Una hamburguesa extra por menos de un euro, unos aros de cebolla gratis si pides un menú grande o convertir el menú normal en extragrande por apenas unos céntimos más. Todas estas ofertas son habituales en muchos locales de comida rápida en todo el mundo.
Un reciente estudio publicado en Reino Unido ha demostrado que estas estrategias comerciales aumentan los índices de obesidad y sobrepeso, ya que empujan a los consumidores a ingerir más calorías de las que tenían planeadas.
En 2004 el cineasta norteamericano Morgan Spurlock protagonizó el controvertido documental Super Size Me, en el que el propio Spurlock se tenía que alimentar durante 30 días exclusivamente en una famosa cadena de restaurantes de comida rápida. Una de las condiciones de la prueba era que no podía rechazar ninguna de las ofertas que le hacían los dependientes, siempre destinadas a añadir extras o a aumentar el tamaño de las raciones, algo conocido en el mundo anglosajón como upselling.
Spurlock tuvo que detener la prueba por recomendación de los médicos que le hacían un seguimiento, tras engordar 11 kilogramos. Sin embargo, el documental estaba lejos de ser un experimento del que se pudieran sacar conclusiones fiables sobre el impacto de este tipo de comida en la sociedad y sobre cómo nos afectan este tipo de ofertas.
Ahora, los resultados de un estudio elaborado por la Real Sociedad para la Salud Pública (RSPH, por sus siglas en inglés) muestran que una persona termina gastando un 17% más de lo que tenía pensado y consume un 55% más calorías de las planificadas inicialmente por culpa de las ofertas de upselling. Estos datos se traducen en un consumo promedio 330 calorías adicionales cada semana, lo que podría resultar en un aumento de peso estimado de algo más de 2 kilos al año.
“Casi todo el mundo se ha sentido presionado a comprar calorías adicionales a través del upselling”, explica la directora ejecutiva de la RSPH, Shirley Cramer. “Esperamos que a través de este trabajo el público sea más consciente de cómo las empresas les incitan a consumir más y ayude a la gente a mantener un peso saludable”.
Más de 100 ofertas poco saludables al año
El informe, que incluye una encuesta de 2.055 adultos en el Reino Unido, muestra que más de las tres cuartas partes de la población británica (un 78%) recibe más de una oferta de este tipo a la semana. De hecho, el promedio estimado por los investigadores es de 106 ofertas de opciones pocos saludables al año, entre las que se incluyen aumentar los tamaños de la comida o la bebida o las de añadir algún extra.
En particular, a lo largo de una semana, una de cada tres personas compra un café más grande de lo que pretendía inicialmente, aumenta el tamaño de su menú en un restaurante de comida rápida, agrega algún extra a la comida o compra chocolatinas o dulces en una gasolinera.
“El problema es que estas ofertas de mayor cantidad por bajo precio casi nunca son de alimentos saludables”, explica a eldiario.es el especialista en nutrición y dietética Julio Basulto. “Suelen ser alimentos que contribuyen al desequilibrio nutricional, porque suponen una mayor ingesta de los llamados nutrientes conflictivos, que son azúcar, sal y grasas poco saludables”, asegura este especialista.
Según Basulto, el problema de este tipo ofertas “no es solo que nos hagan ganar peso corporal, o contribuyan a aumentar el riesgo de caries por la cantidad de azúcar o de hipertensión por la cantidad de sal, sino que contribuyen a patologías crónicas como son la diabetes o a aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares o de algunos tipos de cáncer”.
Los jóvenes son los más afectados
El informe también señala que los jóvenes de 18 a 24 años son los más propensos a caer en las estrategias de upselling, lo que les lleva a un consumo adicional de 750 calorías por semana, una estimación que se traduce en una ganancia media de unos 5 kilogramos al año.
No es la primera vez que un estudio alerta de los efectos de este tipo de estrategias comerciales. En una revisión de 72 estudios publicada en 2015, los investigadores concluyeron que “las personas consumen sistemáticamente más comida y bebida cuando se les ofrecen porciones de mayor tamaño” y pedían una mejor regulación en este ámbito.
“Está sobradamente demostrado en la literatura científica que este tipo de ofertas, así como el tamaño de las raciones, son factores obesogénicos que contribuyen a la obesidad y a las patologías relacionadas, con lo que habría que tomar medidas legales”, afirma Basulto.
Sin embargo, la mayoría de los países de altos ingresos se muestran reacios a aplicar medidas regulatorias al mercado alimentario o aplicar impuestos a las comidas menos saludables, tal y como ha indicado un grupo internacional de científicos en un estudio global sobre obesidad infantil publicado con motivo del Día Mundial de la Obesidad.
En España solo hay un código de autorregulación
La Unión Europea no establece una regulación específica sobre este tipo de estrategias de marketing y en España solo hay un código de autorregulación al que se pueden unir las empresas del sector alimentario. Dicho código, llamado PAOS, establece que “como regla general, los mensajes publicitarios de alimentos o bebidas no deberán promover o presentar hábitos de alimentación o modos de vida poco saludables tales como comer o beber de forma inmoderada, excesiva o compulsiva”.
Sin embargo, las asociaciones de consumidores llevan años exigiendo al gobierno que se establezca una regulación que sea de aplicación obligatoria, ya que “cuando alguien incumple un código de autorregulación no pasa nada”, asegura el portavoz de la asociación de consumidores FACUA, Rubén Sánchez. “Este tipo de códigos no son más que el mecanismo que utiliza la industria para convencer al Gobierno de no que no hay necesidad de establecer leyes de obligado cumplimiento”.
Aún así, pese a la ausencia de una ley formal que regule este tipo de estrategias comerciales, “fomentar el consumo de alimentos insanos de forma inmoderada es una conducta claramente atacable desde el punto de vista legal”, afirma el experto en responsabilidad civil derivada de la actividad comercial, Francisco Ojuelos. “Aunque el Código PAOS no es una norma jurídica, sí puede ser invocada ante los Tribunales, porque complementa la legislación en virtud de lo dispuesto en el artículo 46 de la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición”, explica este abogado.
Según dicha ley, los códigos de conducta son obligatorios y en caso de que no se establezca un acuerdo, debería ser el Gobierno el que estableciera las normas que regulen las comunicaciones comerciales, así como los medios para hacerlas efectivas. “Es decir, que la Ley prevé que el Código exista y se cumpla”, concluye Ojuelos.
Reino Unido lidera los índices de sobrepeso y obesidad en la Unión Europea. Según los últimos datos publicaos por el gobierno británico, más del 63% de la población tiene sobrepeso (36%) u obesidad (27%). Según las estimaciones realizadas por la RSPH, si continuan las tendencias actuales el coste médico de los problemas derivados de la obesidad podría superar los 11.000 millones de euros anuales en 2050.
En España, más del 60% de la población tiene sobrepeso (39%) u obesidad (21%), según los datos del último estudio publicado en la Revista Española de Cardiología. Sin embargo, el último informe de la OCDE rebaja el índice de obesidad en España a un 16.7%, casi tres puntos por debajo de la media de la organización (19,5%).
EEUU continúa siendo el líder indiscutible a nivel global, tanto en sobrepeso (42%), como en obesidad (38%). Le siguen México, Nueva Zelanda, Hungría, Australia y Reino Unido. Los países con menor índice de obesidad y sobrepeso son Japón y Korea, seguidos Italia y varios países del norte de Europa, como Suiza, Noruega, Suecia y Holanda.