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ENTREVISTA

Alberto García Lledó, cardiólogo: “Durante la pandemia hemos atendido menos infartos, quizá porque personas de riesgo hayan muerto por COVID”

El doctor Alberto García Lledó/foto cedida

Marina Estévez Torreblanca

18 de octubre de 2020 20:59 h

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El doctor Alberto García Lledó es Jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Universitario Príncipe de Asturias y profesor asociado de la Universidad de Alcalá. Además es portavoz de una iniciativa de la red clínica CardioRed1 que se ha propuesto como objetivo conseguir que 75% de los sanitarios se vacunen de la gripe este año para evitar la transmisión a sus pacientes vulnerables. El año pasado, en España, sólo el 35% de los sanitarios decidió inmunizarse contra esta dolencia.

La gripe es una enfermedad muy peligrosa para la salud cardiovascular, y hasta el 10% de los infartos de miocardio durante los brotes de gripe están relacionados con dicha infección, según la Sociedad Española de Cardiología. Paradójicamente, los infartos agudos, al menos los registrados, han disminuido alrededor de un 40% en España durante la pandemia por COVID19, se entiende que por dos razones. La primera es lo que en biología denominan “riesgo competitivo”: los grupos a los que de manera más grave ha afectado la pandemia son los que pueden sufrir con más facilidad un infarto. “Las personas con alto riesgo cardiovascular que sufrían coronavirus enfermaban y morían por esa enfermedad, sin poder por ello desarrollar un infarto. Es como si la mitad de la población muriese por un terremoto: habría menos infartos, pero no podríamos decir que los terremotos protejan del infarto”, explica García Lledó.

Pero también ha habido un segundo motivo, y es que el miedo a acudir al hospital ha llevado a que se hayan diagnosticado menos y más tarde estos graves episodios, lo que a su vez está generando una evolución peor, e incluso mayor mortalidad por enfermedades vasculares. 

¿Por qué es peligrosa la gripe para el infarto de miocardio? ¿ocurre con otras enfermedades respiratorias?

Todas las enfermedades infecciosas pueden actuar como desencadenantes de un infarto de miocardio, porque la respuesta inflamatoria que se produce para la defensa de la infección hace que se active todo el sistema inmune. Eso hace que las placas de colesterol que hay dentro de los vasos también sufran un aumento de la actividad inflamatoria, se hagan más blandas y pasen a ser lo que llamamos placas vulnerables. Al ser más blandas, inflamadas, pueden romperse y dar lugar a un infarto. Eso puede pasar, con todo tipo de infección, pero con la gripe sucede más, por dos razones. Primero, porque la gripe es uno de los problemas infecciosos más importantes que afectan a prácticamente todo el planeta todos los años. Y segundo, porque hoy día sabemos que en la defensa contra la gripe están involucradas directamente las plaquetas, que a su vez son las encargadas de iniciar la coagulación. Entonces, cuando las plaquetas se activan para defendernos de la gripe puede aumentar la capacidad de coagulación de la sangre, formarse trombos dentro de las arterias y producir infartos.

¿La COVID también puede empeorar o desencadenar enfermedades cardiológicas?

En principio no hemos encontrado esa relación. De hecho, durante los períodos más críticos de infección por COVID lo que se ha visto es una reducción del número de infartos atendidos. Eso parece que se produce por una razón fundamental, y es que al haber afectado a tantísimas personas previamente enfermas, las personas que sufrían coronavirus morían sin llegar a tener la oportunidad de desarrollar un infarto. Eso se llama riesgo competitivo.

Es un dato que llama muchísimo la atención, la lógica diría lo contrario.

Sí, a todo el mundo le ha llamado la atención. Está publicado en bastantes revistas como un hecho llamativo. Hay dos razones para ello. Por un lado, como decía antes, algunas de las personas que pueden sufrir un infarto han enfermado y muerto por coronavirus. Es decir, digamos que han sido secuestrados por una enfermedad más grave, un fenómeno que es muy conocido en biología. Los hombres prehistóricos no morían de infarto o de cáncer, se morían mucho antes por infecciones y heridas. Y en los países en vías de desarrollo se mueren antes de diarrea y de neumonía. Esto podría explicar en parte lo que ha pasado. El coronavirus ha matado personas que podrían haber tenido un infarto y por tanto ya no lo han tenido. 

Otra explicación es que el miedo a salir de casa, a ir al hospital, haya hecho que personas que tenían síntomas de infarto no hayan solicitado atención y por ese motivos los infartos que ha habido durante el período de coronavirus han tenido una mortalidad superior a la habitual. En ese sentido, la Sociedad Española de Cardiología ha hecho un llamamiento para que las personas con síntomas de infarto sigan solicitando atención, porque podemos atenderles, tenemos recursos para hacerlo, y porque si se demora la atención por miedo, los pacientes van a tener una evolución peor.

Una nota de la Sociedad Española de Cardiología señala que el 34% de los hospitalizados por gripe tiene una enfermedad cardiovascular de base. ¿Se conoce el caso en los infectados por COVID?

Las personas más vulnerables para las infecciones respiratorias en general son personas que tienen un estado de salud peor. Suelen ser personas mayores y con problemas de salud previos. Sabemos que el coronavirus afecta más a personas con riesgo cardiovascular, hipertensos, personas obesas, todos ellos con mayor riesgo cardiovascular. Con la gripe sucede más o menos lo mismo.

Por otro lado, ese tipo de personas, con riesgo previo, tienen una peor respuesta general a la situación de la infección y evolucionan de una forma peor. Sabemos que durante los períodos de gripe hay una mayor cantidad de episodios de insuficiencia cardíaca. Los que se producen son más graves, más mortales. Lo mismo sucede con el infarto. 

¿Podríamos decir que, hasta donde se sabe, la gripe sería peor para las enfermedades cardíacas que la COVID-19?

El asunto es que de la gripe sabemos mucho, lleva con la humanidad desde antes de Cristo. Mientras que de la COVID sabemos relativamente poco y de manera muy reciente. También son muy distintas en cuanto a su presentación. Para la gripe estamos relativamente adaptados y defendidos y los brotes que nos sacuden, aunque tiene una mortalidad anual elevada, son más atenuados. El coronavirus, en esta primera pandemia, ha causado un daño muy brusco en el que ha matado a muchas personas en poco tiempo. Su efecto sobre las enfermedades crónicas puede ser distinto y no lo conocemos bien.

Una pandemia de gripe como la de 1918 probablemente se pareciera mucho más en cuanto a lo que pasa con los enfermos cardiovasculares a lo que está pasando con la COVID. No son comparables. No podemos hablar de situaciones similares porque la forma de enfermar y de morir es distinta. Sobre todo, mucho más aguda en el caso del coronavirus.

¿Qué seguimiento se ha podido hacer de los enfermos cardiovasculares desde que se desató la pandemia? ¿Ha empeorado la salud cardiovascular en España durante estos meses?

La atención a todas las enfermedades crónicas se ha intentado mantener, pero durante los períodos de cierre de las consultas externas hospitalarias no han podido acudir los pacientes porque no existían las condiciones de seguridad para atenderlos. Se ha intentado mantener la atención telefónica de los crónicos, pero no es lo mismo que la atención habitual que les prestamos. En ese sentido no solo se ha resentido la salud de la población por el coronavirus, sino que toda la salud de la población ha tenido un deterioro. Se ha retrasado el diagnóstico de los casos de cáncer, la cirugía de las enfermedades cardíacas y otras. La avalancha de los meses de febrero, marzo y abril ha retrasado todo tipo de atención. Y la cardiovascular también. En ese sentido ha habido un deterioro. La reanudación de toda esa atención ha sido una prioridad de la mayor parte de los hospitales y servicios, en cuanto ha sido posible. 

¿Se está volviendo a ver alterado su trabajo en el hospital por la segunda ola de la pandemia?

No, afortunadamente. En la primera oleada nos pilló igual que a todo el país o peor. Afortunadamente, en mi opinión el hospital (de Alcalá de Henares) se ha preparao muy bien en su conjunto y durante todo este segundo período se ha podido atender normalmente tanto a los pacientes de coronavirus como al resto de los pacientes, porque se ha logrado mantener una atención en zonas separadas e incluso con servicios duplicados. 

Volviendo a la gripe, el hecho de que la salud se haya situado en el centro de las preocupaciones informativas, políticas, etc. ¿va a concienciar más de la necesidad de vacuna este año?

Yo creo que sí. En los últimos años estaba bajando la tasa de vacunación de la población española. Lo que recomiendan la Organización Mundial de la Salud y la Unión Europea es que por encima de los 64 años se vacune al 75% de la población. Eso reduce la mortalidad y los ingresos hospitalarios. En los últimos años íbamos bajando del 55 al 52%. Cada vez a peor. El coronavirus nos ha puesto ante una realidad y es que tenemos vacunas para enfermedades graves que no estábamos utilizando bien. Ahora deseamos que haya una vacuna para coronavirus. Nos está haciendo valorar lo que ya teníamos.

Por otra parte, hay una necesidad de evitar la gripe, porque los síntomas son muy parecidos al coronavirus y vamos a tener el gran dilema de qué es lo que tiene nuestro paciente o lo que tenemos nosotros. Y en ese sentido, la complicación diagnóstica puede ser tremenda. 

Si sumamos, además, que todos los años el sistema sanitario sufre un estrés muy grande, con urgencias y hospitales saturados por gripe, este año la concordancia de dos problemas, gripe y coronavirus, puede agravar la situación. Es un momento muy oportuno para utilizar la protección que tenemos, al menos para uno de los dos problemas.

Al hilo de la campaña que se ha lanzado por parte de CardioRed1 ¿puede explicar muy brevemente en qué consiste? y ¿por qué se vacunan tan poco de la gripe los médicos y resto de personal sanitario?

Cardiored1 es una iniciativa de los profesionales sanitarios de los servicios de cardiología y cirugía cardiovascular de cuatro hospitales de Madrid, los centros de salud correspondientes y el servicio de emergencias SUMMA para trabajar como red asistencial con criterios y protocolos unificados. La campaña #unaXuna logra que por cada profesional sanitario de CardioRed1 vacunado de gripe se vacune a un niño de polio a través de UNICEF. El principal objetivo es mejorar la calidad de la asistencia a la salud cardiovascular de forma integrada e integral. Por ese motivo, conseguir que los profesionales de la red nos vacunemos y vacunemos a nuestros pacientes es un objetivo prioritario: queremos protegerlos de la gripe.

En cuanto a por qué los profesionales sanitarios nos vacunamos menos de lo aconsejado, yo creo que existe un exceso de confianza, porque la gripe no es una enfermedad que para personas relativamente jóvenes y sanas suela ser grave. De hecho no está recomendada la vacunación de la gripe en menores de 60 años, salvo a quienes tengan enfermedades respiratorias, cardiovasculares, diabetes o embarazadas. Entonces a personas de nuestra misma edad no lo estamos recomendando, y si no se lo recomendamos a personas de nuestra misma edad, entonces tendemos a no hacerlo nosotros. 

¿Cuál es el problema de los sanitarios? Que en nuestro caso, la vacunación no está pensada para que no enfermemos. Está pensada para que no la transmitamos a otros. Nosotros trabajamos con gente que tiene gripe. Cogemos la gripe, se la pasamos a otros pacientes que sí están en riesgo y nos convertimos en vectores de infección. Nosotros nos tenemos que vacunar no para protegernos nosotros sino para proteger a los demás. Es un acto de generosidad y de compromiso. 

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