El Consejo de Ministros da la estocada definitiva a la mascarilla en exteriores. Desde el jueves solo será una recomendación en aglomeraciones, aunque habrá que usarla en eventos multitudinarios. A falta de conocer el detalle de la norma, la decisión supone no solo volver a la situación previa a la Navidad sino dar un paso más. Entonces eran obligatorias en todas los momentos que no permitían mantener la distancia mínima de 1,5 metros y ahora su uso va a ser únicamente recomendable.
Atrás queda una de las medidas con menos apoyo científico de la pandemia. No cuando entró en vigor en junio de 2020, un momento en el que se sabía menos del virus y tenía la misión de generar hábito de uso, sino en su reimplantación como una forma de hacer frente a una escalada descontrolada de contagios en diciembre de 2021 con el conocimiento adquirido de que el transmisión al aire libre es mucho menos probable que en el interior.
Un mes y medio después, su contribución a la evolución de la sexta ola es difícil de medir, según los expertos, pero la mayoría la trata como una medida que ha sido más “simbólica que preventiva”, con un “impacto mínimo” en el control de la transmisión.
“Se usó para hacer ver que la situación no era normal, era un modo de recordar a la gente que seguíamos en pandemia”, analiza el catedrático Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS). “Había miedo y se utilizó para transmitir gravedad, pero resultó un golpe. No supuso dejar de hacer algo efectivo, sino además hacer algo inútil”, piensa el epidemiólogo Pedro Gullón. Más allá de si la curva sube o baja, “es una decisión lógica porque realmente las mascarillas en exteriores no tienen mucho sentido”, salvo en aglomeraciones, afirmó en declaraciones a Europa Press Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología y representante de España en el Comité Permanente de la OMS en Europa.
Como en todo, el consenso no es pleno. Hay expertos como Daniel López Acuña, exdirector de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la OMS y profesor asociado de la Escuela Andaluza de Salud Pública, que son partidarios de prolongar el uso un poco más por la elevada incidencia. Sanidad alude a una caída de todos los indicadores epidemiológicos para decretar el levantamiento de la medida, pero lo cierto es que, si bien la tendencia ahora es sólidamente descendente, la incidencia acumulada se mantiene en más del doble de la que se registraba el día que se tomó la decisión de reimplantarla en la Conferencia de Presidentes.
La forma de aprobar y de eliminar la mascarilla en exteriores la hace también una medida sui generis en la pandemia. Salió adelante tras un acuerdo al más alto nivel político al que los dirigentes de las comunidades y el Ministerio de Sanidad llegaron con unas recomendaciones técnicas sobre la mesa que no fueron consideradas, como la reducción de los aforos en la hostelería, el adelanto en los cierres e incluso la suspensión de la actividad en la restauración. La mascarilla en exteriores no figuraba en ningún documento.
“Los procedimientos fueron un poco sorprendentes, aunque soy de la opinión de que lo 100% técnico nunca existe”, indica el epidemiólogo Mario Fontán, de la Sociedad Española de Epidemiología. Hernández, de SESPAS, defiende que “a veces por las prisas no se usan los cauces más lentos por una cuestión de tiempo”. “Todas las medidas son políticas, de una manera u otra”, añade a renglón seguido. Gullón interpreta que no pasó por los órganos habituales porque “no había intención de usarla para protección clara sino una señal de alarma”.
Una medida fruto del desacuerdo para tomar otras
Los especialistas coinciden en que la decisión fue más bien fruto del desacuerdo entre Gobierno y comunidades para implementar medidas más “disruptivas” socialmente, como volver a limitaciones en los interiores. De ahí emanó, según Fontán, la “incomprensión”. “No fue tanto por la aprobación sino porque se tomó en solitario respecto a otras medidas que sí estaban recomendadas por los órganos técnicos. Eso influyó para no entender nada: era incoherente poner en marcha una restricción porque la situación estaba mal y a la vez transmitir que se puede hacer la vida con normalidad”, sostiene el experto en salud pública.
En el camino de vuelta, su levantamiento, se ha reproducido el mismo esquema. La Ponencia de Alertas y Planes de Preparación y Respuesta, formada por técnicos de Sanidad y de las comunidades autónomas, y la Comisión de Salud Pública, que reúne a los directores generales, han quedado al margen de la decisión, pese a que hace menos de una semana la ministra de Sanidad, Carolina Darias, aseguró a los consejeros que pasaría por este órgano técnico.
Al final, el ocaso de la mascarilla en exteriores se validó este lunes en una breve reunión extraordinaria de los consejeros de salud con la ministra entre quejas de algunas comunidades. Euskadi, la única que se desmarcó del acuerdo, lamenta que la medida llegara al Consejo Interterritorial como algo cerrado, sin posibilidad de matizar o debatir.
Las gobernadas por el Partido Popular, pese a compartir que se levante la medida, afean a Darias que lo anunciara de manera “unilateral” el pasado viernes sin someter a debate la medida entre las comunidades. Los consejeros de salud habían discutido informalmente sobre el asunto en la anterior reunión y varios presidentes autonómicos, como Alberto Núñez Feijóo, habían pedido públicamente su relajación. A todo ello se suma que hace solo una semana el Congreso de los Diputados convalidó, a propuesta del Gobierno, su prórroga y que los partidos están volcados a nivel nacional en la campaña de Castilla y León.
Con la caída de la curva de contagios y de hospitalizaciones han empezado a decaer las pocas restricciones que todavía quedaban en España. La mascarilla en la calle será la más visible. Europa está inmersa en un periodo similar de levantamiento de medidas. Algunos más comedidos como Italia y Francia, que ya han aprobado la eliminación del cubrebocas en exteriores, como España; y otros más extremos, como el nuevo freedom day de Dinamarca. De momento, no hay cambios sobre el tapete en cuanto a la mascarilla en interiores. Expertos como Gullón auguran que en España será la última medida en desaparecer, incluso por detrás de los aislamientos. Si es que no ha llegado para quedarse.