Roberto Santiago, premio Fernando Lara de novela: “Hemos dejado nuestra salud en manos de multinacionales privadas”
Roberto Santiago (Madrid, 1968) ha visto crecer, literalmente, a muchos de sus lectores. Aunque ya había publicado varios libros con anterioridad, fue su saga infantil Los Futbolísimos la que le proporcionó un éxito arrollador y le granjeó la fidelidad de un público que ha seguido acompañándolo durante los últimos diez años. El mismo que ahora, ya talludito, acudirá a las librerías en busca de su última obra, La rebelión de los buenos (Planeta), que se alzó con el premio Fernando Lara de novela en su última edición.
“Me encanta que vengan familias enteras a verme en las ferias. Es algo que me emociona mucho”, comenta el autor, quien reconoce haber “cambiado muchas veces de género y formato, incluyendo novelas, guiones de cine y obras de teatro. Al final, la escritura tiene una esencia común, que es contar historias, hablar de cosas que necesitamos, hacer que el lector disfrute, pero también se haga preguntas. Por eso, pasar del registro infantil al adulto exige quizás un cambio en el estilo, pero no en el fondo”.
Eso es lo que ha hecho con La rebelión de los buenos, una novela negra protagonizada por el abogado Jeremías Abi, que es contratado por la propietaria de uno de los imperios farmacéuticos más poderosos del mundo para que se encargue de su multimillonario divorcio. Una trama inicial de infidelidades y resentimientos expondrá a la luz algunas abyectas prácticas de la farmacéutica: ensayos con cobayas humanas, extorsiones, chantajes y estafas.
Mala fama
Santiago comenta que el malo de la historia, la industria farmacéutica, “se ha ido ganando a pulso su mala fama”, dice. “Nunca habría sospechado que escribiría sobre este tema, pero hace unos años un amigo me pasó un informe con querellas contra estas empresas, miles de ellas. Fui indagando poco a poco, y cuanto más entraba en el tema, más ganas tenía de hablar. Hasta que recordé que era escritor, y que podía hacer un thriller con este trasfondo de denuncia social”.
Cuando se le pregunta por qué escoger la ficción cuando podría haber escrito un reportaje o un ensayo, responde: “No sé si la novela puede llegar más lejos que otros géneros, pero es lo que sé hacer. Y además, estoy convencido de que la buena novela, además de atrapar al lector, tiene ese lado de conseguir que la gente mire el otro lado de las cosas y se cuestione sus propias ideas. Esa es la grandeza de la ficción”.
Lo cual, admite Santiago, no quiere decir que tenga confianza en que su obra pueda cambiar el mundo. “La ambición de aportar mi granito de arena sí estaba y esta”, afirma. “Los escritores podemos ayudar a que algunos temas estén en el debate público. Tal vez no cambiemos nada nosotros, pero sí podemos contagiar las ganas de cambiar las cosas. Por otro lado, quiero subrayar que la mía no es una novela contra la industria farmacéutica, que ha hecho cosas maravillosas, sino contra determinadas prácticas de esa industria que son muy censurables”.
Maestros negrocriminales
“Sin necesidad de escarbar mucho –continúa el escritor– me sorprende cómo hemos dejado nuestra salud en manos de multinacionales privadas. Vivimos en un sistema democrático de bienestar, pero con unas grietas enormes en ese sentido. Los estados podrían, además de llevar un control, ser más rigurosos con estas empresas. Por ejemplo, en la novela se refleja cómo los intereses privados se aprovechan investigaciones públicas para quedarse con las patentes”.
Asimismo, comenta que la elección del género negro para dar forma a La rebelión de los buenos fue largamente meditada: “Respeto mucho la novela negra, me ha costado escribir esta, pero espero poder seguir en el género”, asevera. “Es más, he sido un gran lector de novela negra, y precisamente ese respeto que le tengo es lo que ha hecho que haya tardado tanto en decidirme. ¡Ahora solo espero no tardar otros seis años en acabar la próxima!”.
Entre sus autores favoritos de novela negrocriminal, se decanta por “la clásica de Dashiell Hammett o Raymond Chandler, aunque la primera que me trastocó de verdad fue Patricia Highsmith, con aquella capacidad para lograr que los personajes estén por encima de la trama. Y también admiro a los pioneros españoles, como Manuel Vázquez Montalbán”.
Imágenes y giros
Con una larga experiencia en cine –con títulos como El penalti más largo del mundo o El diario de Carlota–, Roberto Santiago admite que su escritura posee una especial fuerza visual. “Soy ante todo guionista, y creo que el lector de mis novelas ve muchas imágenes, también muchos giros. Pero una novela es un artefacto literario, en ningún momento trabajo pensando en llevarlo al audiovisual. Lo más importante de una novela es la voz, cómo se mete en la cabeza del lector y lo traspasa a un ambiente y un tema. Lo principal es que tenga fuerza y sobre todo singularidad”.
Entre sus próximos proyectos, Roberto Santiago anuncia que “acabo de terminar mi siguiente novela infantil, es una de las cosas más emocionantes y que más satisfacciones me da. Pienso seguir cultivando este género y espero poder alternarlo con otros”.
En cuanto a Los Futbolísimos, no tiene duda de que seguirá. “Mi conclusión es que para los lectores lo de menos es el fútbol, sino el misterio, el humor, el deseo de pertenecer a una pandilla como esa”. Y cuando se le pregunta qué hay de él en sus personajes, responde: “Tengo algo de Pakete, el observador; soy torpón como Tomeo, y tengo algo de miedo a la oscuridad, como Angustias”.
2