceso, que ha servido para que el Colegio de Arquitectos de Sevilla inaugure la XXII Semana de la Arquitectura y podrá verse en su sede en la plaza de San Pedro hasta el 17 de noviembre.

“Antonio López deja ver su cocina pictórica, que es lo interesante”, ha valorado el comisario de la muestra, Daniel Bilbao, que es a su vez decano de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla. Y aquí la cocina se abre en canal, porque se pueden apreciar desperfectos en el lienzo, correcciones y hasta marcas a lápiz con las que el artista registra fechas y horas, lo que evidencia la “honestidad sin ambages” del pintor, que el propio comisario resume en lo que le comentó cuando le ofreció la posibilidad de esta exposición: “Si vamos a mostrar los cueros, los mostramos tal cual”. “Ésta es una ocasión única, gracias por la generosidad”, ha apostillado.

“Están poco más que empezadas y además deterioradas”, ha explicado López sobre sus obras, que costó lo suyo trasladarlas a Sevilla por lo difícil que (por su tamaño) fue sacarlas de donde las tenía en Madrid, con una puerta que obligó a hacer encajes de bolillos. “Han sufrido mucho”, ha apostillado, y no ha ocultado que le da su punto de vergüenza verlas en ese estado, pero eso permite ver las tripas de un proceso creativo en el que lleva más de una década y que entronca de lleno con uno de sus temas preferidos, el de la ciudad.

“Tenía muchas ganas de pintar a Sevilla”

“Qué pena que no se hayan pintado más cuadros de las ciudades de España”, ha lamentado, porque vienen a funcionar como pequeñas cápsulas de tiempo. Y como muestra, el botón de la Vista de Sevilla de 1660 de la Fundación Focus, una “pintura maravillosa” que muestra una ciudad “oscura y no muy bien pintada”, pero en plena ebullición. “Impresiona ver la vida de Sevilla”, lo que ha conectado con su “incansable” afán por retratar los paisajes urbanos. “Tenía muchas ganas de pintar a Sevilla”, ha afirmado como colofón.

Las dos obras de Sevilla, de gran formato, las inició el autor desde la Torre Schindler, en la Cartuja, que diseñó el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra para el pabellón de la Navegación de la Exposición Universal de 1992. El punto de vista no es el habitual de las vistas canónicas de Sevilla, tomadas históricamente desde la orilla de Triana para así mostrar el perfil más reconocible de la ciudad con la Torre del Oro y la Giralda. Esta última se aprecia en la lejanía de un paisaje dominado en buena parte por el curso del río, que además una de las pinturas ofrece con una perspectiva de ojo de pez.

Los cuadros están sin terminar, y sin previsión de fecha para su conclusión. A Sevilla seguirá regresando para tomar “apuntes de color” de una luz que es la de una tarde de agosto, pero los cuadros volverán a su estudio madrileño cuando acabe la exposición y allí seguirá trabajando. Será su forma de alimentar su pasión por dibujar ciudades, un veneno que se le inoculó desde aquellos lejanos tiempos en los que estudiaba Bellas Artes.

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