Un día después de la desafortunadísima expresión –“Todo feminismo es un machismo con patas”–, que amenazó con frustrar los resultados de la cumbre antipederastia que se celebra en el Vaticano, el Papa Francisco lanzó una histórica petición de perdón, en nombre de la Iglesia, por todos los abusos sexuales a menores, el encubrimiento sistemático entre la jerarquía y la doble victimización de los supervivientes.
Una 'confesión de los pecados' que se llevó a cabo en una liturgia penitencial que, a falta de la misa de mañana y la posible publicación de un documento de conclusiones y acciones concretas, se presenta como el punto de no retorno de una Iglesia que sabe que su credibilidad está por los suelos y que, como señalaron las víctimas, “el tiempo de las palabras ya ha pasado, se necesitan acciones concretas”.
En esta ocasión, Francisco no deja lugar a dudas, y reconoce la culpabilidad de toda la Iglesia en la lacra de la pederastia. “Confesamos que obispos, sacerdotes, diáconos y religiosos en la Iglesia hemos ocasionado violencia a niños y jóvenes, y que no hemos protegido a quienes más necesitaban de nuestra ayuda”, comenzó el texto, leído por el arzobispo de Nueva Zelanda en nombre del Papa, quien escuchaba en primera fila, con la cabeza agachada, en actitud de oración.
“Confesamos que hemos protegido a los culpables y hemos silenciado a los que han sufrido el mal”, continuó, admitiendo que “no hemos reconocido el sufrimiento de muchas víctimas, ni hemos ofrecido ayuda cuando la necesitaban”.
“Confesamos que a menudo nosotros, obispos, no hemos cumplido nuestras responsabilidades”, prosiguió la oración, lanzada a los 190 prelados que han participado, a lo largo de estos tres días, en la cumbre. “Hemos pecado de pensamiento, palabras y obras, en lo que hemos hecho y en lo que hemos omitido”. La liturgia concluyó pidiendo “superar la injusticia y buscar la justicia para las personas que han sido confiadas a nuestro cuidado”.
Antes de la petición de perdón del Papa en nombre de toda la Iglesia, el presidente de la Conferencia Episcopal española, Ricardo Blázquez, leyó el 'examen de conciencia', con una serie de preguntas a los obispos de todo el mundo: “¿Cómo ha tratado la Iglesia en mi país a los que han sufrido violencia de poder, de conciencia y sexual? ¿Qué obstáculos hemos puesto en su camino? ¿Los hemos escuchado? ¿Hemos intentado ayudarlos? ¿Hemos buscado justicia para ellos? ¿He cumplido con mis responsabilidades personales?”.
“¿Qué atención hemos dado en mi país a las personas que han visto cómo su fe se tambaleada, y a quien ha sufrido y ha sido herido indirectamente por estos sucesos horrendos? ¿Se ha ayudado a las familias y a los allegados de los afectados?”, cuestionó Blázquez a los presidentes de todos los episcopados del mundo. Y a sí mismo, pues la Iglesia española es, con diferencia, una de las que menos han hecho en Europa para proteger a los menores y atender las necesidades de los supervivientes.