Hasta hace relativamente poco tiempo, la anticoncepción era considerada una cuestión exclusivamente femenina. Las mujeres son las que se quedan embarazadas, con lo que muchos hombres apenas asumían alguna responsabilidad cuando mantenían relaciones fuera del matrimonio. De hecho, en España no se reconocieron las obligaciones legales de los padres biológicos hasta bien entrados los años 80. Sin embargo, la sociedad ha cambiado y cada vez son más los hombres que están interesados en controlar su propia fertilidad y que esperan a que se cumpla la eterna promesa de un anticonceptivo que, medio siglo después de las primeras investigaciones, sigue sin llegar.
“A corto plazo no veo ninguna esperanza de que se desarrolle un anticonceptivo masculino, estamos peor que hace 10 años”, asegura a eldiario.es Roberto Lertxundi, miembro de la Sociedad Española de Contracepción. Según este ginecólogo, el problema no es científico ni técnico, ya que “hace más de 10 años estábamos a las puertas de tener el equivalente a la píldora, pero se paró porque no es negocio para las compañías farmacéuticas”.
Lertxundi se refiere a las investigaciones realizadas a principios de este siglo por las farmacéuticas Schering y Organon sobre un fármaco que impedía la generación de espermatozoides. El estudio llego a una fase avanzada de desarrollo con muy buenos resultados, pero antes de concluir el proceso, ambas compañías fueron absorbidas por gigantes del sector que terminaron abandonando el proyecto.
Schering fue comprada por la alemana Bayer y, poco después, Organon sería absorbida por Merck, aunque para entonces la propia compañía ya había decidido terminar con este programa. En declaraciones a la revista Mosaic, el que fuera vicepresidente ejecutivo del programa de medicina reproductiva de Organon, Coelingh Bennink, recordaba que “en la junta solo había hombres blancos de mediana edad” que no consideraban que la anticoncepción fuera una responsabilidad masculina. “Traté de explicar lo importante que podía ser, pero nunca llegaron más allá de preguntarse el uno al otro, '¿Lo harías?' 'No, yo no lo haría”.
Esta es la realidad con la que se encuentran la mayor parte de los investigadores que tratan de desarrollar un anticonceptivo para hombres. En la actualidad ninguno de los gigantes farmacéuticos tiene proyectos de investigación activos en contracepción masculina y varios de ellos ya venden productos para el control de la fertilidad femenina. “Las mujeres son las que se quedan embarazadas y las compañías han decidido que invertir dinero para que los hombres asuman el papel que ahora tienen las mujeres no es negocio”, sentencia Lertxundi.
Así que, hoy en día, solo tratan de desarrollar este tipo de anticonceptivos algunas organizaciones sin ánimo de lucro, que han conseguido importantes avances, pero que no consiguen llegar al mercado. “Hace falta mucho dinero para la puesta en marcha de ensayos clínicos, con lo que sin ayuda de las farmacéuticas estos proyectos no terminan de despegar”, concluye Lertxundi.
Nestorone, la última promesa
Una de estas organizaciones es el Population Council que, junto a los Institutos Nacionales de Salud de EEUU, está desarrollando uno de los productos más prometedores de la actualidad, un gel de testosterona llamado Nestorone. El ensayo clínico comenzará este mismo año y será el mayor realizado nunca sobre anticoncepción hormonal masculina, con más de 400 parejas de EEUU, Reino Unido, Italia, Suecia, Chile y Kenia.
Pero, a pesar del ser el proyecto que está en una fase de desarrollo más avanzada, este gel no es el primer anticonceptivo hormonal con el que se han hecho ensayos. Este tipo de compuestos se llevan probando desde los años sesenta, pero algunos de los efectos secundarios de la testosterona han hecho que los proyectos se interrumpan.
El último tropezón se produjo el pasado año, cuando se publicaron los resultados de otro ensayo más pequeño en el que los hombres recibían inyecciones de una combinación diferente de progestina y testosterona. A pesar de que tenían un 96% de efectividad a la hora de suprimir el recuento de espermatozoides, el estudio se detuvo cuando los voluntarios empezaron a informar de cambios de humor y otros efectos secundarios similares a los de la píldora femenina, lo que desató algunas críticas.
El nuevo gel anticonceptivo contiene mucha menos testosterona sintética que la fórmula inyectable, lo que, según los investigadores, evitará la aparición de muchos de los efectos secundarios observados con las inyecciones.
Alternativas a anticonceptivos hormonales
Pero no todo acaba con los métodos hormonales y no son pocos los equipos de investigadores que están trabajando en alternativas. En este sentido, un estudio publicado el mes pasado en el Journal of Medical Chemistry ha presentado un método que disminuye la capacidad de los espermatozoides para moverse o nadar con eficacia.
El estudio se basa en un compuesto sintético derivado de la ouabaína, un producto que se obtiene de dos tipos de plantas africanas y que ha sido históricamente utilizado por varias tribus somalíes para envenenar las puntas de las flechas. Los investigadores aseguran que “brinda la oportunidad adicional de interferir con la fertilidad masculina, minimizando otros efectos secundarios tóxicos”.
Sin embargo, pese a que su resultados son muy prometedores, por ahora solo se ha estudiado en ratones, con lo que el proceso para desarrollar un producto que pueda llegar el mercado llevará, al menos, una década, y eso si consiguen el apoyo de alguna farmacéutica.
Una solución desde la India
También existe otra alternativa que ha sido desarrollada en la India y que ahora se encuentra en fase de investigación en EEUU. El producto consiste en un gel que se debe inyectar en los conductos deferentes que transportan el esperma desde los testículos a la uretra. El gel deja pasar el semen pero no los espermatozoides y puede ser eliminado fácilmente por medio de otra inyección cuando los hombres quieren recuperar su fertilidad.
El método es barato, efectivo, reversible y seguro, según defiende su principal creador, el investigador del Instituto Tecnológico de Kharagpur, Sajoy K. Guha. Pero una inyección que tiene un coste de menos de 20 dólares y una efectividad de al menos 10 años no es un negocio muy atractivo para las farmacéuticas, con lo que el proyecto estuvo estancado casi una década.
Tuvo que ser otra organización sin ánimo de lucro, la Parsemus Foundation, la que tratara de reflotar el proyecto, comprando la patente y trabajando en su propia versión, denominada Valsagel. El gel americano ha sido probado con éxito en primates y ahora la fundación está buscando financiación para iniciar los ensayos en humanos.
Tanto el Nestorone, como el Valsagel e incluso los prometedores resultados de la ouabaína son solo una muestra del convencimiento de los científicos de que “un programa de planificación familiar sostenible requiere extender la anticoncepción a los hombres” tal y como sostienen los autores del estudio de la ouabaína.
Estos investigadores insisten en que ya es hora de acabar con la “responsabilidad desproporcionada sobre el control de la natalidad” que tienen las mujeres. Sin embargo, todos estos proyectos se encuentran una y otra vez con la falta de colaboración de una industria que no está dispuesta a invertir recursos en un mercado que sigue pareciéndoles demasiado incierto, y mientras esto no suceda, la anticoncepción masculina no dejará de ser una eterna promesa.