No existe en España ningún estudio o encuesta que siga a mujeres y hombres desde que son pequeños, cuando empiezan la escuela, hasta la incorporación laboral para explicar por qué tomaron este o este otro camino en todas las elecciones que hay de por medio.
Una investigación de EsadeEcPol ha buceado en todas las piezas de ese rompecabezas para trazar cómo las chicas se van alejando de las áreas científicas (STEM, por sus siglas en inglés) en el periplo educativo, desde las primeras percepciones de nerviosismo hacia los problemas matemáticos a los diez años o la sensación de que son peores que sus compañeros –antes no existen datos, aunque hay estudios que lo acreditan en otros países– a la cristalización de esas emociones en decisiones a la hora de elegir itinerarios o, después, carreras universitarias y opciones laborales. El trabajo constata cómo el alejamiento progresivo termina excluyendo a las mujeres de empleos mejores.
Empezando por el principio: España es el tercer país de la Unión Europa con mayor brecha de rendimiento en matemáticas entre niños y niñas de 4º de Primaria, solo por debajo de Chipre y Portugal, según el informe TIMSS de 2019 (el último disponible). A esta temprana edad, las estudiantes ya tienen una probabilidad un 15% menor de considerar la materia como su asignatura preferida y entre un 8% y un 9% menor de considerarse buenas, aprender rápido o disfrutar. “Por una cuestión de datos no podemos ver qué pasa antes de esa edad en España, pero tenemos estudios en otros países que confirman que antes de que entren en la educación básica no hay diferencias de género en matemáticas”, explica Lucía Cobreros, una de las autoras del informe.
A los seis años, tanto niñas como niños categorizan a los varones como las personas “realmente inteligentes”, lo que provoca que ellas ya se alejen de juegos y actividades que consideran destinadas a este tipo de personas, según un estudio publicado en 2017 en Science y recogido por la investigación. El informe también hace alusión a otra investigación de 2011 que revela que a esa misma edad ya se manifiesta que las matemáticas son “cosa de chicos”. “Las diferencias de género en la autopercepción sobre la brillantez en general y la capacidad matemática en particular aparecen en la primera infancia: a los seis años, las niñas ya reportan autoconceptos más bajos que los niños, a pesar de un desempeño comparable en pruebas objetivas”, aseguran los investigadores.
A los 15 años, sin embargo, los datos de PISA confirman que la brecha en rendimiento ha mejorado respecto a hace una década. Concretamente, un 37,5% menos distancia entre los alumnos y las alumnas que hace diez años. que en 2012. Esto se explica porque la nota media en competencia matemática ha bajado tanto para los chicos como para las chicas, pero la caída en los primeros es mayor (14 puntos frente a siete), subrayan los investigadores.
El problema de la ansiedad
Pero la ansiedad a la hora de afrontar la asignatura sigue ahogando a las chicas. Existe más diferencia entre géneros que una década atrás. Ellas tienen un 21,3% de probabilidad mayor de experimentar nerviosismo a la hora de resolver problemas que ellos, frente al 11% en 2012, diez puntos porcentuales más. Los autores sospechan que el malestar generalizado en los adolescentes durante y tras la pandemia ha podido afectar más a las chicas. Está demostrado que la “autopercepción positiva sobre la capacidad en matemáticas, así como la afección por las mismas, tienen una relación positiva con los resultados”, recuerda el estudio. Y al revés cuando hay ansiedad.
El último informe PISA llamó la atención sobre este fenómeno para el caso de España, que está muy por encima del promedio en los sentimientos de agobio respecto a las matemáticas y también a la diferencia de afrontamiento según el género. El promedio de la OCDE en el índice que mide esta “ansiedad matemática” –es el término usado en PISA– es de 0,17. España se sitúa en el 0,37, más del doble.
A esa edad, los 15 años, las adolescentes tienen ya menos aspiraciones que sus compañeros de tener una profesión STEM a los 30 años. La brecha, en este caso, es independiente al rendimiento, apunta el estudio, que subraya que los niños siguen prefiriendo ocupaciones “en los campos de la ingeniería, las ciencias y las TIC mientras que en las niñas predomina la sanidad y la enseñanza”.
Cuando acaba la etapa obligatoria, las proyecciones se materializan en decisiones con la elección de itinerarios. Aunque en general las mujeres aprueban más todas las materias que sus compañeros, ellas se decantan más por Artes y Humanidades. Así queda la distribución en 2021, por ejemplo: en la modalidad de Artes, el 76% del alumnado matriculado eran chicas; en Humanidades, el 64%; en Ciencias Sociales el 54% y, en Ciencias, el 48%, según datos del Ministerio de Educación.
El informe advierte que la modalidad de Ciencias comprende dos ramas que no se desagregan desde 2008: la tecnológica y la biosanitaria. El último año para el que existen datos revela una mayor presencia de mujeres en la segunda rama (51,2%) que en la primera (21,5%).
El fenómeno de la “autoexclusión”
Mirando los datos de otros itinerarios, no parece que la situación se haya revertido, dice el estudio, que confirma, ya a esta altura educativa, que las chicas se autodescartan para la rama tecnológica pese a que, si miramos la tasa de aprobados, es mayor para ellas que para ellos en todas las modalidades, incluida la de ciencias (79% frente a 73,5%).
El informe marca otro punto que da información sobre este alejamiento progresivo: las alumnas eligen menos las materias de Física (5,7% frente al 12,3%%) y Dibujo Técnico (2,6% ante el 6,9%) en la Ebau. Sin embargo, y vuelve la paradoja, la nota de admisión en las carreras STEM “es ligeramente superior” a las de sus compañeros. Por ejemplo, las alumnas obtuvieron un 10,35 de media en Ingeniería y Arquitectura en el curso 2022/2023. Sus compañeros, en la misma rama, se quedaron en un 9,89.
Jorge Galindo, otro de los autores del estudio, observa “dos puntos de inflexión claros”. El primero se da cuando se empiezan a generar percepciones relacionadas con las matemáticas “que tienen que ver con los roles de género”; el segundo tiene que ver con “la autoexclusión de una mayor proporción de chicas que de chicos cuando la educación empieza a ser elegida”.
Ahora bien, el pequeño porcentaje de mujeres que llega a cursar una carrera STEM –solo el 31% de las graduadas son alumnas– rinde más y abandona menos. Se puede constatar en los datos desde el primer año de carrera. Aunque la tasa de abandono es elevada en general, lo es cinco puntos por encima en alumnos que en alumnas en las ingenierías (12,8% vs. 8%), según cifras del curso 2021/2022 recogidas en el informe.
El paso siguiente son las matriculaciones. Las tasas de mujeres en grados universitarios STEM no alcanza el 50% en ningún grado, salvo Medicina. Son especialmente bajas en Matemáticas (36%), Física (27%), Telecomunicaciones (23%) e Informática (13%). Lo contrario ocurre en grados del ámbito de salud y servicios sociales, que continúan siendo ramas copadas por alumnas: en Enfermería hay un 82% de chicas; Trabajo Social cuenta con un 84% de estudiantes mujeres y en Educación Infantil el porcentaje escala hasta el 91%.
El informe destaca por “llamativo” cómo algunas carreras tienen menos mujeres que hace 30 años. El porcentaje de chicas matriculadas ha disminuido sustancialmente en Informática, pasando de representar el 27% del alumnado matriculado en 1990 al 13% en 2020. Una caída similar tiene lugar en Matemáticas, donde la proporción de alumnas pasa de representar la mitad del alumnado al 36%. Los grados con más incremento del porcentaje de mujeres son Ingeniería Aeronáutica e Ingeniería de la Organización Industrial, con más de diez puntos de aumento.
La fotografía se completa con los másteres y la Formación Profesional. En el primer caso solo el 11% de las mujeres que cursa un posgrado lo hace en una titulación del ámbito STEM, frente al 26% de los hombres. En FP la brecha “es aún más profunda”: “De todos los hombres graduados en FP, el 52% están en ámbitos STEM frente a solo el 7% de las mujeres”, subraya la investigación de EsadeEcPol.
La brecha en el trabajo
Los autores pretenden “pintar todo el cuadro”, asegura Galindo. Por eso, también han analizado cómo se trasladan las brechas educativas a la carrera laboral. La investigación ha calibrado la presencial real de las mujeres en ocupaciones STEM a través de un indicador de elaboración propia que da como resultado un porcentaje del 5,5% en 2022 –respecto a todas las mujeres ocupadas en España– frente al 13% de hombres.
La tasa ha aumentado de manera sostenida desde 2011, cuando estaba en el 3,3%, pero “el punto de inicio es tan bajo que el resultado sigue siendo mucho menor al de sus contrapartes masculinas”, destaca el estudio. Especialmente buenos, en comparación, son los datos en menores de 30. En esta franja de edad el porcentaje alcanza el 9%, aunque después baja entre las trabajadoras de 30 a 44 años hasta el 7%. El estudio hace un análisis más minucioso de la etapa de los 24 a los 34 años, entre el fin de los estudios superiores y los años necesarios para una mínima consolidación profesional. Aquí observa que la tasa de ocupación STEM se ha duplicado en una década (del 4% al 9,4%).
En todo caso, advierte la investigación, no todas las mujeres que completan sus estudios en este ámbito científico terminan con un trabajo en el área. De hecho, según los cálculos de los autores, cinco años después de finalizar tienen alrededor de un 2,7% menos de probabilidad de estar empleadas en una ocupación STEM que sus homólogos hombres. Y esto tiene consecuencias: “esta infrarrepresentación en campos STEM implica un menor acceso de las mujeres a lo que la evidencia indica como mejores condiciones laborales”. Las trabajadoras en estos puestos se enfrentan a una brecha salarial sensiblemente menor al promedio, dice el estudio, y tienen menos posibilidades de acabar con un empleo a tiempo parcial.