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Los expertos ven en el brote de COVID-19 registrado tras una fiesta en Lleida un aviso del riesgo de relajar las precauciones en la desescalada

Varias personas disfrutan en la terraza de un bar durante el segundo día de la reapertura al público de las terrazas al aire libre de los establecimientos de hostelería y restauración en Barcelona.

Belén Remacha

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Primer pequeño gran aviso de la COVID-19 durante la desescalada: el Departamento de Salud de Lleida ha decidido aplazar su solicitud para el pase de fase 1 a 2 después de observar un repunte en la provincia. Y el origen de ese repunte lo sitúan los técnicos en un cumpleaños al que asistieron 20 personas, el doble de lo permitido en la fase 1. El Gobierno de España y los organismos internacionales han reiterado que el proceso de desescalada es un “ensayo y error” en el que, sobre todo, hay que apelar a la “responsabilidad individual”, para no cometer fallos como este que supongan pasos atrás o estancamientos.

Los expertos advierten de que, ya desconfinados, hay que seguir siendo estrictos con tres medidas: distancia física, higiene, y mascarillas. En ese orden. “Sobre todo estos 15 ó 20 primeros días. Son cruciales. Son los primeros, luego iremos viendo cómo se va comportando el virus mientras aprendemos a controlarlo, a detectar los brotes, seguir el rastreo. Y tener presente que no por lo que te pueda afectar a ti, sino a los demás”, resume Milagros García Barbero, exdirectora de Servicios Integrados de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ildefonso Hernández, ex director general de Salud Pública y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública, lo pide igual: “Esta transición es importante. De que se pueda controlar bien depende que poco a poco se pueda avanzar. En la fase actual aún no está todo preparado, cuanto más pase el tiempo más rodado irá el sistema sanitario y la capacidad. Hay que tener mucho cuidado ahora para no dar pasos atrás”.

El portavoz de Sanidad Fernando Simón mostró el martes preocupación. Las 10 jornadas de luto nacional que ha decretado el Gobierno para homenajear a las víctimas del coronavirus sirven de poco si no “sumamos medidas de seguridad”, según él. “Debemos procurar que se mantenga la distancia de seguridad o que la proximidad tenga una duración lo más breve posible” cuando nos reencontremos en fase 1 o 2 con amigos, familiares y conocidos, decía. Y este miércoles se refería directamente al cumpleaños de Lleida. “Todos tenemos muchas ganas de hacer fiestas con nuestras familias”, pero “una pequeña fiesta inocente” puede dar lugar a “un brote que puede ser el inicio de otra onda epidémica”. “No estamos todos ya en nueva normalidad porque tenemos que ir despacio: todavía hay riesgo”, ha zanjado.

Esa es otra cosa en la que coinciden los científicos: la desescalada, por mucho que se estén lanzando ciertos mensajes desde las instituciones centrales y regionales acerca de que estamos “saliendo” de la crisis, no es el final de nada. El virus sigue entre nosotros, y este proceso responde únicamente a un intento de balancear las necesidades sanitarias, económicas y sociales del país. “Si esto fuera una carrera de 10 kilómetros, estaríamos más o menos en el kilómetro 1,5. No podemos acabar esta parte desfondados y sin fuerzas, porque nos queda mucho”, ilustraba Beatriz González López-Valcárcel, asesora del Ministerio de Ciencia y del gobierno canario.

Mejor no abrazar, y mejor en exterior

Estrictamente, las imágenes que estamos viendo estos días en fase 1, de abuelos cogiendo en brazos a los nietos en los reencuentros en terrazas, no son del todo prudentes. Tampoco lo son los abrazos entre amigos. García Barbero es muy cauta: “Seguir manteniendo la distancia es fundamental. Si puedes evitar abrazar, mejor. Esto es contagioso y asintomático y sigue el riesgo al juntarte con gente que no convives. La inmensa mayoría, el 95% según el estudio de seroprevalencia del Ministerio, seguimos siendo susceptibles y el virus sigue entre nosotros”. Todos asumen que habrá un rebrote, pero el objetivo es que no se descontrole y que no se dé antes de tiempo, repite García Barbero: “Nadie tiene una bola de cristal para saber si puede ser en octubre o antes. Y ahora mismo no nos podemos permitir una saturación de los centros de nuevo”.

Hay formas de minimizar los peligros en reencuentros familiares y amistosos que inevitablemente se van a dar. Benito Almirante, portavoz de la Sociedad Española de Microbiología y jefe de la unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Vall d’Hebrón, señala algunos. Aunque sí hay que “procurar” al máximo el distanciamiento físico, si hay acercamientos, hay que saber que el peligro aumenta con la duración de éstos: “Cuanto más rato estés, más virus saltan”. “Un abrazo por sí solo tiene riesgo, sobre todo porque es la manera de romper la regla más básica, es casi algo simbólico, una vez que te abrazas ya no te quedas a metro y medio”, cuenta. “Pero sobre todo es el estar mucho rato a poca distancia. Un contacto estrecho se considera a menos de metro y medio y durante un tiempo mayor de 15 minutos”.

“Un lugar que se ha identificado como de riesgo y en el que han surgido muchos brotes han sido los grupos corales, donde las personas en un lugar interior fuerzan la voz, segregan gotas con ello, y están cerca”, sigue el facultativo. Porque otra manera de reducir el peligro es reunirse al aire libre, mejor que en casas y locales. Ese factor, exterior mejor que interior, lo recalcan todos los especialistas. “Una sesión larga de sobremesa, con todos muy juntos, es un lugar claro para que haya un brote si hay alguien infectado, y nadie puede saber a ciencia cierta que no está infectado”, sintetiza Ildefonso Hernández.

Todas estas instrucciones no tienen que durar para siempre, sino sobre todo durante la desescalada, mientras se definen las ‘normas sociales’ de la ‘nueva normalidad' que nos lleve hacia una situación totalmente controlada con una vacuna. “No hay un momento claro en el que empezará a ser bueno o malo darse abrazos”, aporta Almirante. Es realista y sabe que tras dos meses separados la gente se va a abrazar, y por eso arguye que “no se está diciendo que no des un abrazo a tu nieto mientras no haya vacuna, yo mismo me niego. Solo que se tenga sentido común y se extreme la higiene. Lo que ha pasado en Lleida ha sido, sobre todo, por estar mucha gente reunida, durante mucho tiempo, y sin ninguna protección”, y lo han hecho en un momento de transición todavía muy delicado.

Hacia una sociedad sin miedo, pero con precauciones

¿Cómo nos podemos acostumbrar, al menos por un tiempo, a dejar de hacer, o hacer mucho menos, algo que nos sale tan natural como es dar abrazos y besos a nuestros padres, amigos y sobrinos? A eso responde Eparquio Delgado, psicólogo sanitario: “Cuando ahora pensemos que un comportamiento está demasiado arraigado como para cambiarlo, tenemos que partir de una idea: también estaba arraigado ver el fútbol cada fin de semana, visitar a nuestras parejas y salir a comer. Y durante dos meses centenares de millones de personas han parado de hacerlo. ¿Por qué lo han hecho? En relación a un contexto. Con las condiciones adecuadas, nuestro comportamiento es capaz de variar de forma drástica. Si hace tres meses me dicen que no puedo abrazar más a mi madre porque sí, no hago caso. Si me dicen que es porque tiene una enfermedad que le pone en riesgo, sí hago caso”.

Ahora el Gobierno central y los regionales tienen una misión clara, que es transmitir correctamente el mensaje de por qué aún deberías esperar un poco para abrazar a tu madre y por qué eso puede poner su salud y la de todos en riesgo. El infectólogo Benito Almirante también apunta con qué se tienen que equilibrar: “De esto no puede salir una sociedad amedrentada y con pánico. Sería una de las peores consecuencias. Tiene que salir una sociedad hacia delante, con las precauciones adecuadas interiorizadas pero sin mirar con sospechas todo el rato al de al lado”.

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