El acoso sexual en el laboratorio, un problema silenciado entre la comunidad científica
“Fui acosada sexualmente por un compañero de trabajo […] y, varios años después de denunciarlo, sigo sufriendo las consecuencias profesionales y personales de haberme enfrentado a él”. El pasado mes de enero una investigadora denunció a través una carta en la revista Nature que había sido víctima de acoso sexual y cómo la deficiente actuación de la comunidad científica había afectado a su carrera.
Lamentablemente no se sabe cuántas veces se repite esta historia. La de un investigador senior que sobrepasa los límites con alguna estudiante de doctorado o una investigadora posdoctoral a su cargo. El acoso sexual no es una excepción en el mundo científico, pero al igual que en otros ámbitos, es difícil saber la magnitud real del problema.
No hay datos sobre acoso sexual
Durante los últimos años, varios casos de acoso sexual por parte de afamados investigadores han sacudido la plácida actualidad científica en EEUU. Pese a que no hay cifras oficiales, dado que el número de denuncias es muy bajo, algunos investigadores han tratado de abordar el problema. Uno de los estudios más reconocidos fue publicado en 2014 en la revista PLOS One.
Según los resultados de esta investigación, el 64% de los científicos encuestados aseguraba haber sufrido algún tipo de acoso y más de una quinta parte consideraba haber sido víctima de acoso sexual. Siendo la mayor parte de las acosadas mujeres, particularmente estudiantes universitarias, doctorandas e investigadoras postdoctorales.
Aunque, como los propios autores señalaron, el estudio puede tener algunas debilidades, los resultados ofrecen una idea aproximada de la magnitud de un problema que a menudo pasa desapercibido. “En el ámbito académico, al igual que en el mundo laboral, el acoso sexual está muy invisibilizado [sic]”, explica a eldiario.es Cristina Cuenca, investigadora de la Universidad de Almería y especialista en acoso sexual en el trabajo.
El mundo científico está muy masculinizado
Una de las particularidades del mundo científico, especialmente en las áreas de ciencias técnicas, matemáticas e ingeniería, es que son ambientes de trabajo donde hay una gran mayoría de hombres. Según Cuenca, en estos ambientes tan “masculinizados, normalmente las relaciones son más sexistas, lo que facilita que se hagan bromas sexuales o comentarios inadecuados, con más frecuencia que en entornos más igualitarios”.
Con el objetivo de evitar este tipo de situaciones muchas universidades y centros de investigación están incorporando protocolos de actuación contra el acoso sexual. Sin embargo, en muchas ocasiones estos procedimientos fallan, por no ofrecer a las víctimas el apoyo necesario.
En el caso publicado en Nature, la investigadora asegura que la universidad admitió que el investigador era culpable de acoso sexual, aunque este no fue despedido y la institución hizo hincapié en que el veredicto se debía mantener en secreto, una práctica habitual en este tipo de casos. “Esta confidencialidad deja a las víctimas, como yo, incapaces de explicar […] por qué su CV ha sido tan malo durante ese periodo de tiempo”, cuenta la investigadora, que no ha querido dar su nombre.
Cuenca apunta que uno de los factores predominantes del acoso es la vulnerabilidad, algo que se da también en el ámbito académico. “Si denuncias a tu director de tesis ¿qué haces con tu tesis? Dependes de esa persona para sacar tu trabajo adelante”. Al final, señala esta investigadora, “en muchos casos la forma de deshacerse del acosador es abandonar el trabajo y muy pocas se plantean denunciar”.
No es flirteo, es acoso
Esta investigadora reconoce que en los casos de acoso más leves puede resultar “complicado diferenciar entre el acoso y el flirteo”, pero insiste en que es importante que las mujeres “no lo normalicen” y que entiendan que no hay por que aceptar determinados comportamientos. “Cuando alguien te hace un comentario una vez, en principio no debe haber problema, el acoso surge cuando estos comportamientos se dan con frecuencia”, explica Cuenca.
Algunos estudios señalan que en España la mayoría de las mujeres solo consideran que están siendo víctimas de acoso cuando se produce un contacto físico. “Muchas mujeres se sienten incómodas ante comentarios frecuentes sobre su físico, pero no lo llegan a considerar acoso porque es muy difícil reconocerte como víctima, algo que sucede también en el maltrato en la pareja”. Esta investigadora insiste en que no se debe olvidar que el acoso es un tipo de violencia de género y recuerda que “en España nos falta muchísima sensibilización para considerar algunas conductas como acoso”.