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La economía solidaria pide crédito en el bolsillo común

Toda decisión económica es una decisión ética. Este es el principal argumento de la banca que no es especulativa sino solidaria. El lector, la lectora, se preguntará si hay acaso una banca que no preste dinero hoy para recibir más dinero mañana. También se preguntará si existe alguna solidaridad en este sistema que no sea la que se tienen entre sí los banqueros.

“Si las inversiones son transparentes, los objetivos son éticos, los fines son sociales, la gestión del banco es democrática y hay una preocupación social y ecológica, entonces hablamos de economía solidaria”, explican desde la Xarxa d’Economia Solidària (XES), una red de organizaciones y cooperativas catalanas de consumo, producción, intercambio, comercialización y financiación con el objetivo de construir una economía sostenible para el desarrollo personal, social y ambiental. Esto no es teórico. Esta economía se está construyendo, aunque es posible que las grandes vallas publicitarias de los bancos, los logos en los alerones de los coches de carreras o los fondos europeos de rescate a la banca no nos dejen verlo.

La cooperativa de servicios financieros, éticos y solidarios COOP57 forma parte de la Xarxa antes mencionada. COOP57 deja dinero, pero no es un banco. Ni una caja. Ni una financiera de préstamos personales rápidos. “Aunque la situación sea dura, seguimos dando crédito y somos los únicos que lo seguimos dando”, explica Ramón Pascual, su coordinador general. En el año 2011 han realizado 180 operaciones de crédito y sólo han negado cuatro de todas las solicitudes que han recibido, “todo lo contrario de lo que está pasando en la banca convencional”, recuerda Pascual.

No es lo mismo

Esta cooperativa no tiene clientes sino socios, y solamente concede préstamos a éstos, que aportan 1.000 euros para entrar. En 2010 recibió algo más de 8 millones en aportaciones y prestó 6,2 millones de unos euros que únicamente pueden destinarse a proyectos de economía social que promuevan la ocupación, el cooperativismo, el asociacionismo y la sostenibilidad.

La economía solidaria no es lo mismo, aunque los términos se confundan, que la llamada I.S.R. o Inversión Socialmente Responsable, que es lo que impulsan las Cajas de Ahorros en foros como el celebrado el pasado 17 de octubre en Madrid, Spainsif. Aquella jornada se inauguró con la presencia de Vicente Martínez Pujalte, portavoz del PP en la Comisión de Economía y Marcos Peña Pinto, presidente del Consejo Económico y Social de España. Allí se aportaba este dato (PDF): a finales de 2011 se habían invertido 57 millones de euros en I.S.R., un 71% más que a finales de 2009. “El capitalismo postcrisis será con un rostro más humano”, dijo en ese foro Martínez Pujalte. Es decir, la inversión responsable es una buena inversión.

“Las Cajas de Ahorros no son responsables ni democráticas, ellos dicen que son transparentes pero su estructura no lo es”, explica el portavoz de la XES al ser preguntado por la diferencia entre “economía solidaria” e “inversión socialmente responsable”. “Ojo con el marketing verde”, añade.

Virtuoso y no vicioso

Ramón Pascual afirma que mueven más dinero ahora que nunca, y que “el crecimiento va a ser espectacular”. “Usamos instrumentos fuera del marco que funcionan con rigor y que hacen otras cosas que incluso los bancos éticos tienen dificultades para hacer”. El colectivo de gestión cultural ZEMOS98 tiene previsto solicitar un préstamo de 98.000 euros a COOP57, de quienes son socios desde octubre de 2011. “Nos une un proyecto común”, explica Sofía Coca, de ZEMOS98. “Uno de los motivos es que la tasa de morosidad de COOP57 es muy baja, por debajo de la de las entidades financieras convencionales”. De las casi 200 operaciones de crédito que realizan en un año, tan solo en seis ocasiones se ha tenido que recurrir a los avalistas debido al fracaso de los proyectos y la imposibilidad de devolver el dinero.

“Durante estos años de actividad, algunas entidades financiadas han pasado por dificultades y han tenido problemas para efectuar los pagos del préstamo —continúa Sofía—. Estas situaciones se han resuelto renegociando o aplazando el pago para poder superar el momento crítico. Hay que tener en cuenta que las entidades que piden préstamos son a la vez socias de COOP57, de forma que también creen en el proyecto y se corresponsabilizan de él. Todas juntas creamos un círculo virtuoso”.

Ramón expone el siguiente caso: una socia pide 50.000 euros con un aval mancomunado —aval personal, no patrimonial— por diez avalistas, a razón de 5.000 euros cada uno. Las cosas van mal, la crisis les sacude, y al cabo de un tiempo aún deben 25.000 euros que no pueden retornar. “Si se considera que han actuado de buena fe”, se reúnen con los avalistas y se les plantean fórmulas para intentar recolectar el capital e inmediatamente se dejan de generar intereses. Las fórmulas pueden ser, por ejemplo, cuotas de 100 euros durante 25 meses.

Prestar el futuro

En estos instantes, ZEMOS98 está recopilando avales, para lo que ha abierto una campaña pública y extensiva a todo aquel que confíe en su proyecto, que está relacionado con la transformación de la cultura y la sociedad mediante una producción crítica del conocimiento y un enriquecimiento del procomún. “Queremos iniciar un proceso de independencia con respecto a la banca tradicional, desprecarizar los proyectos en los que estamos inmersos, afianzar los lazos de confianza con nuestra comunidad y aprovechar para hacer una campaña de promoción de la economía social y solidaria”, explican en su campaña #avaloZEMOS98.

A falta de 15 días para que acabe la campaña de recogida de confianzas —que puede ser de 100, 500, 1.000, 2.000 euros o más—, tienen ya el 62% del total. “Avalo a ZEMOS98 por su trabajo en favor de la cultura abierta, porque vale la pena explorar nuevos modelos de sostenibilidad y por todos los proyectos futuros que necesitamos”, dice Juan Freire, biólogo, profesor universitario y emprendedor, un testimonio más entre 140 que hablan de confianza, de modelos diferentes, de economía de afectos además de la de los dineros, de acciones necesarias.

“Creemos que siempre hemos estado cerca de la economía social y solidaria pero ahora nos damos cuenta de que tenemos que autodenominarnos así”, analiza Coca. “La deuda que tenemos [con los bancos] se debe, en parte, a que la cultura es inmensamente rica para la ciudad pero generalmente deficitaria para sus gestores. Situarnos del lado de la economía social supone una reconciliación con nuestro modelo productivo y el intento de ser más consecuentes, no sólo desde el punto de vista financiero, que sin duda es un motivo que aprieta, sino también de cómo nos relacionamos con la realidad social de la que formamos parte. Sin duda, sólo nosotras somos responsables de algunos de los motivos que nos han llevado hasta aquí. De otros, sin embargo, somos testigos de un sistema que depreda sin control nuestras vidas, nuestros lazos y nuestra garantía, no ya de futuro, sino de presente más inmediato”.