Hablar de 'inmunidad de rebaño' es hablar de un paso más para salir de la pandemia. Desde hace meses tenemos presente que la “nueva normalidad” llegará con el 70% de la población vacunada. Sin embargo, hay países que han empezado a desescalar sin haber llegado a ese objetivo. Reino Unido, por ejemplo, fijó el 12 de abril como fecha de cambio de fase por ser cuando el 50% de los adultos habría recibido al menos una dosis contra la COVID-19. Aunque al final se quedaron a las puertas –con un 46%–, el Gobierno británico lo consideró suficiente como para permitir pequeñas concesiones que no tenían desde antes de Navidad. La razón es que los cálculos de su inmunidad grupal, realizados por el University College of London, incluyen a todos aquellos que hayan desarrollado inmunidad al virus, ya sea mediante contagio o mediante reacción a la primera dosis del suero.
Estas cuentas no se aplican meramente a Reino Unido, y por eso el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas llevan semanas analizando la posibilidad de espaciar las segundas inyecciones en los menores de 80 años para avanzar con la primera pauta y así alcanzar antes la inmunidad de rebaño. Los epidemiólogos y expertos en Salud Pública consideran adecuado incluir otras variables además de la vacunación con dos dosis a medida que se conoce el funcionamiento del virus, pero también alertan de que así será más difícil asignar una fecha concreta a la protección grupal.
“No se trata de un número fijo, sino de la probabilidad de que contagies a menos gente si estás enfermo o que provoques cadenas de transmisión menos graves o asintomáticas”, explica Pedro Gullón, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE). “Hay que contar en los cálculos a las personas que hayan recibido la pauta completa y, después, lo más seguro es incluir a las que hayan pasado la infección activa como mucho hace seis u ocho meses”, apuesta. No es el caso de Reino Unido, donde han decidido incluir a cualquiera que haya tenido contacto con el coronavirus desde el comienzo de la pandemia. “El problema con este cálculo simple es que parece que el virus se distribuye de forma aleatoria y ya hemos visto que eso no ocurre, sino que hay clusters de población más tendentes a inmunizarse que otros”, objeta Gullón.
“Lo importante de la inmunidad de rebaño no es el 60% o el 70%, sino el 30% restante porque disminuye el número de vírgenes frente al virus”, dice Manuel Franco, epidemiólogo y profesor en la Universidad de Alcalá y en la Johns Hopkins. “Lo que ha hecho Reino Unido parece un atajo, pero a la inmunidad de rebaño no se llega solo mediante la vacunación”, concede.
Para el virólogo Mariano Esteban, cabeza de uno de los sueros españoles contra la COVID, “tenemos la oportunidad de completar la valoración del efecto de las vacunas con otras vías de inmunidad de la población”. El veterano investigador del CSIC apuesta por estudiarlo en las residencias, donde se puede hacer “un seguimiento muy exhaustivo de qué ocurre con la población más mayor desde el punto de vista inmunológico”. Es decir, desde la respuesta a los anticuerpos, a los linfocitos T, a las células de memoria, hasta el grado de resistencia que tienen ante el virus o ante la reinfección. “El 70% no puede ser solo un número, sino que tiene que ir acompañado de un seguimiento preciso sobre el grado de respuesta inmune de las personas”, concluye.
Contar las primeras dosis, ¿es suficiente?
Contabilizar a los que han recibido media pauta para la inmunidad de rebaño es la parte de la que más desconfían los expertos. “Tiene un margen de inseguridad”, señala Gullón. “La primera dosis da una protección superior al 70% frente a la infección sintomática, pero está por ver si tiene menos duración o si solo es efectiva al corto plazo”, piensa. En el caso de incluirla, el experto apuesta por añadir al 70% u 80% de los que han recibido una sola dosis para dejar un margen de error. También se inclina por dar más validez en la suma a las personas que ya hayan contraído la enfermedad, “puesto que esa inyección actuaría casi como segunda”.
“Yo me fío mucho de los criterios farmacéuticos y si pautan dos dosis para la inmunización, creo que lo mejor es respetarlo”, concluye el epidemiólogo de la SEE. Franco, por su parte, cree que “Reino Unido se la ha jugado con la primera dosis y les está saliendo bien”. En su opinión, las islas británicas tienen a su favor la velocidad de administración de las vacunas y el orden de prioridades. Para pronunciar la palabra “inmunidad de rebaño”, el país ha esperado hasta proteger con la primera dosis a todos los adultos de más de 50 años. “Lo fundamental es vacunar a los más vulnerables y en España, como país envejecido, esos son nuestros mayores”, opina Franco. Aunque siempre con la pauta completa como objetivo último, los expertos están a favor de incluirla si ayuda a disminuir drásticamente las hospitalizaciones, los ingresos en UCI y las muertes, como ha ocurrido en Reino Unido e Israel.
Contabilizar los anticuerpos por contagio
Hace un año, antes de ser el país más raudo de Europa en la vacunación y antes siquiera de contar con un suero contra la COVID-19, Reino Unido saltó a los titulares por la peligrosa estrategia que planteó Boris Johnson. En aquel momento, el primer ministro contaba con que el 60% de la población pasaría la enfermedad y produciría anticuerpos de forma natural. Sus palabras fueron duramente criticadas por la comunidad científica y sanitaria, puesto que obviaba el riesgo de padecer una infección grave o de enfrentarse a secuelas o incluso a la muerte. Doce meses después, con un escenario distinto, los expertos piensan que hay que sumar las personas contagiadas a los cálculos de la inmunidad.
“Lo importante es que ningún plan de vacunación se plantea dejar sin dosis a la gente con anticuerpos; hay que meter a todo el mundo, pero aún así sabemos que hay personas que es muy difícil que padezcan la enfermedad otra vez”, explica Franco. En su opinión, no está de más incluir a la gente con pruebas serológicas (de anticuerpos) positivas en el objetivo del 70%.
El gran estudio de seroprevalencia realizado por Sanidad el pasado diciembre estimaba que una de cada diez personas habría sido infectada de coronavirus en España. Sin embargo, muchas de ellas han podido perder los anticuerpos o no están exentas de volverse a contagiar, aunque “los números son muy bajos”, matiza el profesor de la Johns Hopkins. Por eso, Gullón apuesta por incluir solo a aquellos que hayan pasado la enfermedad hace, como máximo, ocho meses, la duración media para los anticuerpos naturales, según la literatura científica.
El potencial riesgo para los epidemiólogos está en usar a los contagiados como cómputo político para relajar medidas o disminuir el ritmo de vacunación. “El cálculo de riesgo individual es peligroso y no vale como número mágico, sino para marcarse un objetivo: cuanto más aumentemos las personas inmunizadas, más difícil será que haya transmisión y más rápido se podrán ver los efectos de la vacunación”, explica Gullón.
“Hay cosas que todavía no entendemos bien del virus. Hacemos muchos esfuerzos a nivel nacional y de comunidades autónomas, pero luego vemos que lleva dinámicas supranacionales”, cree Manuel Franco. Por eso, Pedro Gullón cree que es complicado dar una fecha y una cifra exacta a la inmunidad de grupo. “Toda afirmación tiene su truco y, más que fijarnos un día y una hora, tenemos que vacunar en el menor tiempo posible y pensar en el corto plazo”, recomienda. Porque, como indican los epidemiólogos, “la verdadera inmunidad de rebaño solo existirá cuando sea planetaria”.