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Una cafetería y dos entradas: cómo las mujeres tejieron la paz entre dos barrios enfrentados a muerte en Líbano

Amanda Haydar (L'Orient Today-L'orient le Jour)

Líbano —
11 de marzo de 2024 22:11 h

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Es un día de invierno en Trípoli, la segunda ciudad más grande del Líbano, y al final de la calle Siria un grupo de jóvenes se reúne en una cafetería. Ríen y charlan tomando un café, mientras la lluvia golpea con fuerza el asfalto y limpia el denso aire de la ciudad.

Una escena así habría sido imposible no hace mucho. Kahwetna, “Nuestro Café” en árabe, está situado justo en la confluencia de los barrios de Jabal Mohsen y Bab al-Tabbaneh de Trípoli, donde los enfrentamientos entre ambas comunidades asolaron la vida de sus habitantes durante años.

Pero Kahwetna es un espacio seguro. Tiene dos entradas separadas, una para cada barrio.

Detrás de esta iniciativa se encuentra Lea Baroudi, cofundadora y coordinadora de MARCH Líbano, una ONG libanesa que trabaja para promover la cohesión social a través de la consolidación de la paz y la resolución de conflictos tribales en el Líbano. Kahwetna, que abrió sus puertas en 2016, es una de las varias iniciativas de MARCH.

Baroudi creció durante la Guerra Civil libanesa y, mucho después de que terminara, se sorprendió al ver que “incluso la gente de su edad estaba dividida por ideas políticas muy sectarias”.

Se convirtió en mediadora acreditada y ayudó a organizar iniciativas juveniles con un grupo de amigos, al margen de su trabajo como consultora empresarial. Con el tiempo, esta pasión pasó a un primer plano y en 2011 se materializó en MARCH.

‘Amor y guerra en las azoteas’

Donde realmente todo comenzó fue en el teatro. Baroudi tenía un especial interés en utilizar el arte como medio para la consolidación de la paz y tuvo la idea de organizar una obra de teatro entre las bandas enfrentadas en Trípoli. Era 2015 y los continuos enfrentamientos entre Jabal Mohsen y Bab al-Tabbaneh habían terminado recientemente con el despliegue del Ejército libanés en la zona.

Baroudi, que vive en Beirut, empezó a viajar a Trípoli los fines de semana. Estuvo hablando con los vecinos del lugar hasta que algunos combatientes accedieron a ayudarla y reunir jóvenes para las audiciones teatrales.

No fue una tarea fácil.

“Pensábamos que en cuanto nos metieran juntos en una habitación se iba a producir una pelea. Rechacé la idea de la obra, al principio no participé”, recuerda Alí, antiguo combatiente, ahora uno de los responsables de la asociación.

“Vi la obra, pero estaba en contra de que mi amigo participara en ella”, dice Zapher, otro excombatiente que también trabaja en MARCH.

“Pero entonces mi amigo me dijo: 'En realidad no voy a participar, solo voy a verles las caras para poder dispararles después'. Pero a lo largo de los ensayos, empezaron a conocerse y a caerse bien”, continúa Zapher.

“Yo también estaba planeando algo para atacarles”, recuerda Alí, “pero luego nos echamos atrás cuando vimos que muchos de nuestros hombres participaban en la obra y que les podían hacer daño igualmente. No queríamos herirles”.

Baroudi señala que muchos acudían a los ensayos armados.

“Recuerdo que en lugar de buscar teléfonos móviles buscábamos armas... cuchillas de afeitar debajo de la lengua o pistolas en los bolsillos, en los calcetines... o cuchillos”.

La obra debía inspirarse en las vidas de los jóvenes de ambos barrios, así que los participantes tenían que compartir sus historias. No había guion.

“Cuando cada uno contó su historia, empezaron a darse cuenta de que se parecían más de lo que pensaban. Y así comenzó todo”, recuerda Baroudi.

“Empezamos a ver que sentíamos el mismo dolor. La misma pobreza. Que teníamos las mismas necesidades”, dice Alí.

Así nació Love and war on the rooftop (Amor y guerra en la azotea), que recorrió todo el Líbano.

“Nos contaron que aquí todo ocurría en las azoteas durante las guerras: desde francotiradores disparando hasta amigos jugando a las cartas, pasando por amantes secretos”, explica Baroudi.

Baroudi cree que la piedra angular de la paz es la conexión humana y dice que no hay nada “mágico” en ello. Es intuitivo.

“Cuando trabajas en iniciativas de consolidación de la paz, no se trata de las actividades que realizas, sino de las emociones que esas actividades generan. ¿Cómo hace sentir esto a la gente? La experiencia interior”.

La cárcel como único lugar de encuentro

Alí finalmente participó en las actividades de MARCH en 2019, después de pasar cinco años en la tristemente célebre prisión de Roumieh. “Podría haber hecho tanto en esos cinco años. Antes no teníamos oportunidades ni lugares donde reunirnos”, señala.

Aparte de la cárcel, claro.

Baroudi recuerda que un día, durante los ensayos, preguntó a los participantes si tenían amigos del “otro lado”. Sólo una persona respondió que sí.

“Le pregunté: ‘¿Dónde lo conociste?’ Y me dijo ‘en la cárcel’”.

“‘¿Vivís literalmente a unos metros de distancia y tuviste que ir a la cárcel para conocerlo?’”, contestó ella.

“Cuando Kahwetna abrió sus puertas todos estaban asustados. Me decían: ‘Nos van a bombardear. Van a volar el lugar... ya nos han llamado traidores porque nos juntamos con el otro bando’”. Y, sin embargo, ocho años después, Kahwetna rebosa de actividad. Por una puerta trasera se accede a un espacio polivalente, donde la gente asiste a clases de idiomas, mientras que en otro rincón se ensamblan farolas alimentadas con energía solar.

Subiendo unas escaleras hay un patio abierto con muchas puertas, cada una de ellas conduce a una clínica, taller o atelier diferente: clínicas dentales y psicológicas, un espacio culinario, varios estudios de diseño y artesanía y un taller de carpintería.

Rehabilitación comunitaria

Tras el éxito inicial de la obra de teatro y la cafetería, Baroudi quería “crear una razón para que se uniera más gente”. Fue entonces cuando tuvo la idea de dirigir un programa de rehabilitación comunitaria.

Era 2016 y los enfrentamientos habían dañado gravemente los comercios de la zona. Así que MARCH reclutó a jóvenes de ambos bandos, les enseñó técnicas de construcción y de diseño y juntos rehabilitaron las tiendas. Pronto las cosas fueron más allá.

Cuando el colapso económico asoló el Líbano en 2019, Baroudi supo que tenía que hacer algo. “Incluso la gente con doctorados estaba sin trabajo”.

MARCH empezó a desarrollar varios programas de formación profesional, apoyo psicosocial a tiempo completo y servicios legales. “Queríamos poner en marcha iniciativas sostenibles que ayudaran a estos jóvenes a seguir trabajando”.

Baroudi dice que evita el enfoque del “activismo radical” porque crea polarización. “Cuando una faceta de la identidad de una persona se siente amenazada, se impone a todas las demás identidades. Así es como se produce la radicalización”, afirma. “No creo en la idea del activismo radical porque no ha llegado a ninguna parte con nadie”.

En cambio, cree que la construcción de la paz consiste en tender puentes. “Si te dedicas a la consolidación de la paz o a la mediación, tú mismo tienes que ser el puente. Como constructor de paz, debes dejar que las cosas fluyan a través de ti, no puedes adoptar una postura.”

En 2014, Jabal Mohsen y Bab al-Tabbaneh se convirtieron en zonas militarizadas tras una serie de enfrentamientos mortales, donde tuvo que intervenir el Ejército libanés.

“Si te fijas en el ejército, no están acostumbrados a tratar con civiles. Su enfoque se basa en la mera seguridad y la lucha antiterrorista”. Se produjeron enfrentamientos entre los militares y la población local. Baroudi reconoció al instante la necesidad de consolidar la paz.

MARCH respondió con un programa que unía a la comunidad local y al Ejército libanés. Empezó con torneos de fútbol de equipos mixtos entre militares y antiguos combatientes.

Los torneos despertaron el entusiasmo y la expectación de toda la comunidad y tuvieron tanto éxito que MARCH fue más allá e inició un programa para construir una base militar. El proyecto unió al ejército y a personas que estaban encarceladas por cargos de terrorismo y que habían combatido en Siria, Irak, Afganistán y el Líbano.

“Comían juntos, construían juntos, participaban en grupos de apoyo psicosocial juntos, hacían actividades en equipo juntos, durante cinco meses”, detalla Baroudi. “La mayoría de los conflictos deshumanizan al otro. Lo primero que hay que hacer es humanizar a la persona”.

Cuando ser mujer es una ventaja

Cuando Baroudi decidió emprender su proyecto teatral en Trípoli, todo el mundo la desanimó. “Expertos, familia, amigos. Todo el mundo”.

Le decían que era demasiado joven, demasiado ingenua y que fracasaría o la matarían. Incluso se enfrentó al típico “ni siquiera un hombre puede hacer ese trabajo”. Pero ella persistió. “Las mujeres son mucho más eficaces en este campo. Los hombres no te ven como un enemigo, no hay ego ni rivalidad de por medio. Te perciben de forma más neutral. ”Muestran más sus debilidades a las mujeres. Aceptan mejor las cosas si vienen de parte de las mujeres“.

A pesar del papel crucial que desempeñan las mujeres en la construcción de sociedades pacíficas, entre 1992 y 2019 representaban solo el 6% de los mediadores en los principales procesos de paz internacionales.

MARCH está dirigido casi en su totalidad por mujeres, pero “no es a propósito”. Los directores de los programas en Trípoli y Beirut, la mayoría de los formadores y los responsables de los programas psicosociales son mujeres. Pero hay más participantes masculinos “porque trabajamos en los conflictos”.

Siempre hacia delante

Las cosas no siempre son fáciles, pero Baroudi y los miembros de MARCH siguen avanzando. “Hace dos años nos lanzaron un cóctel molotov. Actualmente, para los grupos extremistas, somos un enemigo aún peor porque hemos conseguido tener impacto”, señala.

Algo que le hace sentirse segura ahora es la “colaboración constante con la comunidad... Son los propios jóvenes”, afirma. “Se sienten dueños de este lugar. Muchos eran combatientes acérrimos. Esta asociación creció en torno a ellos”.

Zapher, antiguo combatiente, dejó las armas para siempre en 2014, cuando se unió a MARCH. Hoy realiza el tour guiado de MARCH por la ciudad de Trípoli. “Pasé de ser alguien sin estudios y que participaba en las reyertas a alguien que ayuda a rehabilitar y dar a conocer la zona a los visitantes”, dice.